El año 2005 fue designado Año Internacional de la
Física con motivo de la conmemoración del centenario de la teoría de la
relatividad especial de Einstein. Pero, al menos en España, también
deberíamos haber recordado a José Ortega y Gasset, cuyo cincuentenario
de su muerte pasó prácticamente desapercibido. Einstein y Ortega
mantuvieron una estrecha relación cuando el primero visitó España en
1923; pero ésta no sólo se limitó a que le acompañara en Toledo o a que
tradujese alguna de sus conferencias: las teorías de Einstein tuvieron
un amplio eco a lo largo de la obra de Ortega. Pero no fue éste el
único filósofo español que se ocupó entonces de la relatividad: un
joven Zubiri publicaba en 1923 un artículo sobre la teoría que hasta
ahora era desconocido.
Ortega ante la teoría de la relatividad
La ciencia: forma
especial de creencia
Suele decirse que Ortega escribió mucho y acerca
de casi todo. También lo hizo sobre la ciencia y, de ordinario, con
altura filosófica y bella narración sociológica y periodística.
Entiendo que su concepción más rica y más elaborada de ciencia
es aquella que la considera como una forma especial de
creencia.
En las primeras décadas del siglo XX tienen lugar,
a mi juicio, las mayores y más sorprendentes revoluciones de la
historia del pensamiento, y tienen lugar precisamente en el ámbito de
lo ya considerado, ante todo y sobre todo, física:
las revoluciones relativistas, restringida y general, y la revolución
cuántica (nombre que en medida importante integrará las sucesivas
revoluciones generadas en torno a la física atómica, la física nuclear
y la física de partículas elementales y altas energías); revoluciones
que van a modificar radicalmente las interpretaciones, las concepciones
y las respuestas que se dan a los problemas clásicos de la Filosofía de
la Naturaleza (¿o Física?): la constitución de la materia, la
estructura y dinamicidad de lo real y el origen, la evolución y la
configuración del Cosmos. La física detrae estos temas de la
filosofía, de tal manera que los acapara, ni siquiera los comparte; y
la filosofía parece que renuncia (o se ve impelida a renunciar) a
ellos. ¿Totalmente? ¿Definitivamente?
Ortega se forma y concibe y elabora su pensamiento
en las primeras décadas del siglo, coincidentes con la génesis y el
desarrollo de estas revoluciones. Y no queda al margen, penetra en
ellas, las interpreta y, en diferentes modos y momentos, las integra en
su peculiar filosofía. De nuevo, pues, Ortega; ¡otra vez Ortega!...
pero en esta ocasión desde una perspectiva diferente y de interés
relevante: la de la física.
Ortega prestó una atención especial a la ciencia
en general y a la física en particular desde su juventud, como puede
comprobarse fácilmente leyendo su correspondencia con Unamuno. Estuvo
en Alemania, precisamente en los años en que se difunde la relatividad
especial, y consecuentemente tiene conocimiento del idioma alemán,
cuestión de significativo interés en el tema que nos ocupa. Siempre
tuvo alta consideración sobre la física, como se observa en sus
expresiones: "la física, la ciencia por excelencia", "la ciencia
física, la maravilla máxima de la mente humana", "la ejemplaridad del
pensamiento físico frente a todos los demás usos intelectuales"...
Ortega llegó a entender la ciencia como la esencia última de Europa:
"Europa es la física moderna".
Primeras
referencias a Einstein en la obra de Ortega
Antes
de que Einstein visitara España, Ortega ya
se había referido a él en sus trabajos. Algunos ejemplos de ello se
muestran en las siguientes citas:
En "Musicalia" [El Espectador,
III; OC-II, 236], 1921, había escrito: "Hoy, por ejemplo, vivimos una
hora en que es extrema la impopularidad de cuanto crean el sabio y el
artista representativos del momento. ¿Cómo podrán ser populares la
matemática y la física actuales? Las ideas de Einstein, por ejemplo,
sólo son comprendidas, no ya juzgadas, por unas docenas de cabezas en
toda la anchura de la Tierra. [...]. En un sentido más concreto solemos
decir que es difícil lo que es intrincado, complicado. Pues bien; en
este sentido es falso atribuir una peculiar dificultad a la ciencia o
al arte que hoy hacemos. En rigor, las teorías de Einstein son
sumamente sencillas, por lo menos más sencillas que las de Kepler o
Newton".
