Pasaje a la Ciencia
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Inicio->Número 11 (junio 2008)->Alberto
Jiménez Fraud
Traer a las páginas de esta revista la figura de
Alberto Jiménez Fraud significa reconocer un movimiento muy importante
que tuvo lugar a lo largo del siglo XVIII en la comarca de la Sierra
Sur. Nos referimos al flujo de migración, que, constantemente, tuvo
lugar entre los vecinos de Alcalá la Real y las costas malagueñas. Los
hay en todas las direcciones: desde el trasiego comercial entre los
playeros y los labradores alcalaínos, a su vez vendedores de los
excedentes del trigo de la comarca, desde la influencia industrial de
la Málaga de aquellos tiempos y los hombres de negocios y de la banca,
procedentes de la costa malagueña, que se instalaron en Alcalá, o
simplemente, de los emigrantes franceses que tuvieron su primera etapa
de asentamiento en aquellas costas de España y, posteriormente,
sentaron sus tiendas, comercios y sus oficinas de préstamo en nuestra
localidad: nos referimos a Los Govert, los Miquel, los Laloya, los
Batmala o los Camy. Sin embargo, Málaga también fue el foro de
atracción de otros muchos alcalaínos, que se avecindaron en ella
atraídos por aquel pozo de riqueza, modelo de muchos pueblos de España.
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Enrique Jiménez, un alcalaíno padre del
primer director de la Residencia de Estudiantes
Entre ellos, el alcalaíno Enrique Jiménez recaló
en aquellas tierras. Este personaje, a veces, enigmático para muchos
críticos de la biografía de Alberto Jiménez, debió influir en su hijo;
se le había educado en la formación básica de aquellos tiempos y había
entrado en los estudios eclesiásticos gracias a la preocupación de su
abuelo por la formación académica de sus hijos. Pero, aquellos
estudios, con tanto fundamento escolástico, no debieron satisfacer las
inquietudes de Enrique hasta tal punto que se salió del Seminario de
Jaén para volver al seno de su tierra natal.
Pero, en aquellos tiempos comprendidos en la mitad
del siglo XIX, la comarca alcalaína tan sólo ofrecía a las personas
emprendedoras la incorporación laboral a la vida campesina, gracias al
amplio desarrollo de roturación de los montes y al reparto de muchas
tierras con motivo de las diferentes desamortizaciones; pues, la
burocracia había perdido mucho terreno con la desaparición de la Abadía
y no ofertaba ningún puesto ni empleo gratificante para la carrera
profesional a los que habían alcanzado algún grado de estudios de tal
manera que no les quedaba más remedio que emigrar a tierras americanas,
filipinas o a los polos de desarrollo español de aquel tiempo como era
Málaga. Eso hizo Enrique Jiménez, pidió a su madre varias monedas de
plata y se marchó de la ciudad con destino desconocido.
Tras varias estancias en diferentes lugares de
Andalucía, recaló en Málaga, donde se casó pronto, sin embargo a los
pocos años quedó viudo. Enrolado en el mundo empresarial de su época,
viajó a Paris, sede de importantes encuentros internacionales del mundo
de la técnica, ciencia y comercio, para llevar a cabo ciertos negocios
relacionados con el mundo de la seda. Allí, conoció a su segunda mujer
Henriette Fraud. De este matrimonio nacieron en Málaga varios hijos,
entre ellos Alberto Jiménez Fraud.
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Alberto
Jiménez Fraud
Estudió por libre Derecho en la Universidad de
Granada bajo la preparación de diversos miembros de la familia Orueta
(Ricardo Orueta, escritor que dominaba el mundo literario francés y le
preparaba para los exámenes oficiales de derecho, y su padre, Domingo
Orueta, un prestigioso geólogo que va a poner a disposición de Alberto
una de las más importantes bibliotecas de su época y los avances de los
conocimientos científicos de finales del siglo XIX). Esta familia
influyó profundamente en la formación intelectual de Alberto Jiménez
Fraud, y, al mismo tiempo, lo introdujo en la afición por el gusto
artístico y el conocimiento del mundo científico y literario. Pero,
como figura nacional, quien mayor impacto tuvo en su formación fue la
del krausista Giner de los Ríos, de ahí que se le considera uno de sus
últimos discípulos. En la capital malagueña formó parte de un grupo
cultural denominado “La Holganza Ilustrada”, en la que se integraron su
hermano Gustavo Jiménez, José Moreno Vila, poeta, amigo y crítico,
Francisco de Orueta, Estebanéz de Calderón, nieto del Solitario, y
Manuel García Morente, filósofo arjonillero. Renovaron la cultura
provinciana y localista de la capital costeña. Algunos miembros de este
grupo jugaron un papel fundamental en la Residencia de Estudiantes como
Alberto Orueta y Moreno Vila.</p> <p>Pronto
rompió con este grupo, y se trasladó a Madrid de la mano y carta de
presentación de Francisco Giner de los Ríos para realizar los estudios
de doctorado. Casó con Natalia de Cossío, esta mujer “alta y delgada,
de figura distinguida, que emanaba una clase determinada de equilibrio,
una tolerancia sobre manera civilizada y curiosa ante las cosas. Ella
dirá, un poco tímidamente, que tuvo la suerte de ser educada por tres
pedagogos singulares: su padre, su marido y el propio Giner de los
Ríos”.
