Han transcurrido algo más de ochenta años desde
que Albert Einstein
visitó España y el panorama científico que hoy habría encontrado es muy
distinto del que se desarrollaba en aquella época en nuestro país. En
la actualidad España tiene una importante presencia internacional en el
ámbito científico-tecnológico que nos sitúa próximos al lugar que
deberíamos tener en relación con nuestra economía.
Tras el establecimiento de la democracia, España
comenzó a
desarrollar una verdadera política científica. Anteriormente, las
principales aportaciones a la ciencia eran realizadas a través del
esfuerzo aislado de un escaso número de científicos. Con la aprobación
de la Ley 13/86 de fomento y coordinación general de la investigación
científica y técnica (más conocida como la Ley de la Ciencia) se
establece un contexto moderno y ambicioso para el desarrollo de la
actividad investigadora en España. En paralelo, el desarrollo de los
estatutos de autonomía de las Comunidades Autónomas genera nuevas
regulaciones e iniciativas a nivel autonómico que juegan asimismo un
importante papel.
La aplicación de la Ley de la Ciencia ha producido
importantes
frutos. La producción científica española ha aumentado desde 3.382
documentos en 1981 hasta 24.737 documentos en 2003, lo que supone un
incremento de más del 600%, muy superior al observado para la Unión
Europea en su conjunto (118%) y para el total del mundo (84%). La
aportación de España al total de la producción mundial constituía el
0,8% en 1981, frente al 3,1% en 2003. Este desarrollo ha sido
espectacular y es fruto del esfuerzo de una comunidad investigadora
comprometida con el desarrollo de nuestro país y del de las distintas
administraciones que en mayor o menor mediada han situado la
investigación científica y el desarrollo tecnológico como una de sus
prioridades. España es hoy la décima potencia mundial en producción
científica, acorde con la posición mundial que ocupa según su nivel de
riqueza.
Los resultados tan positivos alcanzados en el
ámbito de la
investigación científica contrastan con los correspondientes en el
contexto del desarrollo tecnológico. Cualquier indicador que tomemos en
este contexto nos confirma que el salto que se ha dado en producción
científica no se ha producido aun en producción tecnológica. Por
ejemplo, España ocupa el puesto décimo séptimo en el ranking mundial en
generación de patentes de carácter internacional, lejos del que
deberíamos tener por nuestro nivel económico. Las políticas
desarrolladas en este ámbito no han resultado ser tan eficaces y
ciertamente ésta es la asignatura pendiente de mayor envergadura que
tiene nuestro sistema de investigación científica y desarrollo
tecnológico.
Volviendo a la investigación científica cabe hacer
la reflexión de
si el aumento experimentado en la cantidad de producción ha venido
acompañado de un aumento en la calidad de las publicaciones. La
respuesta es que sí, aunque ciertamente existe un importante margen
para mejorar. De hecho, globalmente la calidad de nuestras
publicaciones se encuentra por debajo de la media mundial. En ciencia,
la calidad se asocia al impacto que una publicación posee, es decir, al
número de veces que dicha publicación es citada por otras. En el año
1981 el impacto de las publicaciones españolas estaba un 50% por debajo
de la media mundial. Hoy día se encuentra a un 5% de alcanzar dicha
media. Además, en algunas disciplinas la correspondiente media es
ampliamente superada. En la siguiente tabla se presenta una radiografía
de la producción científica española correspondiente al periodo
2000-2004.
Los
datos recogidos en esta tabla provienen del Instituto de
Indicadores de Ciencia de Filadelfia. En la primera columna se recogen
las distintas áreas científico-técnicas en las que esta institución
clasifica el conocimiento. En la segunda columna el porcentaje de
artículos científicos en los que al menos uno de los autores tiene
filiación a un centro de investigación español, relativo al total del
área. En la tercera el impacto de las publicaciones españolas relativo
a la media del área. Por ejemplo, las publicaciones españolas del área
de Química tienen un impacto un 3% superior a la media de las
publicaciones de dicha área. Sin embargo las publicaciones del área de
Biología Molecular están un 17% por debajo de la correspondiente media.
Se observa que en más de la mitad de las disciplinas el impacto es
negativo, lo que indica que, como decíamos, todavía España tiene mucho
margen para mejorar en lo relativo a la calidad de sus publicaciones
científicas.
Es satisfactorio destacar que en el área de
Física, precisamente la
disciplina de Albert Einstein, es donde España está mejor situada. La
producción científica española en el área de física está bien
equilibrada, es aproximadamente un 12,5% de la producción científica
española, un porcentaje similar al peso de esta área en el global
mundial. Sin embargo el impacto medio de sus publicaciones ha tenido un
paulatino incremento en los últimos diez años, situándose en estos
momentos un 25% por encima del promedio mundial.
Resumiendo, España juega hoy día un importante
papel en el contexto
de la ciencia internacional, muy superior al que tenía hace ochenta
años. Esto puede constatarse no solo por la producción científica, sino
también por la presencia de investigadores españoles en prácticamente
todas las grandes iniciativas a nivel internacional. Esto no solo debe
mantenerse sino que debe potenciarse. Afortunadamente, en la actualidad
la investigación científica y el desarrollo tecnológico son dos de las
más altas prioridades en la agenda política, lo que redundará no solo
en una mejora en la actividad sino en el establecimiento de mecanismos
para transformar el conocimiento en aplicaciones, contribuyendo así al
desarrollo económico y social de nuestro país. España solo podrá ser
dueña de sí misma si posee un contexto sólido para implementar el
desarrollo tecnológico. Ha demostrado que sabe hacer su labor en lo
relativo a la investigación científica, ahora queda demostrarlo en el
ámbito de la investigación técnica. Para ello deberá establecer
mecanismos para trasladar el conocimiento generado. Este es uno de los
grandes retos al que nos enfrentamos en los próximos años.
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