Pasaje a la Ciencia
Números publicados
|
Inicio->Número 11 (junio 2008)->Ciencia
y Literatura
Breve teoría
Me parece percibir cómo mis lectores se extrañan
del título, creyendo que intento inventarme una relación entre ciencia
y literatura, como algo que sólo se le puede ocurrir a los escritores,
fruto de su invencible imaginación, mientras que la teoría y el número,
o sea, la exactitud, rige el imperio de las ciencias.
A primera vista parece razonable ver la ciencia y
la literatura como dos materias contrarias. Esta visión tiene cierto
fundamento: el escritor se ocupa de conmovernos con mundos imaginados;
el científico intenta descifrar el mundo real. Inteligencia y emoción
serían independientes, por tanto, con lo que las relaciones entre
ciencia y literatura serían impensables. Pero esto no está tan claro,
al menos, no tan diferenciadamente. Porque sólo hay que darse un paseo
por la ciencia y la literatura y se podrá comprobar que muchas obras
literarias dirigen miradas profundas a la realidad, mientras que
grandes avances científicos redefinen los límites de la imaginación. No
es descabellado pensar, pues, que las dos disciplinas puedan establecer
relaciones de tipo general.
El origen de la división entre creadores y sabios,
aceptada como normal, tiene su origen en la antigua Grecia. Homero era
el sabio y el científico a seguir precisamente por ser poeta. En los
versos de Homero se despertaba la ambición de ser y de conocer y eran
seguidos como ejemplo moral y manual de vida para los griegos. Viene
Platón y dice que no, que es inaceptable que Homero, un poeta, sea
tenido como sabio y como científico. Entonces lo expulsa de su "polis"
(ciudad) ya que, para él, los poetas eran unos "mentirosos"
(fantasiosos) que nada tenían que ver con los filósofos y científicos,
que eran los “verdaderos”. Así se inaugura la oposición entre los
poetas (que dominan los sentimientos), los filósofos (que organizan las
ideas) y los científicos (que investigan los rincones del mundo natural
y fijan las leyes y números del universo). La disputa se amplió después
pasando a dividir las dos grandes áreas de humanidades y ciencias y
colocando una barrera entre el corazón y el cerebro.
Pero después, ya con los helenistas, se rompen las
barreras y ciencia y literatura se abrazan nuevamente. Pensemos, por
ejemplo, en el Renacimiento, en donde Leonardo de Vinci representa el
ejemplo más evidente del poeta, pintor, médico, escultor, biólogo,
físico, etc… Y se afirma rotundamente aquello de que el saber es uno.
Tiene que llegar el XIX para que la fractura entre
ciencia y literatura se consolide y se considere finalmente aceptada.
El positivismo científico, la industrialización y el romanticismo
sociológico deslindan los campos de la literatura y de la ciencia dando
-además- mayor prestigio a los científicos, consideración que no sé por
qué se ha ido aceptando sin más argumentos. En todo este tiempo, se ha
tenido como principio que la ciencia iba dirigida a descubrir la
verdad, mientras que la poesía pretendía la belleza. Esta brecha entre
intelectuales y científicos domina hasta hoy en día, notándose cierta
“disposición” a establecer algún abrazo entre ellas. Colaborar en ese
propósito es el modesto motivo de estas páginas.
Sé que estoy simplificando mucho la cuestión, pero
este trabajo no pretende exponer grandes teorías, sino ofrecer un punto
de reflexión a nuestros estudiantes, jóvenes y adolescentes. ¿Acaso la
imaginación literaria no es un acercamiento a la realidad y un estudio
de ella? ¿No necesita la investigación científica cada vez más de la
imaginación? ¿Se conoce la realidad sólo a través del entendimiento?
¿No crean también los inventores y descubridores?
Ya Edgar Alan Poe, un gran novelista romántico, se
atreve a decir que “cuando la ciencia llega hasta el borde mismo del
conocimiento, necesita imaginación más que otra cosa, y la imaginación
la tiene que recoger de la poesía”.
