La ciencia en España y, en particular, la
matemática sufrió una cambio vertiginoso durante el primer tercio del
siglo XX. Las nuevas políticas de educación y las modernizaciones de
las instituciones no parecen suficientes motivos para justificar este
cambio, por lo que habrá que buscar para encontrar a los responsables
de éste entre algunos científicos, ya sean profesores de universidad o
de instituto, ya sean ingenieros de caminos u ocuparan cualquier otro
cargo, los cuales abrieron un poco más las fronteras y fomentaron un
clima adecuado para la investigación en el que ésta creció
exponencialmente y las diferencias de nivel con el extranjero se
redujeron notablemente.
Por ello creemos que es necesario hacer un pequeño
reconocimiento a estos “sabios” que realizaron un esfuerzo para
modernizar la ciencia mediante la enseñanza de las nuevas ideas y que
se encontraron, seguramente, con muchas dificultades que tuvieron que
ir superando a lo largo del tiempo. De esta forma, prepararon a las
generaciones de alumnos “tutelados” para ser capaces, no sólo de
conocer y entender la ciencia de vanguardia, sino de participar en ella
activamente con sus investigaciones. Hacemos aquí una pequeña selección
de éstos, sin pretender desmerecer a los que no aparecen.
Entre los sabios citados podemos situar, siguiendo
a González Redondo, a Ramón y Cajal (al que se le dedica parte de este
número del Pasaje a la Ciencia), a Torres Quevedo,
a Echegaray, a Torroja y a García de Galdeano (de los cuales nos
ocupamos en las siguientes líneas), a Rodríguez Carracido (al cual se
le cita en otro artículo de este número del Pasaje),
o a otros como Augusto González de Linares, Ignacio Bolívar Urrutia,
Alejandro San Martín o Francisco de Paula Rojas.
Como “menos sabios”, contemporáneos de los
anteriores y conocidos como generaciones “intermedias” se sitúan
Casares Gil, González Martí, Miguel Vegas, Cecilio Jiménez o Luis
Octavio de Toledo, del cual hacemos una pequeña reseña a continuación.
Finalmente, de los alumnos, los “tutelados” de los
anteriormente citados, hemos elegido a Estaban Terradas para citar en
las siguientes líneas, pero no podemos olvidarnos, entre otros, de Blas
Cabrera (ver el artículo de González Redondo en este mismo número), a
Ángel del Campo Cerdán, a Enrique Moles y, por supuesto, a Julio Rey
Pastor, al que se le dedica un artículo completo en la revista.
Leonardo Torres
Quevedo
Nace el 28 de diciembre de 1852 en Santa Cruz de
Iguña, Santander. Estudia bachillerato en Bilbao, donde reside su
familia. Titulado como Ingeniero de Caminos no llegó a ingresar en el
cuerpo porque prefirió pensar, trabajar, investigar e “inventar” a su
aire. Este trabajo individual lo llevó a la fama a través de sus
máquinas algébricas, transbordadores, el telekino, el ajedrecista o el
aritmómetro.
Fija su residencia matrimonial cerca de su pueblo
natal y tiene 8 hijos. Así, tras 41 años de trabajos privados, en 1893
comienza su vida científica pública presentado una memoria sobre las
máquinas algébricas. Antes, un comienzo poco exitoso con la patente en
1889 del transbordador con cables que fue rechazado en Suiza no supuso
un obstáculo para su trabajo posterior, ampliado en el campo de los
transbordadores con que en 1907 se construyera en San Sebastián el
primer teleférico de personas y en 1916 se pusiese en funcionamiento el
“Spanish aero car” en Niágara (Canadá) , el cual supuso su consagración
internacional.
Entre el fracaso de 1889 y la nueva época de los
transbordadores (1907) se dedica a las “máquinas analógicas”. Se le
subvenciona para visitar distintos países y él lo aprovecha bien, pues
en los últimos años del siglo XIX escribe una buena cantidad de
publicaciones sobre el tema que culminarán en un discurso sobre las
máquinas algébricas que escribió con motivo de su ingreso, en 1901, en
la Academia de las Ciencias de Madrid. Previamente, en 1900, un
dictamen de la Academia de las Ciencias de París, sitúa sus trabajos
sobre máquinas de calcular en primera línea a nivel mundial.