En el "Prólogo" a Teoría de la
relatividad de Einstein y sus fundamentos físicos, de Max
Born [OC-III, 303], 1922, escribió: "Las ideas de Einstein llegan a
nosotros ungidas por esa recomendación estelar. Con un radicalismo
intelectual tan característico del tiempo nuevo [...] rompe el genial
hebreo con la forma milenaria de nuestras intuiciones cósmicas. Nada
podía garantizarnos mejor que entramos en una nueva época. Muy pronto
una generación aprenderá desde la escuela que el mundo tiene cuatro
dimensiones, que el espacio es curvilíneo y el orbe, finito. [...] La
teoría de la relatividad ––este nombre es, acaso, lo menos afortunado
de ella–– lleva un germen, no sólo una nueva técnica, sino una nueva
moral y una nueva política".
No me resisto a reproducir un juicio de Ortega del
propio año 1923 sobre los científicos españoles. En Para una
topografía de la soberbia española (Breve análisis de una pasión)
[OC-IV, 464]: "Al español castizo toda innovación le parece francamente
una ofensa personal. [...] La teoría de Einstein se ha juzgado por
muchos de nuestros hombres de ciencia no como un error ––no se han dado
tiempo para estudiarla––, sino como una avilantez.".
El ensayo de
1923: "El sentido histório de la teoría de Einstein"
Ortega publica en 1923 El tema de
nuestro tiempo y con él, a modo de apéndice, El
sentido histórico de la teoría de Einstein. ¿En qué contexto
surge esta publicación? En ese momento, Einstein aparte de haber sido
laureado con el Premio Nobel de Física en 1921, se encuentra en la cima
mundial del pensamiento. España (aparte de las entonces figuras
consagradas de Torres Quevedo y de Cajal) está alcanzando un incipiente
nivel de proyección europea de la naciente ciencia que se realiza en el
Laboratorio de Investigaciones Físicas (Cabrera, Palacios, Del Campo,
Moles y Catalán), que tanto colaborará en la consideración de la época
como de edad de plata de la cultura española, incluyendo en ésta la
ciencia. Blas Cabrera publica su Principio de relatividad,
editado por la Residencia de Estudiantes, y presenta a Einstein en la
Real Academia de Ciencias.
Einstein visita España en
febrero y marzo de 1923.
La asistencia a los actos de Einstein en la capital de España
facilitará el encuentro de Cabrera con Ortega, que concluirá en una
creciente amistad y en la posterior colaboración de Cabrera en la Revista
de Occidente. Ortega traduce al español alguna conferencia de
Einstein y se relaciona con él; lo más conocido es la excursión que
realizan conjuntamente a Toledo.
En "El sentido histórico de la teoría de
Einstein", Ortega glosa la obra fundamental del físico judeo-alemán.
Para él, la física einsteiniana es realmente absoluta porque mantiene
que las leyes de la física son verdaderas cualquiera que sea el sistema
de referencia utilizado. Exhibe como nota más determinante de la teoría
el absolutismo, destacando la llamativa contradicción con su nombre
-relatividad. Decía Ortega que en la física clásica, nuestro
conocimiento es relativo porque nunca podíamos alcanzar el conocimiento
de lo absoluto. En la física de Einstein el conocimiento es absoluto,
la realidad es la relativa. El ensayo orteguiano, por su singularidad y
perspicacia, como se ha recordado, adquirió la condición de ‘clásico’
entre los textos de análisis de la relatividad. De aquí la relevancia
práctica del mismo.
Algunas
referencias posteriores
Además del referido ensayo, son muy abundantes las
referencias posteriores de Ortega a la teoría de la relatividad.
Dejemos que hable él. Veamos un muy reducido número de ejemplos
suficientemente significativos.
En Mirabeau o el político
[OC-III, 618], 1927: "Recuérdese el dicho de Einstein a propósito de la
geometría, que es un puro sistema de definiciones. ‘Las proposiciones
matemáticas, en cuanto tienen que ver con la realidad, no son ciertas,
y en cuanto que son ciertas no tienen que ver con la realidad’. La
física se parece mucho a la política, porque en ambas lo real ejerce su
imperativo sobre lo ideal o conceptual".
En ¿Por qué se vuelve a la Filosofía?
