El curso impartido por Einstein en Barcelona en
1923 no fue un hecho aislado. Se enmarcaba en el proceso de renovación
académica y científica, impulsado por diferentes sectores de la
sociedad catalana. La figura de Einstein representó un apoyo importante
a todos estas iniciativas, a pesar de que los cambios políticos que se
avecinaban (el golpe de estado de Primo de Rivera de septiembre del
mismo año) diluyeron, o al menos retrasaron, los efectos que había
producido. En los primeros años del siglo xx, Barcelona vivía un
proceso de regeneracionismo, paralelamente a lo que ocurría en otros
lugares de España, con la característica singular de la reivindicación
de la identidad cultural y política catalana. Uno de los objetivos de
este movimiento era la modernización de la enseñanza, que debía
extenderse a toda la población con una orientación laica y científica.
Después de unos años de influencia creciente, Enric Prat de la Riba,
dirigente de la Liga, el partido que representaba la burguesía
industrial catalana, llegó a la presidencia de la Diputación de
Barcelona que a partir de ese momento se convirtió en una plataforma de
desarrollo cultural y político, constituyendo junto a las otras tres
Diputaciones provinciales catalanas, la Mancomunidad de Cataluña, en
1914.
La Comisión de Cultura de la Diputación de
Barcelona se transformó en 1913 en Consejo de Investigaciones
Pedagógicas, denominado poco después Consejo de Pedagogía. Este
organismo fue el coordinador de la política educativa, científica y
técnica de la Mancomunidad. Uno de los proyectos del Consejo fue
establecer los Cursos Monográficos de Altos Estudios y de Intercambio.
Estos cursos, de nivel superior -hoy diríamos de postgrado o de
doctorado- pretendían, por un lado, suplir la falta de este tipo de
enseñanza especializada en Barcelona, ya que los cursos de doctorado
podían impartirse sólo en la Universidad Central de Madrid, y por otro,
invitar a personalidades de la élite
científica europea a cambio de la visita de profesores locales a las
universidades extranjeras. Este intercambio resultó prácticamente
irrealizable a causa del estallido de la Primera Guerra Mundial en
1914; dada la necesidad de atraer a personalidades de alto nivel
científico a España, se optó, especialmente a partir del final de la
guerra, por invitar a profesores extranjeros. Es en este marco en el
que aparece un personaje clave en la visita de Einstein a Barcelona.
Esteve Terradas Illa (1883-1950) era catedrático de Acústica y Óptica
de la Universidad de Barcelona desde 1907. Cuatro años más tarde sería
uno de los fundadores de la Sección de Ciencias del Institut d’Estudis Catalans
e intervino muy activamente en el diseño de los Cursos Monográficos,
que se iniciaron en 1915. En la sección de Ciencias Exactas de ese año
intervinieron el mismo Terradas y Julio Rey Pastor. Fue en el marco de
estos cursos que se organizó la visita de Einstein de unos años más
tarde.
Desde 1915 hasta 1924, tuvieron lugar once
"estaciones", como entonces se dijo, de los Cursos Monográficos con un
amplio espectro de disciplinas, que iban desde la filosofía, psicología
y pedagogía, hasta la historia, el arte y literatura, las ciencias
biológicas, o las ciencias físico-matemáticas. En este último ámbito,
gracias a la intervención decisiva de Terradas, visitaron Barcelona
algunas de las personalidades más destacadas de la física y las
matemáticas del momento, como Tullio Levi-Civita (1921), Jacques
Hadamard (1921), Hermann Weyl (1922), Arnold Sommerfed (1922) y por
supuesto Albert Einstein (1923).
Albert
Einstein visita
Barcelona el 23 de
febrero de 1923. Recepción en el Consejo del Ciento del Ayuntamiento de
Barcelona (Foto J.M. Segarra). Cortesía del Arxiu Fotogràphic de
l'Arxiu Històric de la ciutat de Barcelona
|
La primera invitación a Einstein la realizó Rey
Pastor en 1920, escribiendo en nombre del Institut d’Estudis Catalans
y de la Junta para Ampliación de Estudios y la Universidad de Madrid.
Sabemos que Terradas le escribió de nuevo en marzo de 1921. Einstein
contestó en una carta conservada en el Fondo Terradas del Institut d’Estudis Catalans,
que no podía aceptar la invitación por compromisos anteriormente
adquiridos, pero aseguraba “podré aceptarla durante el curso 1922-23,
si todavía se mantiene la invitación”. Evidentemente la invitación se
mantuvo. Las últimas gestiones las hizo Terradas reuniéndose con
Einstein en Berlín, tras concretar algunos detalles con el director de
instrucción pública de la Mancomunidad, el ingeniero Rafael Campalans.