Pero, ¿qué son las máquinas analógicas? Las
máquinas de calcular analógicas son máquinas de cálculo en las que los
números se representan mediante cantidades de una o unas determinadas
magnitudes físicas (longitudes, rotaciones, ...). La ecuación
matemática se “traduce” en la máquina en ciertas posiciones o medidas
físicas; posteriormente la máquina ejecuta su proceso y devuelve otra
medida; ésta deberá ser interpretada matemáticamente. Lo que consagró a
D. Leonardo fue la solución teórica, general y completa del problema de
construcción de relaciones algebraicas y trascendentes mediante
máquinas.
Su renombre, cimentado desde hacía años con sus
diferentes trabajos sobre las máquinas algébricas, lo llevó a que en
1901 fuera nombrado director del Laboratorio de Mecánica Aplicada,
posteriormente llamado de Automática y a su nombramiento como académico
de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
También dedicó muchos trabajos a la automática o a
los autómatas. Por ejemplo, el telekino, un aparato de control remoto
usando ondas hertzianas, es decir, lo que en la actualidad llamaríamos
mando a distancia. Con este aparato pretendía manejar diversos aparatos
como dirigibles o torpedos. Más adelante en el tiempo presenta el
ajedrecista, la primera máquina capaz de jugar al ajedrez, el
aritmómetro, calificado como primer ordenador en el sentido actual y se
interesa por los dirigibles. Su sistema de dirigibles se usó en la I
Guerra Mundial por casi todas las naciones en conflicto y fueron
construidas, sólo en Francia y Gran Bretaña, unas ochenta unidades.
Con toda esta variedad de trabajos, inventos e
ideas no es de extrañar que recibiese multitud de premios y
reconocimientos y que formara parte de gran cantidad de sociedades y
academias científicas como las mencionadas anteriormente o como la
Sociedad Matemática Española.
Falleció el 18 de diciembre de 1936, en plena
Guerra Civil.
José Echegaray y
Eizaguirre (Madrid, 1832-1916)
Titulado como Ingeniero de Caminos como número
uno, mientras ejercía como tal en su primer destino en Almería, alejado
de su familia y sus amigos, dedicaba el mucho tiempo libre del que
disponía a las matemáticas y a la física-matemática, las grandes
pasiones de Echegaray, como él mismo confesaba.
De Almería volvió a Madrid para ejercer como
profesor en la Escuela de Caminos donde había estudiado y más tarde en
la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Allí publicó sus
primeros libros sobre matemáticas. También recibió su primer
reconocimiento al ser nombrado miembro de la Real Academia de Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales en 1865. El discurso de ingreso titulado Historia
de las matemáticas puras en nuestra España se ha hecho famoso
por el balance excesivamente negativo y cargado de lagunas de la
matemática española. A partir de aquí sus escritos cambiaron, dejando
de ser libros de ayuda al estudio para convertirse en trabajos de
matemáticas superiores, publicados en revistas especializadas, o como
textos de nivel no elemental.
No
duró mucho su actividad docente ya que en 1868
comienza su vida política, llegando a ser ministro de Hacienda y
Fomento y adquiriendo bastante prestigio como economista. El período
político más actio duró hasta 1874, cuando comenzó a desarrollar una
nueva actividad a la que dedicó su tiempo, la literatura. Como literato
su reconocimiento llegó en 1904 con la concesión del Premio Nobel de
Literatura. Entre sus obras literarias más conocidas figuran Locura
o Santidad (1876), El gran Galeoto (1881)
y El hijo de Don Juan (1892).
Después de esto volvió a la ciencia, la cual no
había abandonado del todo, más activamente, aunque sin abandonar la
política y ocupó diferentes cargos como político y como científico,
tales como la presidencia de la Sociedad Matemática Española y la
Sociedad Española de Física y Química.
