Pasaje a la Ciencia
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Junta para Amliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE)
En enero de 2007 se cumplieron cien años de la
creación de la Junta para Ampliación de Estudios e
Investigaciones Científicas (JAE). Resulta bien conocido que
la JAE fue una institución autónoma integrada en el Ministerio de
Instrucción Pública; dedicada a la educación superior y la
investigación propiamente universitaria más avanzada, pero concebida y
asumida como realidad no sólo independiente de la Universidad, sino
situada expresamente al margen de ella.
Hoy
parece asumido que la Junta para Ampliación de Estudios constituyó una
“creación”, incluso la “culminación” de la Institución Libre
de Enseñanza; esa obra puesta en marcha al comenzar el último
tercio del siglo XIX por significativos profesores expulsados de la
Universidad tras la “Segunda cuestión universitaria”. Y, efectivamente,
puede considerarse que dos “espíritus” animarían el nacimiento de la
Junta hace ahora cien años: uno, la singular trayectoria
socio-educativa de la Institución Libre de Enseñanza;
otro, coetáneo y entre paralelo y convergente con él, de
“regeneracionismo” nacional, que eclosionará muy especialmente tras el
desastre del 98, y cuyo primer fruto fue la creación del Ministerio de
Instrucción Pública por los conservadores en 1900. Ambos “espíritus”
confluirán en dos personas. La primera, Santiago Ramón y Cajal, con una
presencia en la JAE quizá más nominal que ejecutiva. La segunda
persona, con una labor especialmente efectiva y resolutiva, será fruto
de una elección muy acertada de Francisco Giner de los Ríos: José
Castillejo Duarte.
La JAE se convertirá en un completo entramado
universitario de nivel internacional, una verdadera Universidad al modo
anglosajón (pero pública), independiente de todas las Universidades del
Reino y con prácticamente absoluta autonomía para gestionar los fondos
que el Estado le proporcionaba; todo ello encaminado a la búsqueda de
una definitiva convergencia de España con Europa en materia educativa.
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La creación y los primeros pasos
La JAE se crearía oficialmente bajo el gobierno
liberal del Marqués de la Vega Armijo, por un Real Decreto de 11 de
enero de 1907 firmado por el Ministro de Instrucción Pública, Amalio
Gimeno, Catedrático de Patología en la Facultad de Medicina de la
Universidad Central. Las funciones que le atribuía el Decreto a la
Junta eran las siguientes: 1) El servicio de ampliación de estudios
dentro y fuera de España; 2) Las delegaciones en congresos científicos;
3) El servicio de información extranjera y relaciones internacionales
en materia de enseñanza; 4) El fomento de los trabajos de investigación
científica; y 5) La protección de las instituciones educativas en la
enseñanza secundaria y superior.
En el desarrollo del Decreto se le concedía a la
JAE las facultades de crear “centros de actividad investigadora y de
trabajo intenso”, residencias de estudiantes, “cajas de investigaciones
científicas” para difundir los trabajos de los pensionados y expedir
certificados de suficiencia, etc.
Los primeros años de andadura de la Junta, entre
1907 y 1909, pueden resumirse prácticamente en los dos únicos aspectos:
1) el requisito de la residencia obligatoria en Madrid de los
componentes de la junta directiva de la institución; y 2) el proceso de
concesión de pensiones en el extranjero a estudiantes y profesores,
prioritariamente de centros educativos madrileños. En cuanto a lo
segundo, puede afirmarse que durante el período que va de 1907 (fecha
de creación de la Junta), hasta los momentos que se recogen en las
primeras “verdaderas” Memorias (las correspondientes a los años 1910 y
1911), las actividades de la Junta se limitaron prácticamente a
fomentar una parte de la “ampliación de estudios”, es decir, a la
concesión de pensiones en el extranjero, habiendo quedado paralizadas
transitoriamente todas sus funciones dentro del país, la “ampliación de
estudios” y las “investigaciones científicas” en centros españoles.