[OC-IV, 101], 1930: "Para mí el punto de más enérgica genialidad en la
labor de Einstein está en la decisión con que se liberta de este
tradicional prejuicio: cuando observa que los fenómenos no se comportan
según la ley de Euclides y se encuentra con el conflicto entre la
jurisdicción geométrica y la exclusivamente física, no vacila en
declarar ésta soberana. Comparando su solución con la de Lorentz, se
advierten dos tipos mentales opuestos. Para explicar el experimento de
Michelson, Lorentz resuelve, siguiendo la tradición, que la física se
adapte a la geometría. El cuerpo tiene que contraerse para que el
espacio geométrico siga intacto y vigente. Einstein, al revés, decide
que la geometría y el espacio se adapten a la física y al fenómeno
corpóreo".
En La rebelión de las masas,
(1930) [OC-IV, 166]: "La física de Einstein se mueve en espacios tan
vastos, que la antigua física de Newton ocupa en ellos sólo una
buhardilla. Y este crecimiento extensivo se debe a un crecimiento
intensivo en la precisión científica. La física de Einstein está hecha
atendiendo a las mínimas diferencias que antes se despreciaban y no
entraban en cuenta por parecer sin importancia [...] No subrayo que la
física de Einstein sea más exacta que la de Newton, sino que el hombre
Einstein sea capaz de mayor exactitud y libertad de espíritu que el
hombre Newton".
Más adelante [OC-IV, 219]: "Newton pudo crear su
sistema físico sin saber mucha filosofía; pero Einstein ha necesitado
saturarse de Kant y de Mach para poder llegar a su aguda síntesis. Kant
y Mach [...] han servido para liberar la mente de
éste y dejarle la vía franca hacia su innovación".
En La razón histórica [OC-XII,
270] (Lisboa, 1944): "La validez que tiene la opinión del intelectual
reside precisamente en que no es su opinión particular. El teorema que
descubre el geómetra, la ‘teoría de la relatividad’ que descubre
Einstein no es del geómetra ni es de Einstein. El autor es sólo el
primero a quien la nueva opinión se impone por su evidencia, por su
verdad".
En El hombre y la gente
[OC-VII, 142, 1957]: "Entiendo por realidad todo aquello con
que tengo que contar. Y hoy tengo que contar con el mundo de
Einstein y de Broglie. De él depende la medicina que intenta curarme;
de él, buena parte de las máquinas con que hoy se vive; de él, muy
concretamente, el futuro mío, de mis hijos, de mis amigos ––puesto que
nunca en toda la historia el porvenir ha dependido tanto de una teoría,
de la teoría intra-atómica––".
El impacto de Einstein en el joven Zubiri
(1923)
Ha llegado a mis manos recientemente una
publicación de Zubiri, del año 1923, escrita a raíz de la venida de
Einstein a España. Su título: "Teoría de la Relatividad", inserta en la
Revista El Pilar, que se editaba entonces por los
Marianistas del Colegio de "El Pilar" de Madrid, y que ha sido puesto
en mis manos por el Rvdo. P. Enrique Torres Rojas, superior de la
comunidad, que fue querido y admirado profesor de mi promoción del
Colegio de San Felipe Neri (Marianistas) de Cádiz.
El artículo que comento aquí, de especial
relevancia por la fecha, la ocasión y, sobre todo, por su contenido, se
convierte, al menos, en auténtico "primer artículo publicado por el
autor y, por tanto, también su primera publicación fuera del ámbito
estrictamente académico" y con dos años de prelación (1923 a 1925)
sobre el considerado así hasta el presente. Y digo "al menos" porque
dado que debió escribirse en marzo de 1923 podría ser incluso anterior
a la edición "semiclandestina" del Ensayo de una teoría
fenomenológica del juicio y convertirse en su primer artículo
editado (hasta, en su caso, la aparición de otro anterior). Se ofrece,
pues, la noticia de este texto así como unas primeras modestas
reflexiones en torno a él.
Contextualización
del artículo
Zubiri había nacido en diciembre de 1898. Sólo
tenía 24 años al escribir este artículo. Su tesis doctoral Ensayo
de una teoría fenomenológica del juicio no es ajena, ni mucho
menos, a la ciencia en marcha, y en ella se cita a Einstein en
numerosas ocasiones. Y se hace con bastante rigor. Es verdad que ya se
había lanzado, en 1919, la proclama del "Einstein tenía razón" por
Dyson y Eddington, tras las experiencias de Sobral (Brasil) y África. Y
también que los principales focos de pensamiento, tanto científicos
como filosóficos, dedicaban una especial atención a las revolucionarias
ideas de Einstein.