Einstein salió de Alemania en octubre de 1922 con
destino al Japón, donde hizo una larga visita, con cursos y seminarios
donde tuvo oportunidad de conocer la comunidad tan avanzada de los
físicos japoneses. Desde Japón volvió a Europa pasando por Palestina.
Aquí la visita tuvo un carácter más personal, al conocer la cuna del
pueblo judío, al que se sentía tan vinculado. Unos días más tarde llegó
a Toulon, cerca de Marsella, y desde allí cogió el tren directamente
hacia Barcelona. Como se puede leer en la prensa de Barcelona, Einstein
había enviado un telegrama desde Singapur confirmando la visita, pero
no tuvo tiempo de comunicar ni qué día ni en qué tren iba a llegar. Por
consiguiente, nadie fue a recibirle a la estación cuando llegó el día
22 de febrero. Los descendientes de Terradas conservan una nota
manuscrita en la que Einstein escribe, curiosamente en francés –quizás
había olvidado que Terradas dominaba el alemán a la perfección– lo
siguiente: “Querido señor Terradas: ¡Excúseme! No tuve tiempo de
anunciarme por telegrama. Así es que le saludo y le ruego que me diga a
qué hotel debemos ir. Espero verle muy pronto. Suyo, Albert Einstein.”
Einstein se hospedó finalmente en el hotel Colón,
que entonces estaba en la plaza de Cataluña. En el archivo de Protocolo
del Ayuntamiento de la Ciudad se conservan, entre otras cosas, las
facturas del hotel, las de las flores que se ofrecieron en distintas
ocasiones a la esposa de Einstein, Elsa, y el discurso que pronunció el
alcalde en el Salón de Ciento, salón principal del Ayuntamiento de la
ciudad. También se conserva una nota de agradecimiento del sabio alemán
al alcalde de Barcelona. El Ayuntamiento se hizo cargo del alojamiento
y la Mancomunidad le entregó un total 4.717,50 pesetas en concepto de
honorarios convenidos y gastos ocasionados.
El curso de tres conferencias, cuya matrícula, de
admisión limitada, costaba 25 pesetas –una cantidad respetable para la
época- empezó el sábado 24 de febrero de 1923 a las siete de la tarde.
La segunda conferencia tuvo lugar el lunes 26 y la tercera, el
miércoles 28. La primera conferencia trató de relatividad restringida,
la segunda, de relatividad general, y la tercera, de problemas actuales
de la relatividad. Se puede ver, pues, que Einstein repitió durante su
gira mundial el mismo patrón de conferencias. Las conferencias tuvieron
lugar en el magnífico salón de sesiones del palacio de la Diputación de
Barcelona, entonces sede del Institut
d’Estudis Catalans, salón que estaba lleno de gente, más
de un centenar de personas, según varias fuentes. Uno de los
comentaristas en la prensa, JXP, que identificamos con el filósofo
Joaquim Xirau Palau, afirmó que, en relación con las conferencias de
Einstein, “del centenar de asistentes quizás cuatro o cinco personas
siguieron la explicación completa, quizás una docena adivinaron algo
con bastante esfuerzo y el resto de gente no entendió nada”. Xirau
Palau publicó en 1925 en la Revista
de Pedagogía un trabajo titulado “Cultura relativista” en
el que defendía, en la línea de Ortega y Gasset, que la teoría de la
relatividad nada tiene que ver con el relativismo filosófico. Otra
brillante relación sobre una de las conferencias de Einstein es la que
nos ofrece el escritor catalán Josep Maria de Sagarra, que acudió al
acto, según nos dice, movido por la curiosidad; su texto consigue
plasmar perfectamente el evento social que representó la conferencia
del sabio científico. No pierde ocasión de mofarse de algunos supuestos
intelectuales que acudieron a ver a Einstein sólo por esnobismo. Acaba
comentando, en tono evidentemente irónico, que hubiera sido muy
acertado conservar intacta como recuerdo la ultima pizarra escrita por
Einstein, del mismo modo que se solía hacer con las zapatillas del Papa.
El domingo 25 de febrero, Rafael Campalans,
Casimiro Lana Sarrate y Bernat Lassaletta, entre otros, llevaron a
Einstein al Monasterio de Poblet, en el sur de Cataluña, cerca de
Tarragona y Montblanc. Lana era ingeniero químico de la compañía
Hispano Suiza y Lassaletta era catedrático de electrotecnia de la
Escuela de Ingenieros Industriales. El lunes 26 fue acompañado por el
presidente de la Mancomunidad, el arquitecto Josep Puig i Cadafalch, a
una visita a las iglesias paleocristianas y románicas de Terrasa, a
unos 40 km de Barcelona. El mismo día consta que Terradas le acompañó a
visitar al rector de la Universidad de Barcelona. El martes 27 visitó
dos escuelas municipales, representativas del esfuerzo pedagógico de la
ciudad: la Escuela del Mar y el Grupo escolar Baixeras. A mediodía,
como hemos mencionado, tuvo lugar una recepción solemne en el Consejo
de Ciento del Ayuntamiento de la Ciudad, que lo había declarado huésped
ilustre.