Durante el primer año no salió al extranjero
ningún pensionado de los 206 solicitantes, y los primeros en salir lo
hicieron en 1908. Tras esos comienzos tan poco fructíferos, el año 1910
fue para la Junta un momento de expansión en el que comenzaron a tomar
cuerpo algunos de los deseos contenidos en su decreto constitutivo. Por
Real Decreto de 22 de enero de 1910 se hicieron en la constitución y
“Reglamento” de la Junta aquellas pequeñas variantes que aconsejaba la
experiencia de los años anteriores, y que darán el contenido esencial a
una parte importante de lo que se pretende con este trabajo: los
Centros de estudio e investigación que permitirán que la JAE modifique
un panorama educativo anquilosado que, al menos en algunos ámbitos, nos
situará prácticamente a niveles europeos en los años previos a nuestra
Guerra Civil.
En todo caso, la JAE, creada en una España muy
atrasada, no tenía como objeto acabar con el analfabetismo y hacer
extensiva la educación al pueblo, sino formar unas elites intelectuales
burguesas que propiciasen un cambio que sacase al país de su atraso
cultural y científico.
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Los
centros de la JAE
La práctica “refundación” de la JAE en 1910 se
articuló en torno a dos instituciones que terminarían centralizando
gran parte de sus actividades.
a) El centro de Estudios
Históricos
El Centro de Estudios Históricos
constituyó el primer ensayo de centro de investigación y enseñanza de
la Junta. Se instaló inicialmente en el Palacio de Bibliotecas y
Museos, utilizando parte del local que ocupó antes el Museo de Ciencias
Naturales. Como resulta obvio, la comunicación inmediata con la
Biblioteca Nacional y con el Archivo Histórico, radicados también en
ese edificio, suponía una gran economía de tiempo y proporcionaba
abundante material de estudio.
Sin extenderse con descripciones de detalle, para
hacerse una idea cabal de las tareas desarrolladas sí debe apuntarse
que el Centro de Estudios Históricos estuvo
constituido por varias Secciones, que variaron a lo largo de los años:
a) Filología,
dirigida por
Menéndez Pidal (desde 1910), probablemente la sección más fuerte del
Centro.
b) Arqueología, dirigida por Manuel Gómez Moreno
(desde 1914).
c) Arte, dirigida por Elías Tormo (desde 1910).
d) Derecho, con Eduardo Hinojosa (de 1910 a 1924) y
Claudio Sánchez Albornoz (desde 1924).
e) Instituto de Estudios Medievales, dirigido por
Sánchez Albornoz (desde 1931).
f) Historia, bajo la dirección de Rafael Altamira
(entre 1910 y 1918).
g) Filosofía árabe, con Miguel Asín Palacios (entre
1910 y 1916).
h) Instituciones árabes, con Julián Ribera.
i) Filosofía contemporánea, organizado en torno al
insigne filósofo José Ortega y Gasset (entre 1913 y 1916).
j) Estudios semíticos, dirigido por Abraham S.
Yahuda (de 1914 a 1917).
k) Archivo de Literatura contemporánea, con Pedro
Salinas a la cabeza (desde 1932).
l) Estudios hispanoamericanos, dirigido por Américo
Castro (desde 1933).
b) El Instituto Nacional de Ciencias
Físico-Naturales
Con Ramón y Cajal de Presidente y Blas Cabrera de
Secretario, los establecimientos ya existentes antes de 1907 que la JAE
incorporó a este Instituto fueron: el Museo Nacional de
Ciencias Naturales, el Museo de Antropología,
el Jardín Botánico, la Estación Biológica
de Santander y el Laboratorio de Investigaciones
Biológicas, que más tarde se convertiría en el Instituto
Cajal.
Los centros del Instituto creados a partir de 1910
fueron los siguientes:
- Laboratorio de Investigaciones Físicas,
dirigido por Blas Cabrera.
- Estación Alpina de Guadarrama.
- Comisión de investigaciones
paleontológicas y prehistóricas.
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Los
“Trabajos de investigación,
ampliación y divulgación” de la Junta
La creación de todos esos centros de la JAE supuso
un gran impulso para unas enseñanzas teórico-prácticas originales que
las Universidades españolas no estaban preparadas para ofrecer.