La importancia de Echegaray en la matemática
española del siglo XX no tiene discusión. Introdujo en sus clases
textos extranjeros, estudió los problemas más difíciles del siglo XIX y
escribió infinidad de trabajos tanto de matemáticas como de
física-matemática (en su etapa final escribió unos 25 tomos de esta
materia). Sus trabajos versan sobre geometría, teoría de Galois,
determinantes o funciones elípticas. Recibió todo tipo de
reconocimientos en vida y se ha alabado su labor después de muerto.
Zoel García de
Galdeano y Yanguas
Nacido en Pamplona en 1846. Cursó, pagándose él
mismo, las carreras de Perito agrimensor, Magisterio, Filosofía y
Letras y Ciencias Exactas sucesivamente.
De profesión matemático, fue profesor de Instituto
primero y luego obtuvo la cátedra de Geometría Analítica en la Facultad
de Ciencias de la Universidad de Zaragoza.
Toda
su vida se esforzó por desarrollar la
matemática española, para lo que escribió numerosos tratados sobre
Álgebra, Geometría, Cálculo Diferencial, Teoría de Funciones, Cálculo
Integral o Teoría de Números. Aunque sus aportaciones se basan en
textos didácticos o divulgativos, el análisis de éstos prueba su
profundo conocimiento de las materias y una preocupación continua por
mantenerse formado y actualizado en todas ellas.
Fruto de este afán por elevar el nivel de la
matemática española fundó en 1891, El Progreso Matemático,
la primera revista científica dedicada exclusivamente a las matemáticas
en España.
Como matemático creativo no fue muy fértil aunque
se puede destacar que participó en los Congresos Internacionales de
Matemáticos de Zurich (1897), París (1900), Heidelberg (1904), Roma
(1908), Cambridge (1912) y Estrasburgo (1920) y además presentó varias
comunicaciones en algunos de éstos, lo que le sirvió para establecer
relaciones con diversos matemáticos europeos, utilizando esta relación
para introducir en España las matemáticas más recientes: teoría de
conjuntos de Cantor, integral de Lebesgue, geometría algebraica, ...
A pesar de todos estos esfuerzos, la aceptación de
García de Galdeano como matemático de reconocido prestigio fue antes en
el extranjero que en España. El reconocimiento internacional que obtuvo
al ser nombrado miembro, en 1899, del comité de la revista L'Enseignement
Mathématique no lo obtuvo en España hasta que en 1916 fue
nombrado presidente de la Sociedad Matemática Española.
Falleció en Zaragoza en 1924.
Eduardo Torroja y
Caballé
Nacido
en Tarrogona el 1 de febrero de 1847.
Estudió bachillerato en Tarragona y se trasladó a Madrid a cursar sus
estudios superiores, donde se tituló en Ciencias y en Arquitectura y se
doctoró en Ciencias en 1873. Ese mismo año obtuvo la cátedra de
Complementos de Álgebra, Geometría, Trigonometría y Geometría Analítica
en la Universidad de Valencia y al año siguiente la de Geometría
Descriptiva en la Universidad Central de Madrid. Fue vicepresidente de
la Sociedad Matemática Española muchos años.
Publicó varios libros y escribió en diversas
revistas científicas, sobre todo en El Progreso Matemático.
Se propuso actualizar las matemáticas en España, para lo que importó
todo lo que le parecía interesante, centrando su actividad, sobre todo,
en la geometría sintética de von Staudt, ampliando los conceptos de
Chasles y la convirtió en la geometría “oficial” española.
Murió en Madrid en 1918.
Luis Octavio de
Toledo y Zulueta
Nace en Madrid el 2 de septiembre de 1857. Estudia
Ciencias Exactas en esta misma ciudad. A partir del año 1882 empieza a
conseguir diferentes puestos en diversas ciudades hasta que en 1898
obtiene la cátedra de Análisis Matemático en la Universidad Central.
Ocupa diversos cargos a lo largo de su vida, entre ellos presidente de
la Asociación española para el Progreso de las Ciencias. Juega un papel
fundamental en la creación de la Sociedad Matemática Española en 1911,
y se le nombra presidente en 1924.