El crítico francés Roland Barthes, en su ensayo
"Literatura versus Ciencia", sostiene que la diferencia insalvable
entre ciencia y literatura es el lenguaje. Y así dice que “mientras
para la literatura el lenguaje constituye su propio mundo, para la
ciencia sólo es un simple instrumento”. Pero, entonces, ¿cómo explicar
los distintos tipos de literaturas científicas (ciencia ficción,
gastronómica, ecologista, alquimista, económica, etc…)?
¿Acaso los escritos (científicos) de Galileo,
sobre todo los párrafos en que describe la luna, no son auténtica
literatura? ¿Cómo explicar que Baroja llegue a la novela a pesar de su
formación médica, o que León Felipe construya sus poemas desde su
condición de farmacéutico? Hay cientos de ejemplos de cómo ingenieros,
arquitectos, matemáticos, biólogos, etc. han cultivado la literatura.
Literatura y ciencia, es cierto, tienen campos
diferentes, pero ambos comparten la imaginación quizás porque, a veces,
aunque las miradas son distintas, los grandes misterios convergen en el
mismo foco; tal vez porque, en definitiva, “todo lenguaje científico es
metafórico”, idea que nos brinda Italo Calvino, uno de los grandes
críticos del pensamiento del siglo XX.
Así que no, no es tan descabellado pensar en una
“amistad” entre ciencia y literatura. ¿Y no creéis que sería deseable?
Pero la cuestión se hace mucho más razonada si leemos el siguiente
apartado.
|
Literatura de la ciencia = Ciencia ficción
Cuando llegamos a la era de la comunicación, la
ciencia se da cuenta
de que tiene que salir del laboratorio y ser divulgada entre el público
en general. Un público que no entiende la terminología científica ni
las fórmulas de la astrofísica. Y entonces no hay más remedio que echar
mano de los literatos. Entonces, la literatura presta su lenguaje al
campo de la divulgación científica, y así nace la literatura de la
ciencia, que dará una de las manifestaciones literarias más importantes
de la sociedad actual.
El primer gran escritor moderno de la ciencia se
llamó Julio Verne,
quien realizó una impresionante labor como divulgador científico,
fomentando el interés por la ciencia a través de la herramienta que
mejor dominaba, la literatura. Dedicará más de cuarenta años de
producción literaria a una sola tarea, la de expresar los avances
científicos y tecnológicos de su tiempo a través de sus relatos.
La mayoría de las veces se le recuerda como el
gran fabulador sobre
el submarino, el helicóptero, el teléfono, el fonógrafo, etc., pero
esto no es cierto. Las novelas de Verne tienen menos ficción de lo que
a primera vista parece y, desde luego, no se adelantó a los avances de
la ciencia como –a veces- se dice. Su verdadero mérito fue su gran
proyecto de novelar la ciencia y ahí sí resultó ser un verdadero
renovador, superando así cualquier intento anterior a él.
Comentemos brevemente, por ejemplo, sus Viajes
extraordinarios. Son
relatos científicos que tratan de resumir todos los conocimientos
geográficos, geológicos, físicos y astronómicos amasados por la ciencia
moderna. No sólo porque los protagonistas de sus aventuras son los
científicos, los ingenieros y los industriales sino porque, sobre todo,
sus relatos están basados en misterios científicos a los que da
soluciones científicas, a través de un argumento que sigue al pie de la
letra el método científico. Julio Verne eleva el maquinismo y la
tecnología a su máximo nivel, y dirige al hombre nuevo del XIX hacia el
progreso. El autor consigue explotar la Tierra, dominar la distancia y
el tiempo y colocar el planeta en las manos del hombre.