Sin embargo, el panorama de actividades de este
tipo experimentaría un gran empujón a través de otra vía complementaria
a la de los Laboratorios y Centros de estudio: los “Trabajos de
investigación, ampliación y divulgación”. Los “Trabajos” estarían
financiados por la Junta y adscritos a los Institutos existentes, pero
no requerían la “creación” de un nuevo centro ni el nombramiento de su
Director a través de las ineludibles órdenes publicadas desde el
Ministerio.
La iniciativa (que ya se venía practicando sin
oficializar en el Instituto de Ciencias) partió de
José Rodríguez Carracido, vocal de la JAE, al poner a disposición de la
Junta el Laboratorio de la Universidad Central adscrito a su Cátedra de
“Química Biológica”, facilitando que en él pudieran llevarse a cabo los
trabajos que la JAE considerase oportunos.
En la sesión del 5 de enero de 1914 se acordó la
organización en el Instituto de los “Trabajos de investigación,
ampliación y divulgación” anunciados en el programa para 1914, y la
“formación” de las siguientes “Secciones”: 1) Geología,
Zoología y Botánica, dirigida por
Ignacio Bolívar. 2) Histología e Histopatología del Sistema
nervioso, dirigida por Nicolás Achúcarro. 3) Física
y Química física, dirigida por Blas Cabrera. 4) Química
biológica, dirigida por José Rodríguez Carracido. Y 5) Química
general, dirigida por José Casares.
El Centro de Estudios Históricos
también se benefició de las posibilidades que abrían estos “Trabajos”.
Así, por ejemplo, para el curso 1917-1918 se programaron: “Capítulos
escogidos de la historia de las instituciones sociales y políticas de
España en la Edad Media”, por Eduardo de Hinojosa; “Trabajos sobre el
arte medieval español”, bajo la dirección de Manuel Gómez Moreno;
“Estudios sobre textos literarios e históricos españoles, dirigidos por
Ramón Menéndez Pidal; y muchos otros.
Los “Trabajos” continuarían ofreciéndose y
publicándose en La Gaceta, año tras año, hasta
1937, últimos programados ya desde Valencia por la Comisión Delegada
creada en el otoño de 1936.
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Los
centros con carácter educativo
Además de los
centros propiamente científicos o de
investigación que tantos frutos dieron, otras dos instituciones
constituyeron ensayos pedagógicos singulares de gran éxito y
trascendencia, siguiendo los modelos anglosajones (ingleses y
norteamericanos) que tanto defendía Castillejo, pero con cargo a los
Presupuestos del Estado y dirigidos a los hijos de la burguesía
madrileña más ilustrada: la Residencia de Estudiantes
y el Instituto-Escuela.
Además de los centros propiamente científicos o de
investigación que tantos frutos dieron, otras dos instituciones
constituyeron ensayos pedagógicos singulares de gran éxito y
trascendencia, siguiendo los modelos anglosajones (ingleses y
norteamericanos) que tanto defendía Castillejo, pero con cargo a los
Presupuestos del Estado y dirigidos a los hijos de la burguesía
madrileña más ilustrada: la Residencia de Estudiantes
y el Instituto-Escuela.
a) La Residencia de Estudiantes y sus
laboratorios
Aunque al citarla todos evocamos “la Residencia”
por antonomasia, la de Federico García Lorca, Luis Buñuel y Salvador
Dalí, la de encuentro de escritores y artistas, sus casi tres décadas
de vida estuvieron centradas en otras muchas actividades de carácter
bastante más docente y científico.
El 1 de octubre de 1910 se abrió el primer
edificio, ensanchándose en el verano de 1911 con nuevos pabellones y
añadiéndosele otras dependencias. Posteriormente, en 1914 se
trasladaría a su localización actual en la calle del Pinar.
La verdadera realidad por la que debe ser
recordada la Residencia es como un centro dedicado
a la ampliación de estudios prácticos para los alumnos residentes
(especialmente los de Medicina y Farmacia), en cuyas Facultades seguían
sin atenderse debidamente esas tareas, labor que se realizaba mediante
los laboratorios, de entre los que se puede destacar el de Fisiología,
donde se formarían con Juan Negrín durante los años treinta, entre
otros, Severo Ochoa y Grande Covián.
