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Numero 11 (2008)
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Alberto Jiménez Fraud
por Francisco Martín Rosales
IES Alfonso XI. Alcalá la Real

Traer a las páginas de esta revista la figura de Alberto Jiménez Fraud significa reconocer un movimiento muy importante que tuvo lugar a lo largo del siglo XVIII en la comarca de la Sierra Sur. Nos referimos al flujo de migración, que, constantemente, tuvo lugar entre los vecinos de Alcalá la Real y las costas malagueñas. Los hay en todas las direcciones: desde el trasiego comercial entre los playeros y los labradores alcalaínos, a su vez vendedores de los excedentes del trigo de la comarca, desde la influencia industrial de la Málaga de aquellos tiempos y los hombres de negocios y de la banca, procedentes de la costa malagueña, que se instalaron en Alcalá, o simplemente, de los emigrantes franceses que tuvieron su primera etapa de asentamiento en aquellas costas de España y, posteriormente, sentaron sus tiendas, comercios y sus oficinas de préstamo en nuestra localidad: nos referimos a Los Govert, los Miquel, los Laloya, los Batmala o los Camy. Sin embargo, Málaga también fue el foro de atracción de otros muchos alcalaínos, que se avecindaron en ella atraídos por aquel pozo de riqueza, modelo de muchos pueblos de España.

Enrique Jiménez, un alcalaíno padre del primer director de la Residencia de Estudiantes

Entre ellos, el alcalaíno Enrique Jiménez recaló en aquellas tierras. Este personaje, a veces, enigmático para muchos críticos de la biografía de Alberto Jiménez, debió influir en su hijo; se le había educado en la formación básica de aquellos tiempos y había entrado en los estudios eclesiásticos gracias a la preocupación de su abuelo por la formación académica de sus hijos. Pero, aquellos estudios, con tanto fundamento escolástico, no debieron satisfacer las inquietudes de Enrique hasta tal punto que se salió del Seminario de Jaén para volver al seno de su tierra natal.

Pero, en aquellos tiempos comprendidos en la mitad del siglo XIX, la comarca alcalaína tan sólo ofrecía a las personas emprendedoras la incorporación laboral a la vida campesina, gracias al amplio desarrollo de roturación de los montes y al reparto de muchas tierras con motivo de las diferentes desamortizaciones; pues, la burocracia había perdido mucho terreno con la desaparición de la Abadía y no ofertaba ningún puesto ni empleo gratificante para la carrera profesional a los que habían alcanzado algún grado de estudios de tal manera que no les quedaba más remedio que emigrar a tierras americanas, filipinas o a los polos de desarrollo español de aquel tiempo como era Málaga. Eso hizo Enrique Jiménez, pidió a su madre varias monedas de plata y se marchó de la ciudad con destino desconocido.

Tras varias estancias en diferentes lugares de Andalucía, recaló en Málaga, donde se casó pronto, sin embargo a los pocos años quedó viudo. Enrolado en el mundo empresarial de su época, viajó a Paris, sede de importantes encuentros internacionales del mundo de la técnica, ciencia y comercio, para llevar a cabo ciertos negocios relacionados con el mundo de la seda. Allí, conoció a su segunda mujer Henriette Fraud. De este matrimonio nacieron en Málaga varios hijos, entre ellos Alberto Jiménez Fraud.

Alberto Jiménez Fraud

Estudió por libre Derecho en la Universidad de Granada bajo la preparación de diversos miembros de la familia Orueta (Ricardo Orueta, escritor que dominaba el mundo literario francés y le preparaba para los exámenes oficiales de derecho, y su padre, Domingo Orueta, un prestigioso geólogo que va a poner a disposición de Alberto una de las más importantes bibliotecas de su época y los avances de los conocimientos científicos de finales del siglo XIX). Esta familia influyó profundamente en la formación intelectual de Alberto Jiménez Fraud, y, al mismo tiempo, lo introdujo en la afición por el gusto artístico y el conocimiento del mundo científico y literario. Pero, como figura nacional, quien mayor impacto tuvo en su formación fue la del krausista Giner de los Ríos, de ahí que se le considera uno de sus últimos discípulos. En la capital malagueña formó parte de un grupo cultural denominado “La Holganza Ilustrada”, en la que se integraron su hermano Gustavo Jiménez, José Moreno Vila, poeta, amigo y crítico, Francisco de Orueta, Estebanéz de Calderón, nieto del Solitario, y Manuel García Morente, filósofo arjonillero. Renovaron la cultura provinciana y localista de la capital costeña. Algunos miembros de este grupo jugaron un papel fundamental en la Residencia de Estudiantes como Alberto Orueta y Moreno Vila.</p> <p>Pronto rompió con este grupo, y se trasladó a Madrid de la mano y carta de presentación de Francisco Giner de los Ríos para realizar los estudios de doctorado. Casó con Natalia de Cossío, esta mujer “alta y delgada, de figura distinguida, que emanaba una clase determinada de equilibrio, una tolerancia sobre manera civilizada y curiosa ante las cosas. Ella dirá, un poco tímidamente, que tuvo la suerte de ser educada por tres pedagogos singulares: su padre, su marido y el propio Giner de los Ríos”.

