Breves
notas biográficas
Fernando de Tapia y Castilla nació en Alcalá la Real, el 25 de julio
de 1749, y fue bautizado en la iglesia de Santo Domingo de Silos. Fue
hijo único de Manuel de Tapia y Sevilla y de María Lorenza de la Cruz y
Aranda. Durante los primeros años de su vida vivió en la calle Los
Caños, hoy Miguel de Cervantes.
Fernando de Tapia se casó con Margarita
Gutiérrez, y tras su boda
debieron vivir fuera de Alcalá, quizá viajando por el extranjero.
Probablemente fuese durante estos viajes cuando adquirió la cultura del
verdadero ilustrado que fue y los conocimientos teóricos y prácticos
necesarios para la construcción de los relojes. El matrimonio tuvo
únicamente un hijo, Pedro.
Tapia desarrolló una importante labor en
la vida política. Fue
alcaide de la Torre de Fuente Álamo y designado por el rey regidor
perpetuo de Alcalá la Real a la edad de 39 años. Fue uno de los ediles
que durante más tiempo permaneció en su cargo. Se jubiló en 1834,
conservando todas las prerrogativas de su oficio, cuando contaba la
edad de 84 años y 45 años de servicio.
Fernando de Tapia vivió una etapa
importante de la historia de
España, la comprendida entre los reinados de Carlos III e Isabel II,
con algunos de los cuales se relacionó a través de sus relojes. Durante
la invasión francesa fue corregidor interino del gobierno francés.
Don Fernando murió en 1841, a la edad de
92 años. Su fallecimiento
aparece registrado en las últimas páginas del libro VI de defunciones
de la parroquia de Santo Domingo de Silos. Residía entonces en la calle
Veracruz. Una lápida en la fachada de la que era su casa le rinde
homenaje.
Tapia, relojero
Fernando de Tapia es
conocido fuera de Alcalá la Real gracias a su fama como mecánico
relojero. Sus obras, además de presentar un magnífico acabado,
mostraban una gran precisión en la medida del tiempo. El diseño de sus
relojes ha hecho que en la actualidad sean considerados como auténticas
obras de arte. No se sabe como Fernando de Tapia aprendió el arte de la
relojería aunque probablemente lo hiciera en algunos de sus viajes. Sí
hay constancia de que sus creaciones llegaron hasta los distintos
monarcas que reinaron a lo largo de su vida. Concretamente parece que
entregó a los distintos reyes un total de cinco relojes, tres de
sobremesa y dos de bolsillo.
Tapia estaría en torno a los 30 años
cuando construyó el primer reloj del que se tiene constancia. En 1779
presentó a Carlos III un mecanismo, que, además de las horas, también
marcaba las fases de la Luna. El monarca, en agradecimiento, le puso al
frente de la Real Escuela de Relojería, cuya sede se estableció en
Málaga. Tapia consideraría posteriormente ese reloj como una obra de
juventud, construida, en sus propias palabras, sin educación. En 1784,
a la edad de 35 años, presentaría dos nuevos relojes, en esta ocasión a
Carlos III y a su hijo, el futuro Carlos IV.
Fernando de Tapia abandonó la dirección
de la Real Escuela de Relojería en 1789 puesto que el clima de Málaga
no beneficiaba a su salud. En 1798 volvió de nuevo a Alcalá la Real y a
partir de entonces comenzó a participar en la vida política. Saldría en
pocas ocasiones de esta ciudad, principalmente para visitar la corte o
para tratar en Madrid asuntos relacionados con la relojería.
A los sesenta años, Fernando de Tapia
volvió a ofrecer sus obras a Fernando VII, a quién seguía considerando
rey a pesar de haber abdicado en José Bonaparte. En la dedicatoria de
un libro de relojería escrito en 1809 se puede leer como Tapia ofrece
al rey aquella obra y algunas máquinas originales. Hubo de esperar
hasta el regreso de Fernando VII a España, en 1815, para ver cumplidos
sus deseos y ofrecer personalmente sus relojes al rey. Parece ser que
la audiencia tuvo lugar el 25 de julio, el mismo día en que Tapia
cumplía 66 años. Guardia Castellano, en su obra Leyendas y notas para
la historia de Alcalá la Real, refiere una historia, probablemente
apócrifa, referida a este episodio. Cuenta que presentó dos relojes a
Fernando VII y los desmontó en presencia del relojero real, quien fue
incapaz de volverlos a montar. Éste incluso llegó a sustraer dos piezas
para evitar que funcionasen, circunstancia que no impidió que Tapia los
volviese a poner en funcionamiento tras verse en la necesidad de
fabricar las piezas que fueron sustraídas.
