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Numero 11 (2008)
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La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE)
por Francisco A. González Redondo
Departamento de Álgebra. Facultad de Educación. Universidad Complutense de Madrid

En enero de 2007 se cumplieron cien años de la creación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). Resulta bien conocido que la JAE fue una institución autónoma integrada en el Ministerio de Instrucción Pública; dedicada a la educación superior y la investigación propiamente universitaria más avanzada, pero concebida y asumida como realidad no sólo independiente de la Universidad, sino situada expresamente al margen de ella.

José Castillejo Duarte. Archivo de los Amigos de la Cultura CientíficaHoy parece asumido que la Junta para Ampliación de Estudios constituyó una “creación”, incluso la “culminación” de la Institución Libre de Enseñanza; esa obra puesta en marcha al comenzar el último tercio del siglo XIX por significativos profesores expulsados de la Universidad tras la “Segunda cuestión universitaria”. Y, efectivamente, puede considerarse que dos “espíritus” animarían el nacimiento de la Junta hace ahora cien años: uno, la singular trayectoria socio-educativa de la Institución Libre de Enseñanza; otro, coetáneo y entre paralelo y convergente con él, de “regeneracionismo” nacional, que eclosionará muy especialmente tras el desastre del 98, y cuyo primer fruto fue la creación del Ministerio de Instrucción Pública por los conservadores en 1900. Ambos “espíritus” confluirán en dos personas. La primera, Santiago Ramón y Cajal, con una presencia en la JAE quizá más nominal que ejecutiva. La segunda persona, con una labor especialmente efectiva y resolutiva, será fruto de una elección muy acertada de Francisco Giner de los Ríos: José Castillejo Duarte.

La JAE se convertirá en un completo entramado universitario de nivel internacional, una verdadera Universidad al modo anglosajón (pero pública), independiente de todas las Universidades del Reino y con prácticamente absoluta autonomía para gestionar los fondos que el Estado le proporcionaba; todo ello encaminado a la búsqueda de una definitiva convergencia de España con Europa en materia educativa.

La creación y los primeros pasos

La JAE se crearía oficialmente bajo el gobierno liberal del Marqués de la Vega Armijo, por un Real Decreto de 11 de enero de 1907 firmado por el Ministro de Instrucción Pública, Amalio Gimeno, Catedrático de Patología en la Facultad de Medicina de la Universidad Central. Las funciones que le atribuía el Decreto a la Junta eran las siguientes: 1) El servicio de ampliación de estudios dentro y fuera de España; 2) Las delegaciones en congresos científicos; 3) El servicio de información extranjera y relaciones internacionales en materia de enseñanza; 4) El fomento de los trabajos de investigación científica; y 5) La protección de las instituciones educativas en la enseñanza secundaria y superior.

En el desarrollo del Decreto se le concedía a la JAE las facultades de crear “centros de actividad investigadora y de trabajo intenso”, residencias de estudiantes, “cajas de investigaciones científicas” para difundir los trabajos de los pensionados y expedir certificados de suficiencia, etc.

Los primeros años de andadura de la Junta, entre 1907 y 1909, pueden resumirse prácticamente en los dos únicos aspectos: 1) el requisito de la residencia obligatoria en Madrid de los componentes de la junta directiva de la institución; y 2) el proceso de concesión de pensiones en el extranjero a estudiantes y profesores, prioritariamente de centros educativos madrileños. En cuanto a lo segundo, puede afirmarse que durante el período que va de 1907 (fecha de creación de la Junta), hasta los momentos que se recogen en las primeras “verdaderas” Memorias (las correspondientes a los años 1910 y 1911), las actividades de la Junta se limitaron prácticamente a fomentar una parte de la “ampliación de estudios”, es decir, a la concesión de pensiones en el extranjero, habiendo quedado paralizadas transitoriamente todas sus funciones dentro del país, la “ampliación de estudios” y las “investigaciones científicas” en centros españoles.

