Indudablemente Wolfgang Amadeus Mozart ha sido uno
de los grandes
genios de la humanidad con una inteligencia excepcional. Desde los
primeros años de su vida destacaron sus prodigiosas dotes musicales: a
los seis años ya era un interprete avanzado de instrumentos de teclado
y un magnífico violinista a la vez demostraba una extraordinaria
capacidad para la improvisación musical y para la lectura de las
partituras. A esos años se remontan sus primeras composiciones, que aún
hoy día se siguen interpretando. Para explicar esta extraordinaria
capacidad intelectual se ha llegado a sugerir que el ambiente musical
en el que vivió Mozart desempeñó un papel trascendental; Leopoldo, su
padre, era un buen músico y su madre, también hija de músico,
proporcionaría un contexto musical en el que creció el compositor.
Doscientos años después de la muerte de Mozart, la
revista Nature, una de las más prestigiosas del
mundo científico, publicó en 1993 un artículo titulado Música
y ejecución de tareas espaciales
en la que se daba a conocer los resultados de un experimento
sorprendente en relación a la música de Mozart. Tres grupos de
individuos adultos se expusieron a condiciones distintas. Uno escuchó
durante diez minutos la Sonata para dos pianos en re mayor K448 de
Mozart; otro escuchó una grabación con instrucciones para relajarse
durante el mismo tiempo; el tercer grupo estuvo en absoluto silencio.
Inmediatamente después los participantes en el experimento debían
realizar tareas que medían su inteligencia espacial; se trataba de
pruebas que consistían en averiguar la forma que tendrían unos pedazos
de papel tras doblarlos y cortarlos de una manera específica. Los
resultados fueron sorprendentes porque el grupo que había escuchado la
música de Mozart obtuvo mejores resultados que los otros dos.
Lamentablemente este efecto de mejora no se extendía más allá de diez o
quince minutos después de escuchar la música. A este efecto sobre la
inteligencia se le llamó Efecto Mozart. Y aunque
posteriormente
hubo una cierta controversia, otros investigadores confirmaron que
escuchar la sonata K448 producía un incremento de la capacidad de
razonamiento espacio-temporal.
Albert Einstein, uno de los grandes genios de la
humanidad y cuyas
teorías tratan principalmente sobre el espacio y el tiempo, también era
un buen violinista y un gran aficionado a interpretar la música de
Mozart. Llegó a señalar que la sonata K 448 era una de las más
profundas y maduras de todas las composiciones escritas por el
compositor. Se dice que acostumbraba a escucharla en sus momentos más
creativos.
Hay otros experimentos que confirman la relación
entre música e
inteligencia. En uno de ellos se hicieron dos grupos de niños; uno de
ellos recibió clases de piano y aprendió a tocar melodías simples,
mientras que los del otro grupo estudiaron informática. Tras seis
meses, los músicos mostraron unos resultados un 30% mejores en pruebas
de razonamiento espacial que los que habían estado trabajando con
ordenadores.
Los resultados no solo se han comprobado en los
seres humanos.
También se han demostrado en animales de laboratorio. En otro
experimento se hicieron varios grupos de ratas que se sometieron
durante su periodo embrionario y los sesenta días después de su
nacimiento a distintos tratamientos. A unas se les puso la sonata K448;
a otras músicas diferentes, ruido blanco o silencio. Posteriormente se
pusieron todas en laberintos. Aquellas que habían escuchado a Mozart
encontraban antes la salida que el resto. La música del genial
compositor parecía también aumentar la inteligencia de las ratas.
También se ha comprobado que ratas con hipertensión arterial expuestas
a música de Mozart experimentan una disminución de la tensión.
Otro efecto relacionado con la música de Mozart
tiene que ver con
enfermedades como la epilepsia. Se ha comprobado que en 23 de 29
pacientes con esta enfermedad el electroencefalograma mostraba una
mejora en la actividad cerebral cuando escuchaban la sonata K448. En
otros casos la música de Mozart ha reducido la gravedad de las crisis
que experimentan estos enfermos.
Se ha investigado si es únicamente la sonata K448
de Mozart tiene
este efecto. No es así; se ha encontrado en otras obras de este
compositor, como el concierto para piano número 23, K488, y en algunas
composiciones de Bach o de algún músico actual. Cuando se ha analizado
la música de estas obras se ha encontrado que tienen una periodicidad a
largo plazo, es decir, formas de ondas que se repiten regularmente pero
espaciadas en un rango que oscila de 10 a 60 segundos; estas no están
presentes en otras composiciones. También parece que tienen alguna
importancia determinadas notas como el Sol (196 Hz), el Do (523 Hz) y
el Si (987 Hz).
Una explicación para los resultados obtenidos tras
escuchar
determinada música puede radicar en el modo en el cual la música y el
razonamiento espacial son procesados dentro del cerebro. Los estudios
llevados a cabo con determinadas técnicas como la resonancia magnética
nuclear o con pacientes con lesiones cerebrales localizadas han
demostrado que escuchar música activa una amplia variedad de zonas
cerebrales, como la corteza auditiva y otras zonas relacionadas con las
emociones. En el caso de la música de Mozart activa otras áreas que
coinciden con aquellas que se estimulan cuando se llevan a cabo tareas
que requieren un razonamiento espacio-temporal. Ambas zonas se solapan,
es decir, coinciden con las anteriores lo que podría explicar el efecto
de la música de Mozart.
A pesar de los datos y experimentos que demuestran
el efecto Mozart,
aún hay quién lo pone en duda y piensa que los efectos beneficiosos no
se deben a una activación neuronal debida a determinadas obras
musicales, sino a cambios en el estado de ánimo de las personas
inducidos por la música. Pero esto no sería aplicable al caso de los
animales de laboratorio, en los que también se ha demostrado. Sea
cierto, como parece, o no, lo que es indudable es que la música tiene
efectos beneficiosos para los seres vivos a muchos niveles y,
concretamente, la música de Mozart puede favorecer nuestro desarrollo
mental. Para conocer realmente el efecto Mozart y a qué se debe son
necesarias más investigaciones. Mientras tanto, escuchemos la música
del genial compositor y desarrollemos nuestra inteligencia.
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