Al pasar los Grupos universitarios de la primitiva
Residencia a las nuevas dependencias en
la calle del Pinar, y quedar libres dos de los hoteles alquilados por
la JAE en los números 28 y 30 de la calle de Fortuny, comenzaría la
vida de la que se conocerá a partir de entonces como Residencia
de Señoritas, en la que también se realizó una importante
labor de ampliación de estudios.
b) El Instituto-Escuela
La segunda institución educativa a la que se
aludía en el parágrafo anterior, el Instituto-Escuela,
fue una de las más tardías creaciones de la Junta. Un Instituto-Escuela
de segunda enseñanza, en el que se aplicarían nuevos métodos de
educación y planes de estudios y se ensayarían al mismo tiempo sistemas
prácticos para la formación del personal docente, adaptables a nuestro
país.
En el International
Institute for Girls se ubicaría el “laboratorio pedagógico”
diseñado por Castillejo, Zulueta y María de Maeztu. Sin embargo, el International
Institute tenía como uno de sus principales objetivos
auxiliar la educación de la mujer en España, y por eso estableció que
los edificios de Madrid no deberían destinarse sino a la educación de
niñas y mujeres.
Compartiendo muchos de sus ideales educativos
(sistema cíclico de enseñanza, etc.) con el centro de la ILE, el Instituto
abarcaba desde la escuela de párvulos hasta la Universidad… pero
sufragado con los fondos del Estado. El profesorado se seleccionaba
entre los Catedráticos de Instituto con plazas en provincias, pero lo
hacía con total libertad la propia JAE.
El ensayo pedagógico madrileño tardó bastantes
años en extenderse a otras provincias.
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El final
de la JAE
No cabe ni cabía ninguna duda acerca de que la
Junta constituyó el
primer paso para que la investigación pudiera ser realizada por los
universitarios y para que las enseñanzas más avanzadas dictadas en
Europa se incorporasen progresivamente a nuestros planes de estudio.
La dictadura de Primo de Rivera, como cabía
prever, planteó algunas
dificultades, como la decisión de crear una nueva dependencia, la Junta
de Relaciones Culturales
del Ministerio de Estado, que terminaba con el monopolio de la JAE en
lo que a los intercambios y embajadas culturales con el extranjero se
refiere. Pero las personas elegidas para esa función volvían a salir
prácticamente de la misma elite intelectual burguesa de donde procedían
la ILE y la JAE.
Con la llegada de la II República, se inauguraba
finalmente el que
se constituirá en el mayor éxito científico internacional de la JAE: el
Instituto Nacional de Física y Química.
Tras
el estallido de la Guerra Civil en 1936, la vida académica en la España
republicana se traslada, con el Gobierno y las dependencias
ministeriales, a Valencia, y la “Comisión Delegada” de la Junta
Directiva de la JAE hará esfuerzos extraordinarios desde allí para que
las actividades de los Centros continuasen tanto en la capital del
Turia como en el Madrid sitiado.
Sin embargo, desde el bando nacional se publicaría
un Decreto, por el que se atribuía al nuevo Instituto de
España
la facultad de “orientar y dirigir la alta cultura y la investigación
superior en España”. Con esta orden quedaba disuelta la Junta para
Ampliación de Estudios, y sus funciones y sus centros de investigación
eran asumidos tanto por el Instituto de España como
por las Universidades, que pronto volverían a funcionar. Por aquél
mismo decreto de la España nacional, se creaban el Centro de
Estudios Históricos, el Centro de Filología Románica,
el Centro de Filología Semítica y Estudios Arábigos,
el Centro de Arqueología e Historia Americana y la Comisión
para la Historia de la Ciencia, con la idea de que algunos de
ellos residieran en las ciudades más afines.
Por último, en noviembre de 1939, nacía el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas,
verdadero final de la Junta para Ampliación de Estudios e
Investigaciones Científicas. Por supuesto habrá quien opine que el
Consejo supuso en 1939 la continuidad de la Junta. Pues bien, esa
perspectiva no es aceptable ni histórica, ni política ni moralmente: el
CSIC surgió entonces, precisamente, de la ruptura radical, consciente y
explícita con todo lo que significó la JAE. Otra cosa es la realidad de
su evolución con los años y su adaptación progresiva a los nuevos
tiempos.
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