La recepción fue muy emotiva y en el transcurso de
la misma, el alcalde accidental, Enric Maynés, alabó no sólo la figura
científica de Einstein, sino también su compromiso ético y pacifista.
Maynés dijo: “la ciencia no tiene patria, que es lo mismo que decir que
pertenece a todos los hombres. Y usted, profesor Einstein, es en este
siglo xx el más sublime representante de esta ciencia que es suya,
nuestra, y de todos”. Einstein contestó agradecido, pero aprovechó la
oportunidad de reivindicar a toda la comunidad científica en su
conjunto: “Honorable Sr. Alcalde, señores, gracias por vuestro cordial
recibimiento. A menudo he escuchado palabras de elogio por mi trabajo,
elogios que han sido superiores a mis méritos. El progreso de nuestro
conocimiento se erige en un grupo de hombres trabajadores que, en cada
generación, conservan el fuego sagrado del estudio, trabajadores
escondidos muchas veces en medio de privaciones de todo tipo, y que
pasan muchas veces desapercibidos a la opinión pública [...] Deseo con
toda mi alma que esta bella ciudad tan espléndidamente situada, tan
soleada, pueda participar de manera firme y eficaz, en realizar este
altísimo ideal [de la ciencia]”. La tarde del mismo martes 27, Einstein
dio una conferencia adicional en la Real Academia de Ciencias y Artes
de Barcelona. Esta conferencia tuvo un enfoque distinto al de las otras
tres, ya que discutió las implicaciones filosóficas de la relatividad.
Saliendo de la conferencia, Einstein se entrevistó
con Ángel Pestaña, dirigente de la Confederación Nacional del Trabajo
(CNT), en la sede del sindicato de Distribución, en la calle Sant Pere
Més Baix, en la Barcelona vieja. La entrevista había sido facilitada
por Campalans, fundador de la Unión Socialista de Cataluña. La
entrevista causó una gran sensación y fue presenciada por diversos
periodistas que recogieron su desarrollo en la prensa del día
siguiente. Los periódicos reprodujeron que Einstein había declarado que
“él también era revolucionario en el campo científico”. Todo indica que
la entrevista no fue muy bien vista por los sectores bienpensantes del
país, sobre todo por esta manifestación, que Einstein mismo tuvo que
desmentir. En el diario ABC del 2 de marzo de 1923 apareció una
entrevista concedida por Einstein al periodista Andrés Révész mientras
viajaba en el tren hacia Madrid en la que Einstein, además de algunos
comentarios curiosos sobre sus costumbres y aficiones, pide al
periodista que desmienta lo comentado en la prensa, ya que él no se
considera revolucionario ni siquiera en la ciencia.
Siguiendo con la visita, el miércoles 28 de
febrero se organizó otra visita de interés social, pero en un contexto
diferente. Einstein visitó la Escuela Industrial de Barcelona, uno de
los proyectos más destacados de la Mancomunidad, y en general del
catalanismo político y cultural. La Escuela incluía distintas
enseñanzas técnicas y laboratorios muy bien dotados, que sin duda
fueron mostrados al ilustre visitante. Campalans entonces dirigía la
Escuela de Trabajo, un centro modélico de enseñanza profesional. Como
culminación de la visita, Einstein presenció una demostración de canto
y bailes populares y fue obsequiado con dos discos de música popular
catalana. Años después, en 1933, recordaba en una carta a Adolfo Marx,
conservada en el Archivo Nacional de Cataluña, los buenos momentos
transcurridos durante su estancia en Barcelona y cómo le gustaba
escuchar esos discos.
Rafael Campalans también estableció una relación
muy cordial con Einstein, además de ser el anfitrión de una curiosa
cena, de la que hablaremos más adelante. No sólo les unía el interés
por la ciencia, sino también su compromiso político y social. En 1914,
Campalans había figurado, junto con Terradas y otros intelectuales
catalanes, entre los firmantes del Manifiesto de los Amigos de la
Unidad Moral de Europa, promovido por el pensador Eugeni d’Ors, en la
línea con las ideas del filósofo Romain Rolland. La declaración de
Barcelona declaraba la guerra mundial como una “guerra civil” entre
europeos y, por lo tanto, se manifestaba a favor de una paz inmediata.
El Manifiesto causó cierto revuelo en Europa, cuando lo comentó
Rolland, que se encontraba refugiado en Suiza.
