¿Cómo funciona un panel solar? ¿Cómo mide una
cámara fotográfica la exposición necesaria para que una fotografía
salga perfecta?¿Cómo determina una fotocopiadora la cantidad de tóner
que debe usar para asegurar la calidad de la copia?¿Por qué se abre
automáticamente la puerta de un establecimiento cuando estamos delante
de ella? Todas estas preguntas tienen una respuesta común; en todos los
casos la energía luminosa se convierte en una corriente eléctrica.
¿Cómo se lleva a cabo este proceso?
El elemento común es el efecto fotoeléctrico, un
fenómeno que consiste en la aparición de una corriente eléctrica cuando
ciertos materiales son iluminados por una radiación electromagnética.
Dicho de otro modo, cuando la luz incide sobre un metal, este tiene la
capacidad de emitir electrones. Este fenómeno se descubrió en Francia
en 1839 y fue descrito experimentalmente por Heinrich Hertz en 1887,
mostrando unas características que no podían explicarse por las teorías
de la época que consideraban la luz como una onda. Su naturaleza
constituiría un misterio hasta que, en 1905, Albert Einstein
descubriera su fundamento mientras desentrañaba los cálculos de otro
gran físico, Max Planck. Sus resultados se expusieron en uno de los
artículos que publicó en su annus mirabilis y que
llevaba por título Sobre un punto de vista heurístico
concerniente a la producción y trasnformación de luz.
 
El efecto fotoeléctrico se comprueba fácilmente conectando
una fotocélula a un polímetro. Cuando la luz incide sobre el
fotorreceptor se produce una corriente eléctrica que puede ser medida
por el detector. Cuando se tapa y se impide que la luz llegue, el
medidor no detecta el paso de la corriente eléctrica. |
En 1900, Max Planck había llegado a la conclusión
de que un cuerpo caliente emite luz de una determinada frecuencia en
porciones indivisibles a las que denominó cuantos. Planck introdujo
entonces su célebre constante h, un argumento
matemático para que las ecuaciones que describían la “radiación del
cuerpo negro” diesen los valores correctos.
Einstein supuso que la constante de Planck
representaba mucho más que un mero artificio matemático necesario para
explicar las ecuaciones. Postuló que la luz, en lugar de fluir como una
onda continua de energía, viaja en paquetes comportándose como un haz
de partículas llamados fotones. Cuando éstos impactan sobre los
electrones pueden llegar a arrancarlos del átomo originando una
corriente eléctrica. Para ello es necesario que los fotones tengan una
energía superior a la que matiene a los electrones unidos al núcleo,
que se emplearía en liberar al electrón y dotarle de una cierta
cantidad de energía cinética. Los fotones cumplen el principio de “todo
o nada”, en el sentido de que toda la energía o es utilizada para
liberar un electrón del átomo o, en caso contrario, es reemitida.
Una propiedad desconcertante del efecto
fotoeléctrico es que al aumentar la intensidad de la luz incidente
aumenta el número de electrones que sale del metal pero no su
velocidad, que permanece constante. Sin embargo, cuando se cambia la
frecuencia de la luz, o dicho de otro modo, se prueba con luces de
diferentes longitudes de onda, la velocidad con la que se desprenden
los electrones varía. Así, la luz azul arranca electrones con mayor
velocidad que la luz roja. Esto, aparentemente en contradicción con la
física clásica, se debe a que la luz puede comportarse no sólo como una
onda, sino también como una haz de paquetes discretos de energía, los
fotones. Un fotón azul posee más energía que uno rojo; por ello cuando
choca con un electrón lo impulsa con una velocidad mayor. La concepción
corpuscular de la luz explica también porque al aumentar la intensidad
luminosa aumenta el número de electrones expulsados: al ser mayor el
número de fotones que inciden será mayor el número de electrones
arrancados, aunque todos ellos lo hacen con la misma velocidad.
Einstein consideró que la energía de cada
partícula luminosa o fotón se podía cuantificar según la
ecuación , donde E es la
energía del fotón, h es la constante de Planck ( erg.seg) y es la frecuencia de la luz,
parámetro del que depende su
color. Experimentos posteriores confirmaron las experiencias de
Einstein, quien recibió el Premio Nobel por este descubrimiento en 1921.
El
efecto fotoeléctrico que Albert Einstein
aclarase en 1905 opera hoy en instrumentos que encienden el alumbrado
público cuando anochece, regulan la intensidad del tóner en las
fotocopiadoras o miden el tiempo de exposición en las cámaras
fotográficas. Interviene en prácticamente todos los dispositivos que
controlan o responden a la iluminación, incluyendo los alcoholímetros,
donde una fotocélula detecta el cambio de color que se produce tras la
reacción de un gas indicador con el alcohol del aliento. El efecto
fotoeléctrico también opera en los fotomultiplicadores, dispositivos
que operan en las camaras de televisión y en las dispositivos CCD de
los detectores astronómicos. También está presente en el fundamento de
las células solares o fotovoltaicas, aparatos que transforman
directamente la energía luminosa en una corriente eléctrica. Su
eficacia actual está entre un 15 y un 30%. Se utilizan en calculadoras,
relojes, viviendas ecológicas, satélites orbitales y vehículos que
exploran la superficie de Marte.
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