Son pocos los relojes que se han conservado de don Fernando de Tapia.
Recientemente se ha reconocido su autoría en un reloj de sobremesa con
una concepción y diseño verdaderamente originales. En su cara frontal
muestra las horas y los minutos en una esfera de 24 horas, las fases de
la Luna y dos discos, uno para seleccionar la melodía del carillón y
otro para el silenciador. En su fachada lateral izquierda muestra el
calendario, con los días de la semana y del mes, mientras en la derecha
presenta una escala para el día lunar y otra para los signos del
zodiaco. Pero sin duda, la obra más importante de Tapia es el reloj de
las Casas Consistoriales de Alcalá la Real, al que nos referimos
seguidamente.
El reloj del
Ayuntamiento del Alcalá la Real
Sin
lugar a dudas, el reloj más conocido de Fernando de Tapia es el que
domina la Casa Consistorial de Alcalá la Real. Su construcción fue
aprobada por el Cabildo Municipal de Jaén el 26 de mayo de 1791. Tapia
lo concluyó en 1803, a la edad de 53 años y su realización requirió
doce años de trabajo. Su coste excedió lo presupuestado y por ello, en
1800, se pidió un informe sobre la viabilidad del proyecto a José María
Coronas, maestro relojero. Éste reconoció en sus conclusiones el
talento de Tapia y el gran conocimiento que tenía del arte de la
relojería.
El
reloj del ayuntamiento es de
cinco registros. Por registros, en relojería, se entienden las
diferentes funciones que puede desarrollar uno de estos mecanismos. En
este caso, el reloj señala las horas, los minutos, puede sonar marcando
las horas, las medias y, por último, muestra las fases de la Luna.
El
reloj dispone de dos campanas que
tienen nombre propio. La mayor, encargada de marcar las horas, se llamó
María de las Mercedes y se fundió en 1792. La pequeña, conocida como
JHS-María, es la encargada de señalar las medias y procedía de la Mota.
La obra escrita de
Tapia
Tapia
escribió sobre la técnica de
construir relojes aunque prácticamente no se ha conservado nada. Su
obra más ambiciosa, "Conocimientos
prácticos en el honesto y delicado exercicio de la Reloxería o modo
fácil de aprender ese proceso en poco tiempo y sin necesidad de maestro",
fue inicialmente proyectada en tres volúmenes, de los que sólo se han
conservado las primeras 71 páginas; éstas comprenden la dedicatoria al
rey, a la que antes se ha hecho referencia, el prólogo y los
planteamientos iniciales. En estos escribió sobre la utilidad de la
relojería, sobre las medidas para la fabricación de instrumentos,
matemáticas, etc. La portada, impresa, lleva la fecha de 1809, en plena
invasión francesa. La obra se planteó en tres volúmenes:
Tomo
I. Trataría de los instrumentos
necesarios para construir un reloj y una descripción de las partes de
un reloj, representadas en la escala adecuada.
Tomo
II. Tratado de los relojes de
torre, con los cálculos adecuados para fabricarlos nuevos. Adecuación a
las observaciones astronómicas.
Tomo
III. Tratado de relojes
simples, de relojes con diarios, despertador, etc. También de cómo
fabricar las piezas y pulirlas para un buen acabado. Tendría un último
capítulo dedicado a explicar como conservar, limpiar y ajustar el reloj
al tiempo solar.
Escribió
Tapia posteriormente otra
obra en la que planteaba una nueva solución al problema de colocar en
un reloj una esfera que mostrase las fases de la Luna. Se comenta a
continuación.
Fernando de Tapia y
el problema de la Luna
El
reloj que Fernando de Tapia
presentó al rey Carlos III tenía una esfera que indicaba las fases de
la Luna. Colocar en un reloj una esfera que indicase el aspecto
cambiante de la Luna a lo largo de los días presentaba una cierta
dificultad ya que la duración del ciclo lunar, que entonces se estimaba
en 29 días y medio aproximadamente, no era múltiplo exacto de la
duración del día. Este periodo de tiempo, el que transcurre entre dos
fases exactamente iguales y consecutivas de la Luna, es lo que se
denomina mes sinódico. La solución que se aplicaba era acoplar una
esfera con 59 dientes, el doble de 29,5 días, a la rueda de las horas.