La relación con Campalans continuó después de la
estancia de Einstein en Barcelona. Ya hemos mencionado que en
septiembre de 1923 el general Primo de Rivera dio un golpe de estado
que acababa con las garantías constitucionales. El nuevo régimen
dictatorial desencadenó una represión muy dura contra las
manifestaciones del catalanismo y, entre ellas, contra la Escuela
Industrial. En una carta del 17 de mayo de 1924, a raíz del despido
masivo de 180 profesores y personal de la Escuela Industrial,
Campalans, que se encontraba entre ellos, comenta a Einstein que un año
atrás ya había sufrido un atentado: “¿Mi crimen? Haber osado protestar
por los asesinatos policiales que todos los días cubren de sangre las
calles de nuestra ciudad.” Explica a continuación que la única salida
posible se encuentra en la solidaridad de los universitarios de los
países civilizados. Al despedirse, Campalans le saluda en nombre de su
esposa que “acaba de traer al mundo a un niño al que pensamos llamar
Albert”, como así hicieron. Años más tarde, siendo diputado en las
Cortes de la República, Campalans explicó que había discutido con
Einstein sobre la posibilidad de un nacionalismo democrático. Después
de la visita a Barcelona, Einstein admitió que era posible, pero le
recomendó a Campalans que no le llamara nacionalismo, para distinguirse
de los movimientos fascistas que estaban surgiendo entonces.
Einstein
visita la Escuela Industrial de Barcelona el 26 de febrero de 1923.
Fotografía cortesía de la Escuela Industrial de Barcelona
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Volviendo a la visita de 1923, el diario de
Einstein revela que en Barcelona pasó unos días intensos, pero
agradables:
“22-28 de febrero. Estancia en Barcelona. Mucho
cansancio, pero gente amable (Terradas, Campalans, Lana, la hija de
Tirpitz), canciones populares, bailes, Refectorium. ¡Ha sido agradable!”
Como se ve, Einstein insiste en la amabilidad de
la gente y destaca la sesión de música tradicional en la Escuela
Industrial. También se recoge una referencia al “Refectorium”, que
podría parecer críptica, pero se trata de un local entonces de moda en
la Rambla de Barcelona. En el periódico satírico La Campana de Gràcia
se describe el momento en que Einstein visitó dicho local, “la
catedral, cuando menos por su arquitectura, de los cabarets de
Barcelona […] lugar que nuestros sabios ni siquiera saben donde está.”,
y parece que bebió “un modesto café con leche, la bebida de tránsito”.
Quien relata los hechos nos cuenta que Einstein era objeto de un
curioso examen por parte de los que le veían pasar. “Al pasar por
delante nuestro, nos levantamos. Era todo el homenaje que le podíamos
brindar y estamos seguros que el Profesor Einstein recogió este pequeño
homenaje como uno de los más sinceros”.
La mención a la hija de Tirpitz, un antiguo
almirante de la armada alemana, sorprendió a algunos historiadores,
pero Ilse von Tirpitz era la esposa del cónsul alemán en Barcelona,
Ulrich von Hassell, un diplomático y político que, tras una brillante
carrera diplomática, pasó de ser uno de los promotores moderados de
Hitler a conspirar contra él, siendo finalmente fusilado en 1944.
Los nombres mencionados en el diario corresponden
a los asistentes a una simpática cena que organizó Campalans el 27 de
febrero. El menú estaba impreso en letra gótica y en latín
“relativista”, redactado en clave de humor. Según recoge el periódico
La Veu de Catalunya fueron invitados a la cena: el economista y
político Miquel Vidal Guardiola, y el cónsul alemán y su esposa.
Probablemente también asistieron Esteban Terradas y Casimiro Lana. El
menú contenía referencias irónicas a la relatividad así como a
personajes históricos de la física y las matemáticas. Entre los platos
servidos a Einstein tenemos canalones a la Fizeau, o habas a la Lorentz
transformadas a la catalana o un curiosísimo “hombre platónico según
Diógenes” –que no es otra cosa que pollo- (recordando la anécdota en la
que Diógenes el cínico envió a Platón dicho animal desplumado, para
burlarse de su definición del hombre como “bípedo implume”) con salsa
de Michelson; también bebieron Champagne relativista o café de Sobral,
población de Brasil en la que estuvo una de las expediciones de la
misión británica para observar el eclipse de sol de 1919, donde se
detectó por primera vez la deflexión de los rayos de luz debida al
efecto gravitatorio solar, un efecto que había sido predicho por
Einstein.
Como conclusión, podemos decir que la vista de
Einstein a Barcelona estuvo rodeada de un ambiente agradable, a pesar
de las múltiples actividades en pocos días. La invitación a un
científico como Einstein se inscribía en una voluntad muy decidida de
renovación científica. Aunque las circunstancias de ese momento no
fueron las más favorables para la consolidación institucional de la
investigación en física y matemáticas, la memoria del paso de Einstein
por Barcelona, se ha mantenido muy viva, principalmente en el mundo de
la física y de la ingeniería.
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