La visita de Einstein en 1923 crea sensación y,
como Ortega, Zubiri también está presente en los diferentes actos
públicos. Y su mente queda impregnada de la necesidad de las
matemáticas y de la importancia de la física; no basta con la filosofía
"filosofía". Y así al iniciarse el curso 1923-24 decide matricularse en
la Facultad de Ciencias, Sección de Matemáticas, "para mejor
capacitarse en ellas". Lo cierto, no obstante, es que no nos queda
constancia de que siguiera ningún tipo de enseñanza reglada oficial de
estudios matemáticos. En todo caso puede suponerse que Zubiri ha
asistido a los actos de Einstein en Madrid y que ha seguido las
noticias de la prensa. Y que ha prestado un interés especial.
Ideas que destaca
Zubiri de la Relatividad en 1923
La lectura, desde una perspectiva científica, del
texto de Zubiri, invita a catalogar las ideas que a éste llamaban más
la atención de las teorías de Einstein. Serían, al hilo de su lectura y
con expresiones suyas, y sin análisis crítico, las siguientes.
Con carácter general y en perspectiva histórica
destaca: "La eliminación de las fuerzas que actúan a distancia".
Ésta es, para Zubiri, "una de las mayores conquistas de la Física
teórica" y Einstein su símbolo. Y ha sido fruto de la "generalización
del principio de relatividad y su interpretación
geométrica". El artículo, brevísimo, explica el proceso histórico de la
creación de Einstein según su desarrollo: primero, la relatividad
especial; segundo, la representación del mundo absoluto
tetradimensional de Minkowski; y tercero, la relatividad general. Se
desarrollan a continuación.
La aceptación general del principio de relatividad
de Galileo y Newton referido a la invariancia de las ecuaciones de la
mecánica para sistemas de coordenadas en movimiento rectilíneo y
uniforme (principio clásico de relatividad), se completa con "La
admisión, por Einstein, sin reservas, del hecho
de la constancia de la velocidad de la luz". Así: "La teoría
trata de explicar cómo es posible el hecho de esta invariabilidad; y
para ello ha tenido que romper con inveterados hábitos de pensamiento".
Y concluye que "todas las leyes de la Naturaleza, ópticas y mecánicas,
son invariantes para sistemas en movimiento rectilíneo y uniforme".
Acerca del compuesto
espacio-tiempo expone: "En los sistemas en
movimiento el tiempo no sólo parece, sino es más lento que en los
sistemas en reposo. [...]. El espacio por el contrario es más largo
(valga la expresión) en los sistemas en reposo que en los que se mueven
[...]. Y gracias a esta variación inversa del tiempo y del espacio
permanece invariante la experiencia, la cual jamás nos muestra espacio
puro ni tiempo puro, sino el compuesto espacio-tiempo". También
justifica el acierto de Minkowski: "Y puesto que las medidas del
espacio son función del tiempo, resulta matemáticamente cómodo
considerar a éste como una cuarta dimensión de
aquél".
Respecto a la categoría de hechos asociados a los
movimientos acelerados: "Einstein no duda en afirmar el carácter
esencialmente relativo de las aceleraciones". Del hecho de la
equivalencia de masa inerte y masa gravitatoria deduce Einstein que: "La
gravitación y la inercia son dos fenómenos de idéntica naturaleza".
De esta manera: La gravitación no es una fuerza de atracción sino la
curvatura del espacio; es una fuerza que actúa por contacto y no a
distancia. Y así concluye que Einstein "llega al principio de
relatividad universal: Todas las leyes de la naturaleza son
invariantes para cualquier sistema de coordenadas".
Ortega y Zubiri: Filosofía y Ciencia
La reflexión de Ortega trasciende de la ciencia,
es filosófica, al margen de que sea verdadera o no, presenta un sentido
histórico y trasciende de ella según unas notas caracterizadoras que
van más allá de la propia física. Estas notas serán: absolutismo,
perspectivismo, antiutopismo y finitismo; es decir, caracterización
filosófica.
El punto de vista de Zubiri es otro. Habla
directamente de ciencia, de la ciencia explícita,
del contenido propio de las teorías de la Relatividad. Ha entendido la
teoría, la ha aceptado y se atreve a "vulgarizar algunas de las
principales ideas" expuestas por Einstein en sus diversas conferencias
en Madrid.
|