Sus aportaciones a las matemáticas se concretan en
numerosas publicaciones en revistas nacionales y textos
histórico-biográficos y sobre enseñanza. No se prodigó en la
investigación y tampoco quiso hacerlo, prefiriendo ser transmisor y
divulgador. Hay que destacar que fue el primero en introducir la teoría
de formas en España mediante un libro titulado Elementos de
la teoría de formas en 1899.
Murió en Madrid el 18 de febrero de 1934.
Ventura Reyes y
Prósper
Nació
en Castuera (Badajoz) el 31 de mayo de 1863.
Estudió en Madrid Ciencias Naturales obteniendo el premio
extraordinario de licenciatura. Su trabajo Catálogo de las
aves de España, Portugal e Islas Baleares le sirvió para
obtener el premio extraordinario de doctorado y felicitaciones
internacionales. Además publicó sobre fósiles y moluscos. Todo ello lo
llevó a formar parte de distintas sociedades internacionales de
ornitología, astronomía y física.
Su vida laboral se centró en la docencia de Física
y Química en Institutos de Teruel, Albacete, Jaén, Cuenca y Toledo. En
1907 obtuvo la cátedra de matemáticas de instituto en Toledo y la ocupó
hasta su jubilación.
En 1887 viaja a Alemania y conoce a Felix Klein y
a Ferdinand Lindermann y comienza su interés por las matemáticas,
especialmente por la lógica matemática y, fundamentalmente por las
geometrías no euclídeas. Sobre éstas, Reyes publica dos artículos en la
revista internacional Mathematische Annalen, los
cuales no tendrían la mayor importancia de no ser por el hecho de que
son las dos únicas publicaciones en revistas internacionales de
prestigio que realizan matemáticos españoles antes del siglo XX.
Falleció en Toledo en 1922.
Esteban Terradas Illa
El 15 de septiembre de 1883 en Barcelona nace
Esteban Terradas Illa. Su infancia, tras la muerte de su padre,
transcurre en Berlín hasta que a los trece años regresa a Barcelona. Se
trasladó a Madrid para poder cursar los estudios de doctorado que
completó por duplicado, un primer doctorado en Física, su verdadera
pasión, y otro en Ciencias Exactas. Esta doble titulación estuvo
motivadas, posiblemente, por el nombramiento de José Echegaray como
catedrático de Física Matemática en Madrid, cargo al que aspiraba
Terradas, lo que provocó que sus intenciones se dirigieran a la cátedra
de Mecánica Racional de Zaragoza, y con ello se vio obligado a
doctorarse en Matemáticas. No fue por ello una memoria de poca calidad,
sino que al contrario, el tema tratado, la dinámica de hilos, que era
un tema de vanguardia a nivel internacional estudiado, por ejemplo, por
Felix Klein, y Terradas lo trató de forma original y se ocupó de él
durante diez años.
En 1907 obtuvo la cátedra de Acústica y Óptica de
Barcelona y, así, por primera vez, “un profesor de Física avanzada en
Barcelona tenía realmente una formación adecuada” (A. Roca).
Su
vida no se redujo a la enseñanza y la
investigación académica, ocupó cargos directivos en empresas
tecnológicas de teléfonos, de ferrocarriles, de metro. Se puede
destacar que fue ingeniero de la ITT (International Telephone and
Telegraph Corporation) y director del Patronato del Instituto Nacional
de Técnica Aeronáutica.
Pero su verdadera pasión fue la Física y en
particular a Física Matemática. Intervino en la llegada a España de las
teorías que a principios del siglo XX surgieron, la Teoría Cuántica, la
Mecánica Estadística y la Teoría de la Relatividad. Sobre ellas,
investigó, publicó y enseñó, compaginando su actividad en la empresa
privada con su vida académica.
Viajó a Sudamérica, a Argentina, en el período de
la guerra civil, donde continuó su labor docente y empresarial, siempre
aplicando sus conocimientos científicos al desarrollo de la técnica. A
su vuelta a España fue elegido miembro de la Real Academia de las
Ciencias y continuó su labor hasta su muerte en 1950.
Hay que señalar que la figura de Esteban Terradas,
a pesar de no ser muy conocida, fue fundamental para el proceso de
desarrollo científico y técnico en la España del siglo XX.
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