Puesto que ésta da dos vueltas cada día, se conseguía que la lunar
diese un giro completo cada mes sinódico. La esfera lunar se solía
construir con dos representaciones de la Luna sobre ella.
En
1810 Tapia emprendió la edición
de un breve ensayo que probablemente tampoco llegara a imprimirse, pero
del que se conserva, al parecer una prueba de imprenta. Tiene 20
páginas y trata de dar solución al problema de cómo acoplar el
movimiento de la Luna a un reloj, de modo que se ajuste perfectamente a
la duración del ciclo, ya que Tapia había observado que no se cumplía
con exactitud con una rueda de 59 dientes para dos ciclos. Su título es
"Nuevo método sobre el
modo de poner
la Luna en toda clase de relojes de ruedas con exactitud, y sin el
herror que hasta ahora se ha observado".
Tapia
comienza su obra describiendo
algunas de las características astronómicas de la Luna: sus
conjunciones, sus fases, los eclipses y su papel en las mareas. También
comenta su importancia para fijar determinadas fechas litúrgicas, como
sucede con la Semana Santa, que se celebra en el primer plenilunio de
primavera. Seguidamente aborda el problema de la duración del mes
sinódico.
Hasta
entonces se había considerado
que la duración de un ciclo lunar era de 29 días y medio, periodo de
tiempo que Tapia ya indicaba como inexacto. El valor más exacto
estimado en su época era de 29 días, 12 horas y 45 minutos. El valor
medio de la lunación que se considera en la actualidad es de 29 días,
12 horas, 44 minutos y tres segundos.
Para
Tapia, puesto que la esfera
lunar completaba una vuelta cada 29,5 días, habría un error de 45
minutos por cada ciclo. La corrección de este error con el mecanismo
habitualmente utilizado entonces suponía tener que adelantar la esfera
de la luna un diente cada 16 meses. El error acumulado en este periodo
de tiempo sería de 720 minutos (45 minutos en cada mes lunar por 16
meses), equivalente a las doce horas que tarda un diente en avanzar.
Partiendo
de la duración más exacta del mes sinódico estimada en la época de
Tapia, la comentada de 29 días, 12 horas y 45 segundos, Tapia propone
un nuevo cálculo en el que hay que considerar dos lunaciones completas,
que cumplen su curso en 59 días, 1 hora y 30 minutos; este lapso de
tiempo, expresado en minutos, hace un total de 85.050 minutos.
El
nuevo mecanismo propuesto por
Tapia constaría de tres ruedas. Una primera de 48 dientes estaría unida
al piñón que indica las horas y daría una vuelta completa cada doce
horas, al igual que la manecilla de las horas. En los dientes de esta
primera se engastaría una segunda rueda, ésta con 63 dientes. En su
centro, se coloca una rueda con un único piñón, de modo que cuando
avance una vuelta completa haga avanzar únicamente un diente de la
tercera rueda. Esta última es la que llevaría la Luna, y constaría de
90 dientes.
Repasemos
los cálculos. La primera
rueda da una vuelta completa cada 12 horas y tiene 48 dientes. Pasando
las horas a minutos, cada diente tarda en avanzar (12 x 60)/48 dientes,
lo que equivale a 15 minutos. Cada quince minutos avanza un diente de
la segunda rueda; como tiene 63 dientes, completa una vuelta en 63 x 15
minutos, lo que equivale a 945 minutos. Puesto que esta rueda tiene un
piñón central con un sólo diente, cada 945 minutos hará avanzar un
diente a la tercera, la de la Luna, que lleva 90 dientes. Completará
una vuelta en 945 minutos x 90 dientes, lo que equivale en total a los
85.050 minutos que duran dos lunaciones. Para solucionar este último
problema, la esfera lunar debería llevar engastada dos esferas lunares,
diametralmente opuestas, cada una de las cuales se mostraría durante un
ciclo lunar.
Tal
y como se demuestra en los
cálculos de Tapia, su diseño mejoraba sensiblemente la exactitud de los
relojes lunares de época de Tapia. Sin embargo, no se tiene constancia
de que Don Fernando llegara a aplicarlo a ninguno de sus relojes.
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