Durante el primer año no salió al extranjero ningún pensionado de los 206 solicitantes, y los primeros en salir lo hicieron en 1908. Tras esos comienzos tan poco fructíferos, el año 1910 fue para la Junta un momento de expansión en el que comenzaron a tomar cuerpo algunos de los deseos contenidos en su decreto constitutivo. Por Real Decreto de 22 de enero de 1910 se hicieron en la constitución y “Reglamento” de la Junta aquellas pequeñas variantes que aconsejaba la experiencia de los años anteriores, y que darán el contenido esencial a una parte importante de lo que se pretende con este trabajo: los Centros de estudio e investigación que permitirán que la JAE modifique un panorama educativo anquilosado que, al menos en algunos ámbitos, nos situará prácticamente a niveles europeos en los años previos a nuestra Guerra Civil.

En todo caso, la JAE, creada en una España muy atrasada, no tenía como objeto acabar con el analfabetismo y hacer extensiva la educación al pueblo, sino formar unas elites intelectuales burguesas que propiciasen un cambio que sacase al país de su atraso cultural y científico.

Los centros de la JAE

La práctica “refundación” de la JAE en 1910 se articuló en torno a dos instituciones que terminarían centralizando gran parte de sus actividades.

a) El centro de Estudios Históricos

El Centro de Estudios Históricos constituyó el primer ensayo de centro de investigación y enseñanza de la Junta. Se instaló inicialmente en el Palacio de Bibliotecas y Museos, utilizando parte del local que ocupó antes el Museo de Ciencias Naturales. Como resulta obvio, la comunicación inmediata con la Biblioteca Nacional y con el Archivo Histórico, radicados también en ese edificio, suponía una gran economía de tiempo y proporcionaba abundante material de estudio.

Sin extenderse con descripciones de detalle, para hacerse una idea cabal de las tareas desarrolladas sí debe apuntarse que el Centro de Estudios Históricos estuvo constituido por varias Secciones, que variaron a lo largo de los años:

a) Filología, dirigida por Menéndez Pidal (desde 1910), probablemente la sección más fuerte del Centro.
b) Arqueología, dirigida por Manuel Gómez Moreno (desde 1914). 
c) Arte, dirigida por Elías Tormo (desde 1910).
d) Derecho, con Eduardo Hinojosa (de 1910 a 1924) y Claudio Sánchez Albornoz (desde 1924).
e) Instituto de Estudios Medievales, dirigido por Sánchez Albornoz (desde 1931).
f) Historia, bajo la dirección de Rafael Altamira (entre 1910 y 1918).
g) Filosofía árabe, con Miguel Asín Palacios (entre 1910 y 1916).
h) Instituciones árabes, con Julián Ribera.
i) Filosofía contemporánea, organizado en torno al insigne filósofo José Ortega y Gasset (entre 1913 y 1916).
j) Estudios semíticos, dirigido por Abraham S. Yahuda (de 1914 a 1917).
k) Archivo de Literatura contemporánea, con Pedro Salinas a la cabeza (desde 1932).
l) Estudios hispanoamericanos, dirigido por Américo Castro (desde 1933).

b) El Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales

Con Ramón y Cajal de Presidente y Blas Cabrera de Secretario, los establecimientos ya existentes antes de 1907 que la JAE incorporó a este Instituto fueron: el Museo Nacional de Ciencias Naturales, el Museo de Antropología, el Jardín Botánico, la Estación Biológica de Santander y el Laboratorio de Investigaciones Biológicas, que más tarde se convertiría en el Instituto Cajal.

Los centros del Instituto creados a partir de 1910 fueron los siguientes:

  • Laboratorio de Investigaciones Físicas, dirigido por Blas Cabrera. 
  • Estación Alpina de Guadarrama
  • Comisión de investigaciones paleontológicas y prehistóricas.
Los “Trabajos de investigación, ampliación y divulgación” de la Junta

La creación de todos esos centros de la JAE supuso un gran impulso para unas enseñanzas teórico-prácticas originales que las Universidades españolas no estaban preparadas para ofrecer.