A
lo largo de los Viajes Extraordinarios van
apareciendo las
diversas ramas del saber científico del momento: la botánica, zoología,
geología, mineralogía, etnografía, paleontología, astronomía, y en
menor grado la física, la óptica, electricidad, química, matemáticas,
etc. Pero sobre todo la geografía, la ciencia que mejor respondía al
nuevo gusto romántico de la época. No es una geografía que se limita a
describir el mundo, sino la geografía entendida como la gran aventura
del hombre para la construcción política y humana en beneficio del
propio hombre.
¿Y qué decir de Isaac Asimov, o E. Punset o
A.Clarke?
Isaac Asimov, escritor y bioquímico, dirige una
importante serie de
ciencia-ficción en donde, con gran visión de futuro, mezcla tecnología
y sociología. Recordemos que participó, como escritor, en ‘Venture
Science Fiction’, y cubrió el lanzamiento del Sputnik en 1957. Su
dedicación a la ciencia hizo que en 1981 nombraran a un asteroide con
su nombre (5020 Asimov).
Otro ejemplo final sería la gran "invención"
científica de A. Clarke
(1945), cuando predice en sus novelas la comunicación mediante
satélites geoestacionarios.
|
Literatura para pensar sobre la ciencia
Como profesor que he sido durante 40 años, me
interesa que este breve estudio tenga alguna aplicación escolar.
También viene a cuento porque ha sido redactado para la revista “Pasaje
a la ciencia”, una publicación sobre la ciencia que edita el Instituto
de Enseñanza Secundaria “Antonio de Mendoza”, de Alcalá la Real. Por
ello quiero que mis lectores, alumnos adolescentes, vean algunas de las
novelas más representativas sobre el tema de la ciencia. Acompaño una
pregunta - reflexión para el que esté interesado en estas cuestiones. Y
si este trabajo motiva a algunos a leer, mejor que mejor.
Novelas |
Autor |
Reflexión |
La guerra de los mundos |
H.G. Wells |
¿Existe vida en otros planetas de nuestro
sistema solar? |
Fahrenheit 451 |
Ray Bradbury |
¿Puede ser la televisión una forma de
control? |
Cuentos cortos |
Isaac Asimov |
¿Es todopoderosa la informática? ¿Es ética? |
De la Tierra a la Luna |
Julio Verne |
¿Desde cuándo el hombre soñó con llegar a
la luna? |
20.000 leguas de viaje submarino |
Julio Verne |
¿Cómo operan los submarinos en la
actualidad? |
El hombre invisible |
H. G. Wells |
¿Es válida la experimentación con seres
vivos? |
Un mundo feliz |
Aldous Huxley |
¿Es lícita la selección genética? |
La naranja mecánica |
Anthony Burguess |
¿Cómo solucionar el tema de la violencia
urbana? |
El martillo de Dios |
Arthur Clarke |
¿Qué es la "realidad virtual"? |
Esta es una pequeña lista de relatos y autores,
pero podríamos continuar. Para ello acompaño un apéndice final con
otros títulos. En un país en donde se lee tan poco, tal vez este género
híbrido de ciencia y literatura pueda ser el elemento motivador a la
lectura de los jóvenes de hoy. Estas obras nos ofrecen el interés
incuestionable por los avances y dudas de la ciencia y, al mismo
tiempo, nos sumergen en un lenguaje literario lleno de gran fuerza
expresiva. Imaginación y realidad, corazón y cerebro, unidos en una
tarea educativa apasionante.
|
Para terminar
Probablemente, como dice el poeta Orly, la física
nuclear nunca nos explicará por qué se llora por amor, pero tal vez sí
consiga que los físicos también lloren por amor.
Y una reflexión final: es imposible que vuelva el
hombre renacentista, entre otras cosas, porque el saber es ahora tan
diverso, tan amplio y tan especializado que el hombre – enciclopedia
sería un dios de inteligencia y voluntad ilimitadas. La vida del siglo
XXI exige la especialización, es decir, el conocimiento lo más profundo
posible de una parcela de la ciencia, lo menos extensa posible. Pero lo
que sí sería deseable es que dejaran de ser irreconocibles. Cada vez
hay menos científicos aficionados a la literatura y menos literatos que
se acerquen a la ciencia. ¿No sería mejor que el físico nuclear se
preocupara algo más por la poesía y que el poeta lo hiciera bastante
más por la química?