La Residencia de Estudiantes

Alberto Jiménez coincidió este tiempo con su mujer en dos importantes acontecimientos culturales: la difusión del pensamiento de la Institución de Libre Enseñanza, plasmada e impulsada por Francisco Giner de los Ríos, que de profesor de Filosofía del Derecho se convirtió muy pronto en verdadero filósofo de la educación. La Institución fue, a partir de 1876, el movimiento educativo no oficial más importante desarrollado en España a lo largo de la Historia. Los profesores y catedráticos más eminentes del país fueron expulsados de la Universidad Oficial a raíz de la conocida como segunda Cuestión Universitaria y se incorporaron al proceso impulsado por Giner de los Ríos y sus discípulos. Resultado de su labor, reconocida por los sectores más liberales de la monarquía, fue la creación en 1907 de la Junta para la Ampliación de Estudios, con sus numerosos centros e institutos, la Residencia de Estudiantes y el Instituto Escuela. En segundo lugar, con la juventud de su esposa, que manifestó que vivía en una época cuando la mujer española se estaba incorporando al saber, cuando empezaba a gustar del aire libre, del paisaje y de los monumentos que en él habían crecido.Hasta tal punto sintonizó con el movimiento del Instituto de Libre Enseñanza, que pronto formó parte de una de sus instituciones más prestigiosas.

Dentro del marco de actuaciones de la Junta, en 1910 vio la luz el proyecto de un Colegio Universitario, por el Real Decreto del 6 de Mayo de dicho año. El director de este pequeño colegio, ubicado en sus primeros momentos en un hotelito de la calle Fortuny, por indicación de Francisco Giner, fue Alberto Jiménez Fraud, figura determinante para la institución quien pasó tres años como institucionista. Como comenta el prologuista Luís G. Valdellano de su libro “La Residencia de Estudiantes” Giner de los Ríos se fijó en su inteligencia serena, en sus condiciones de integridad moral, sus dotes persuasivas, la firmeza de carácter, y, sobre todo, la capacidad que en él se advertía para entregarse generosa y totalmente a su ideal. El contacto directo con sus maestros Giner y Cossío, hicieron surgir en él su auténtica vocación, la de ser un educador de la juventud, dedicando toda su vida a esta labor cultural. Todo ello con un sentido reformista, que trató de compaginar el carácter y las costumbres de la sociedad española con lo más depurado, libre y tolerante de la vida y cultura europeos. A partir de 1910, dirigió esta ya denominada Residencia de Enseñantes, lugar donde enseñaron y estudiaron figuras eminentes del ámbito mundo cultural y científico. Perseguía esta institución una residencia de estudiantes provenientes de las provincias, que encontraran no sólo un lugar de alojamiento sino también un sitio donde se complementara su formación familiar y cultural, a la vez que el contacto con profesores prestigiosos y personalidades que ilustraran a los pensionados en una formación integral del individuo. Por eso en otra ocasión manifestábamos la relevancia de Alberto Jiménez con estas palabras “persona importantísima para la generación del veintisiete, expansión de las ideas de la Institución Libre de Enseñanza y, desarrollo de la investigación científica y, sobre todo, con el intercambio cultural de Europa”. La Residencia, a pesar del influjo anglosajón, siempre tuvo como principio fundamental la libertad a la hora de desarrollar todo tipo de actividad cultural y científica. Bajo la égida de Alberto Jiménez, este humanista será siempre fiel a la libertad de los individuos frente a los totalitarismos de cualquier signo, una institución modelo de enseñanza para la posteridad.

Fue un gran amigo de Juan Ramón Jiménez, que siempre recordará a su madre los afectos y dedicación que tuvo con él en la Residencia de la Colina de los Chopos, tal como le puso de nombre aquel paraje o páramo cultural de España. La lista de personalidades con las que contactó, durante su dirección de la Residencia, fue muy importante y, entre Juan Ramón y Alberto Jiménez: a partir de 1913 comenzó el movimiento literario de la Generación del 27, que tantos frutos y poetas ha dado a España.

Alberto Jiménez Fraud ejerció un tipo de pedagogía en la que cuidaba el mínimo detalle para que los residentes se sintieran felices. Tras su estancia en Inglaterra y con el asesoramiento de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciónes Científicas, consiguió lo que manifestamos en otro artículo anterior “prever la creación de laboratorios de trabajo” y de otras instituciones destinadas a promocionar el progreso cultural de España y la mejora de nuestras instituciones de enseñanza e introdujo algunas costumbres inglesas como la labor de las tutorías que dieron sus frutos en la Medicina y el Arte.