Sin embargo, el panorama de actividades de este tipo experimentaría un gran empujón a través de otra vía complementaria a la de los Laboratorios y Centros de estudio: los “Trabajos de investigación, ampliación y divulgación”. Los “Trabajos” estarían financiados por la Junta y adscritos a los Institutos existentes, pero no requerían la “creación” de un nuevo centro ni el nombramiento de su Director a través de las ineludibles órdenes publicadas desde el Ministerio.

La iniciativa (que ya se venía practicando sin oficializar en el Instituto de Ciencias) partió de José Rodríguez Carracido, vocal de la JAE, al poner a disposición de la Junta el Laboratorio de la Universidad Central adscrito a su Cátedra de “Química Biológica”, facilitando que en él pudieran llevarse a cabo los trabajos que la JAE considerase oportunos.

En la sesión del 5 de enero de 1914 se acordó la organización en el Instituto de los “Trabajos de investigación, ampliación y divulgación” anunciados en el programa para 1914, y la “formación” de las siguientes “Secciones”: 1) Geología, Zoología y Botánica, dirigida por Ignacio Bolívar. 2) Histología e Histopatología del Sistema nervioso, dirigida por Nicolás Achúcarro. 3) Física y Química física, dirigida por Blas Cabrera. 4) Química biológica, dirigida por José Rodríguez Carracido. Y 5) Química general, dirigida por José Casares.

El Centro de Estudios Históricos también se benefició de las posibilidades que abrían estos “Trabajos”. Así, por ejemplo, para el curso 1917-1918 se programaron: “Capítulos escogidos de la historia de las instituciones sociales y políticas de España en la Edad Media”, por Eduardo de Hinojosa; “Trabajos sobre el arte medieval español”, bajo la dirección de Manuel Gómez Moreno; “Estudios sobre textos literarios e históricos españoles, dirigidos por Ramón Menéndez Pidal; y muchos otros.

Los “Trabajos” continuarían ofreciéndose y publicándose en La Gaceta, año tras año, hasta 1937, últimos programados ya desde Valencia por la Comisión Delegada creada en el otoño de 1936.

Los centros con carácter educativo

Además de los centros propiamente científicos o de investigación que tantos frutos dieron, otras dos instituciones constituyeron ensayos pedagógicos singulares de gran éxito y trascendencia, siguiendo los modelos anglosajones (ingleses y norteamericanos) que tanto defendía Castillejo, pero con cargo a los Presupuestos del Estado y dirigidos a los hijos de la burguesía madrileña más ilustrada: la Residencia de Estudiantes y el Instituto-Escuela.La Residencia de Estudiantes. Archivo de Amigos de la Cultura Científica

Además de los centros propiamente científicos o de investigación que tantos frutos dieron, otras dos instituciones constituyeron ensayos pedagógicos singulares de gran éxito y trascendencia, siguiendo los modelos anglosajones (ingleses y norteamericanos) que tanto defendía Castillejo, pero con cargo a los Presupuestos del Estado y dirigidos a los hijos de la burguesía madrileña más ilustrada: la Residencia de Estudiantes y el Instituto-Escuela.

a) La Residencia de Estudiantes y sus laboratorios

Aunque al citarla todos evocamos “la Residencia” por antonomasia, la de Federico García Lorca, Luis Buñuel y Salvador Dalí, la de encuentro de escritores y artistas, sus casi tres décadas de vida estuvieron centradas en otras muchas actividades de carácter bastante más docente y científico.

El 1 de octubre de 1910 se abrió el primer edificio, ensanchándose en el verano de 1911 con nuevos pabellones y añadiéndosele otras dependencias. Posteriormente, en 1914 se trasladaría a su localización actual en la calle del Pinar.

La verdadera realidad por la que debe ser recordada la Residencia es como un centro dedicado a la ampliación de estudios prácticos para los alumnos residentes (especialmente los de Medicina y Farmacia), en cuyas Facultades seguían sin atenderse debidamente esas tareas, labor que se realizaba mediante los laboratorios, de entre los que se puede destacar el de Fisiología, donde se formarían con Juan Negrín durante los años treinta, entre otros, Severo Ochoa y Grande Covián.