La literatura de ciencia-ficción podría ser un
buen instrumento para ello. Os lo dice alguien que, entusiasmado con el
mundo estético de las Letras, ha desoído el sonoro mensaje del mundo de
las Ciencias. Pero… ¿qué digo? ¿Acaso no hay belleza y música y corazón
en el peregrinaje universal de las estrellas?
La Historia de la Ciencia sería otro camino
igualmente sugerente para facilitar el acercamiento entre las
humanidades y la ciencia, pero esto lo dejaremos para otro día.
En el poema que cierra este pequeño estudio, el
autor nos introduce en un sugestivo mundo de sensaciones cordiales a
través de una reflexión sobre las matemáticas. El autor es un joven de
origen argentino, afincado en Granada. Su nombre es Andrés Neuman. Como
dedicatoria a todos los que leáis estas páginas con cariño e interés.
|
El
corazón
A.Neuman
Existe en matemáticas
una curva distinta a la que algunos,
los que nunca han dudado,
llaman curva de Koch.
Los perplejos en cambio han preferido
denominarla así, Copo de Nieve.
Se comporta esta curva fascinante
multiplicando siempre su tamaño
por cuatro tercios y hacia el interior,
llegando, de tan densa, al infinito
sin rebasar su área diminuta.
Artesana,
también así te creces muy adentro:
habitándome lenta,
quedándote con todo, sin forzarlo,
este pequeño corazón hermético.
|
|
Apéndice. Novelas de ciencia–ficción
Además de las obras arriba indicadas, se acompaña
una bibliografía fundamental sobre la literatura de ciencia – ficción.
A lo marciano. Martínez Roca, Super Ficción nº 61
Alpha centauri. Alianza, Libro de Bolsillo nº 1020
Anochecer. Robert Silverberg, Plaza & Janés,
Azazel, Plaza & Janes,
Bóvedas de acero, Orbis, Biblioteca de Ci-Fi nº 13
Calibán. Ediciones B, Nova Exito nº 1373
Civilizaciones terrestres. Bruguera, Colección Naranja nº 54
Compre Júpiter, Bruguera, Libro Amigo nº 632
Las corrientes del espacio, Martinez Roca, Super Ficción
Cuarta generación. Caralt Editor, Ciencia-Ficción nº 11, (1977)
Estoy en Puerto Marte sin Hilda, Alianza, Libro de Bolsillo nº 366
El fin de la eternidad. Martinez Roca, Super Ficción
Fundación y tierra, Plaza & Janés, Gran Reno
¿Hay alguien ahí?, Bruguera, Libro Blanco nº 15
Hijo del tiempo. Plaza & Janés, Éxitos
El hombre del bicentenario, Orbis, Biblioteca de Ci-Fi nº 29
Introducción a la ciencia, Plaza & Janes
Lucky Starr, las lunas de Júpiter, Bruguera, Todolibro nº 34
Los propios dioses. (Planeta), Best Sellers Planeta
Los robots. Orbis, Biblioteca de Ci-Fi nº 61
Los robots del amanecer. Plaza & Janés, Gran Reno
Robots e imperio. Plaza & Janés, Gran Reno
Sobre la Ciencia Ficción, Edhasa
El sol desnudo. Orbis, Biblioteca de Ci-Fi nº 7
Un guijarro en el cielo. Martínez Roca, Super Ficción nº 106
El universo (I), Alianza, B. F. D. N. T. nº 4
El universo (II), Alianza, B. F. D. N. T. nº 5
Visiones de robot. Asimov. Plaza & Janés, Jet nº 21, (1993)
Yo, robot. Asimov. Edhasa, Nebulae.
|
|