De gran trascendencia para la vida cultural española de los años veinte y treinta fue la Residencia de Estudiantes, donde convivieron Unamuno, García Lorca, Machado, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Eugenio D’Ors... Y han pasado por su cátedra eminentes figuras como la de Einstein, Bergson, Paul Valery, Paul Claudel, Hugo G. Wells, Le Corbusier, Ravel, Marie Curie, etc. Y, no podemos olvidar a científicos españoles como los doctores Ramón y Cajal, Negrín, el histólogo Nicolás Achúcarro, Severo Ochoa, Calandre, Paco Grande, Sixto Obrador, del Río Ortega… Los más beneficiados dentro del grupo fueron los futuros arquitectos, asesorados por Moreno Villa. Los alumnos de ciencias tenían al lado el Instituto Nacional de Física y Química, dirigido por Blas Cabrera, colaborador de la Residencia donde pronunció conferencias y cursillos. También estaba al lado el Museo de Ciencias Naturales dirigido por Ignacio Bolívar. Los de medicina tenían a su disposición los famosos laboratorios de la Residencia dependientes de la Junta y subvencionados por ella. Ya en Fortuny tuvieron un pequeño laboratorio de "anatomía microscópica" dirigido por Luis Calandre, que era el más distinguido cardiólogo de Madrid. Era el médico de la Residencia y enseñaba Histología a los alumnos de primero de medicina.

La Ciencia

En la Residencia se hallaban distintos laboratorios: Química General, Química Fisiológica, Fisiología y Anatomía de los Centro Nerviosos, Serología y Bacteriología, aunque el más importante fue el de Histología y Fisiología General. Se contaba sólo con 11 plazas para 22 estudiantes, por lo que deberían trabajar por turnos. Se estudiaban siempre temas concretos de la especialidad. Para los estudiantes cualificados, la Junta contó con becas en el extranjero. El acceso a los laboratorios era libre. Podían acudir otros estudiantes que acreditaban su preparación para ocupar las plazas que se ofrecían

De la capacidad organizativa, podemos ponerla de manifiesto en este poema de Gabriel Celaya.

Recuerdo a Don Alberto Jiménez
Fraud, tranquilo,
gobernándolo todo, como quien
no hace nada.
Recuerdo a Don Miguel y a Juan
Ramón, y a Ortega,
y el susto que me daban si de
pronto me hablaban,
y el interés humano que yo, estudiante
equis,
en ellos despertaba, conmigo levantaban.
¡Mi vieja Residencial ¡Mi España
siempre activa!
¡Mi verdad golpeando que no es
sólo un recuerdo
nostálgico, adornado de glorias
arrastradas,
sino algo siempre claro como
espejo y ejemplo!
Porque si fuimos fruto de un
árbol plantado,
también somos semilla de un
nuevo crecimiento.

La Guerra Civil significó un paréntesis de este movimiento científico español hasta la implantación de la democracia. Tras el exilio, Alberto se dedicó a la docencia en las universidades y llevó a cabo varios escritos, entre ellos “Ocaso y Restauración. Historia de la Universidad de España” o la mencionada “La Residencia de Estudiantes”. Alberto Jiménez Fraud y su familia fueron acogidos en Cambridge, donde Jiménez Fraud tuvo una lectoría en el King's College y fue miembro de la High Table. Luego fue Oxford, el New College. También su casa y el ambiente anglosajón fueron foco de atracción de investigadores españoles y extranjeros y fue definido por Caro Baroja de esta manera.

“Allí encontré (en Oxford) un hogar español. En un sitio céntrico, cerca de St. Giles, hay un vallado que contiene dos o tres casitas y que se llama Wellington Place. En una de estas casitas vivía, con su mujer, don Alberto Jiménez Fraud.

Don Alberto era un hombre algo mayor que mis padres, nacido en Málaga, con ascendencia francesa por el lado materno. Había sido el último en edad de los discípulos predilectos de Giner de los Ríos y se había casado con la hija de Cossío. El y su mujer, doña Natalia, constituían una pareja muy singular, porque siendo de caracteres muy diferentes entre sí, estaban muy compenetrados y vivieron con un ideal común. Lo mismo en el destierro de la vejez que en la época, más plácida, de la juventud".

Y por encima de todo hay que destacar lo que referíamos sobre la figura de Alberto Jiménez Fraud, un malagueño con sangre alcalaína “nos viene a la memoria la esentura de Enrique Jiménez que debió influir en la personalidad de su hijo Alberto, que, como él, no se ancló en los localismos inocuos, sino que proyectó su amor a España con la entrega diaria a un ideal que desgraciadamente le vio morir en el exilio como traductor de la ONU: ser amante de la libertad”:



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