Al pasar los Grupos universitarios de la primitiva Residencia a las nuevas dependencias en la calle del Pinar, y quedar libres dos de los hoteles alquilados por la JAE en los números 28 y 30 de la calle de Fortuny, comenzaría la vida de la que se conocerá a partir de entonces como Residencia de Señoritas, en la que también se realizó una importante labor de ampliación de estudios.

b) El Instituto-Escuela

La segunda institución educativa a la que se aludía en el parágrafo anterior, el Instituto-Escuela, fue una de las más tardías creaciones de la Junta. Un Instituto-Escuela de segunda enseñanza, en el que se aplicarían nuevos métodos de educación y planes de estudios y se ensayarían al mismo tiempo sistemas prácticos para la formación del personal docente, adaptables a nuestro país.

El Instituto Escuela. Archivo de Amigos de la Cultura CientíficaEn el International Institute for Girls se ubicaría el “laboratorio pedagógico” diseñado por Castillejo, Zulueta y María de Maeztu. Sin embargo, el International Institute tenía como uno de sus principales objetivos auxiliar la educación de la mujer en España, y por eso estableció que los edificios de Madrid no deberían destinarse sino a la educación de niñas y mujeres.

Compartiendo muchos de sus ideales educativos (sistema cíclico de enseñanza, etc.) con el centro de la ILE, el Instituto abarcaba desde la escuela de párvulos hasta la Universidad… pero sufragado con los fondos del Estado. El profesorado se seleccionaba entre los Catedráticos de Instituto con plazas en provincias, pero lo hacía con total libertad la propia JAE.

El ensayo pedagógico madrileño tardó bastantes años en extenderse a otras provincias.

El final de la JAE

No cabe ni cabía ninguna duda acerca de que la Junta constituyó el primer paso para que la investigación pudiera ser realizada por los universitarios y para que las enseñanzas más avanzadas dictadas en Europa se incorporasen progresivamente a nuestros planes de estudio.

La dictadura de Primo de Rivera, como cabía prever, planteó algunas dificultades, como la decisión de crear una nueva dependencia, la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de Estado, que terminaba con el monopolio de la JAE en lo que a los intercambios y embajadas culturales con el extranjero se refiere. Pero las personas elegidas para esa función volvían a salir prácticamente de la misma elite intelectual burguesa de donde procedían la ILE y la JAE.

Con la llegada de la II República, se inauguraba finalmente el que se constituirá en el mayor éxito científico internacional de la JAE: el Instituto Nacional de Física y Química.

Inauguración del Instituto Nacional de Física y Química, 1932.Tras el estallido de la Guerra Civil en 1936, la vida académica en la España republicana se traslada, con el Gobierno y las dependencias ministeriales, a Valencia, y la “Comisión Delegada” de la Junta Directiva de la JAE hará esfuerzos extraordinarios desde allí para que las actividades de los Centros continuasen tanto en la capital del Turia como en el Madrid sitiado.

Sin embargo, desde el bando nacional se publicaría un Decreto, por el que se atribuía al nuevo Instituto de España la facultad de “orientar y dirigir la alta cultura y la investigación superior en España”. Con esta orden quedaba disuelta la Junta para Ampliación de Estudios, y sus funciones y sus centros de investigación eran asumidos tanto por el Instituto de España como por las Universidades, que pronto volverían a funcionar. Por aquél mismo decreto de la España nacional, se creaban el Centro de Estudios Históricos, el Centro de Filología Románica, el Centro de Filología Semítica y Estudios Arábigos, el Centro de Arqueología e Historia Americana y la Comisión para la Historia de la Ciencia, con la idea de que algunos de ellos residieran en las ciudades más afines.

Por último, en noviembre de 1939, nacía el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, verdadero final de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Por supuesto habrá quien opine que el Consejo supuso en 1939 la continuidad de la Junta. Pues bien, esa perspectiva no es aceptable ni histórica, ni política ni moralmente: el CSIC surgió entonces, precisamente, de la ruptura radical, consciente y explícita con todo lo que significó la JAE. Otra cosa es la realidad de su evolución con los años y su adaptación progresiva a los nuevos tiempos.



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