Albert Einstein había adquirido fama universal
como científico al
comprobarse, después de la Primera Guerra Mundial, ciertos efectos que
él había predicho en su Teoría de la Relatividad General referentes a
la deflexión de los rayos de luz de una estrella al pasar cerca del
Sol. Sin embargo, se empezaba a sentir incómodo en la Alemania de la
república de Weimar, que exhibía un antisemitismo creciente. Ello
determinó el viaje de Einstein a Extremo Oriente y a Palestina, a la
terminación del cual visitó España (en orden cronológico Barcelona,
Madrid y Zaragoza).
La Zaragoza de la década de los años 20 era una
ciudad
científicamente inquieta. Las facultades de Medicina y Ciencias
ocupaban un nuevo y bello edificio en la zona del ensanche Sur de la
ciudad, y Ramón y Cajal, sabio aragonés, había recibido el Premio Nobel
de Fisiología y Medicina en 1906. La academia de Ciencias Exactas,
Físico-Químicas y Naturales de Zaragoza se había fundado en 1916, y
luego la década de 1920/30 iba a presenciar una gran expansión y
florecimiento de la Química, con tres figuras señeras: Gonzalo
Calamita, Antonio de Gregorio Rocasolano y Paulino Savirón.
Albert Einstein y su esposa Elsa llegaron a
Zaragoza el lunes 12 de
marzo de 1923, en tren “rápido” de Madrid. La ciudad se revolucionó; el
propio alcalde llevó en su coche al sabio alemán a su hotel. Aparte de
las conferencias, la presencia de Einstein en Zaragoza tuvo su parte
social (visitas turísticas, concierto en el consulado alemán, una
rondalla de jotas) que complacieron particularmente a Einstein, quien
dijo después que sólo en Zaragoza había llegado a calar el
palpitar del alma española.
Einstein pronunció dos conferencias en el
Paraninfo de la
Universidad, sobre la Teoría Restringida y General de la Relatividad,
respectivamente. Fueron impartidas en francés, la primera patrocinada
por la Academia de Ciencias, que nombró a Einstein miembro
correspondiente, de lo que en Zaragoza estamos muy orgullosos, y la
segunda patrocinada por la propia Facultad de Ciencias. No hubo
preguntas ni diálogo después; el nivel de la física en España en los
años veinte era muy bajo, aunque empezaban los primeros estudios sobre
relatividad (la teoría cuántica tardó más en llegar). Tenemos varios
testimonios de la reacción del público (el comentario más generalizado
fue: No entiendo casi nada, pero ¡qué bonito es!).
Se cree que
en la segunda conferencia se refirió Einstein a la reciente teoría de
Kaluza (1919), que él mismo había hecho conocer, y que abogaba por un
Universo de cinco dimensiones en el que la Electricidad y la
Gravitación aparecían unificadas; parece que nadie entendió nada del
asunto, las crónicas de la prensa local así lo insinúan.
Visitó también Einstein en la Facultad de Ciencias
el laboratorio de
coloides de Rocasolano, quien en sus investigaciones se había servido
de la teoría de Einstein del movimiento browniano (como parte de su
argumentación a favor de los átomos, que en aquella época, en 1905, no
gozaban aún de la aceptación universal).
La visita del sabio alemán a la capital aragonesa
no duró más de
cincuenta horas, y es difícil valorar su huella en el futuro de la
cultura científica; pero hay un cierto reverdecimiento en España en
general y en Zaragoza en particular, que durará hasta la Guerra Civil.
Sin duda que la visita de Einstein y de algún otro sabio (por ejemplo,
el químico Svedberg), así como las primeras salidas al extranjero
(sobre todo a Alemania) de químicos y matemáticos, contribuyeron a
levantar el pobre nivel científico de la España de la época.
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