Acabábamos
el curso pasado cuando se iniciaba la conmemoración del octogésimo
aniversario de la reunión del grupo poético que dio lugar a lo que
posteriormente se llamó la generación del 27. Otro evento científico
cumplía su centenario en 2007, la constitución de la Junta para la
Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas que tanta
importancia tuvo en el renacer científico de principios del siglo XX,
lo que posteriormente se ha denominado la Edad de Plata de la cultura
española.
En ese momento, los que hacemos esta revista,
decidimos sumarnos a
esa efeméride e inscribimos en el registro de la Consejería de
Educación una actividad que llamamos De Ciencias y letras: el
ambiente científico de la generación del 27.
Así, decidimos tratar las instituciones, la enseñanza, la filosofía y,
lo que era más importante, la relación entre las Ciencias y las Letras.
Tampoco queríamos olvidar, como hemos hecho en los últimos números, la
ciencia y la técnica en esta Alcalá la Real.
Nuestro punto de partida -no podía ser de otra
forma- de nuevo
volvía a ser don Santiago Ramón y Cajal, nuestro insigne premio Nobel,
quien unió a su enorme producción científica una espléndida obra
literaria. Esta última, principalmente, ha sido tema habitual de
conversación en nuestras reuniones; a través de su obra hemos ido
descubriendo la amplia personalidad del sabio e incluso hemos
transmitido esta inquietud a nuestro alumnado. Los Cuentos de
vacaciones han sido leídos por nuestros alumnos mayores
mientras los más pequeños se han acercado al joven Cajal a través de El
pintor de las neuronas,
adaptación novelada de sus vivencias de juventud. Nuestros artículos,
modestamente, se unen a los de grandes especialistas en la obra de
Cajal que han tenido a bien colaborar con nosotros y acercarnos a la
vida y al quehacer de don Santiago.
Pero nuestra mayor honra ha sido poder reproducir
en Pasaje a la Ciencia
un texto inédito de don Santiago Ramón y Cajal; nuestra portada
reproduce su imagen con un poema suyo, nunca antes publicado, escrito
precisamente cuando tenía la edad de nuestros alumnos y estudiaba en el
instituto de Huesca. Esto nunca hubiera sido posible sin la
desinteresada y amable colaboración de los Herederos de Ramón y Cajal,
especialmente de doña María Ángeles Ramón y Cajal, quien también ha
tenido a bien contribuir en este número con un artículo.
Estamos
seguros de que nunca le cupo tanto honor a una revista escolar como la
nuestra. En nombre de nuestro instituto, gracias, doña María Ángeles.
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