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La
Residencia de Estudiantes
Alberto Jiménez coincidió este tiempo con su mujer
en dos importantes acontecimientos culturales: la difusión del
pensamiento de la Institución de Libre Enseñanza, plasmada e impulsada
por Francisco Giner de los Ríos, que de profesor de Filosofía del
Derecho se convirtió muy pronto en verdadero filósofo de la educación.
La Institución fue, a partir de 1876, el movimiento educativo no
oficial más importante desarrollado en España a lo largo de la
Historia. Los profesores y catedráticos más eminentes del país fueron
expulsados de la Universidad Oficial a raíz de la conocida como segunda
Cuestión Universitaria y se incorporaron al proceso impulsado por Giner
de los Ríos y sus discípulos. Resultado de su labor, reconocida por los
sectores más liberales de la monarquía, fue la creación en 1907 de la
Junta para la Ampliación de Estudios, con sus numerosos centros e
institutos, la Residencia de Estudiantes y el Instituto Escuela. En
segundo lugar, con la juventud de su esposa, que manifestó que vivía en
una época cuando la mujer española se estaba incorporando al saber,
cuando empezaba a gustar del aire libre, del paisaje y de los
monumentos que en él habían crecido.Hasta tal punto sintonizó
con el movimiento del Instituto de Libre Enseñanza, que pronto formó
parte de una de sus instituciones más prestigiosas.
Dentro del marco de actuaciones de la Junta, en
1910 vio la luz el proyecto de un Colegio Universitario, por el Real
Decreto del 6 de Mayo de dicho año. El director de este pequeño
colegio, ubicado en sus primeros momentos en un hotelito de la calle
Fortuny, por indicación de Francisco Giner, fue Alberto Jiménez Fraud,
figura determinante para la institución quien pasó tres años como
institucionista. Como comenta el prologuista Luís G. Valdellano de su
libro “La Residencia de Estudiantes” Giner de los Ríos se fijó en su
inteligencia serena, en sus condiciones de integridad moral, sus dotes
persuasivas, la firmeza de carácter, y, sobre todo, la capacidad que en
él se advertía para entregarse generosa y totalmente a su ideal. El
contacto directo con sus maestros Giner y Cossío, hicieron surgir en él
su auténtica vocación, la de ser un educador de la juventud, dedicando
toda su vida a esta labor cultural. Todo ello con un sentido
reformista, que trató de compaginar el carácter y las costumbres de la
sociedad española con lo más depurado, libre y tolerante de la vida y
cultura europeos. A partir de 1910, dirigió esta ya denominada
Residencia de Enseñantes, lugar donde enseñaron y estudiaron figuras
eminentes del ámbito mundo cultural y científico. Perseguía esta
institución una residencia de estudiantes provenientes de las
provincias, que encontraran no sólo un lugar de alojamiento sino
también un sitio donde se complementara su formación familiar y
cultural, a la vez que el contacto con profesores prestigiosos y
personalidades que ilustraran a los pensionados en una formación
integral del individuo. Por eso en otra ocasión manifestábamos la
relevancia de Alberto Jiménez con estas palabras “persona importantísima
para la generación del veintisiete, expansión de las ideas de la
Institución Libre de Enseñanza y, desarrollo de la investigación
científica y, sobre todo, con el intercambio cultural de Europa”.
La Residencia, a pesar del influjo anglosajón, siempre tuvo como
principio fundamental la libertad a la hora de desarrollar todo tipo de
actividad cultural y científica. Bajo la égida de Alberto Jiménez, este
humanista será siempre fiel a la libertad de los individuos frente a
los totalitarismos de cualquier signo, una institución modelo de
enseñanza para la posteridad.
Fue un gran amigo de Juan Ramón Jiménez, que
siempre recordará a su madre los afectos y dedicación que tuvo con él
en la Residencia de la Colina de los Chopos, tal como le puso de nombre
aquel paraje o páramo cultural de España. La lista de personalidades
con las que contactó, durante su dirección de la Residencia, fue muy
importante y, entre Juan Ramón y Alberto Jiménez: a partir de 1913
comenzó el movimiento literario de la Generación del 27, que tantos
frutos y poetas ha dado a España.
Alberto Jiménez Fraud ejerció un tipo de pedagogía
en la que cuidaba el mínimo detalle para que los residentes se
sintieran felices. Tras su estancia en Inglaterra y con el
asesoramiento de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciónes
Científicas, consiguió lo que manifestamos en otro artículo anterior
“prever la creación de laboratorios de trabajo” y de otras
instituciones destinadas a promocionar el progreso cultural de España y
la mejora de nuestras instituciones de enseñanza e introdujo algunas
costumbres inglesas como la labor de las tutorías que dieron sus frutos
en la Medicina y el Arte.
De gran trascendencia para la vida cultural
española de los años veinte y treinta fue la Residencia de Estudiantes,
donde convivieron Unamuno, García Lorca, Machado, Ortega y Gasset, Juan
Ramón Jiménez, Eugenio D’Ors... Y han pasado por su cátedra eminentes
figuras como la de Einstein, Bergson, Paul Valery, Paul Claudel, Hugo
G. Wells, Le Corbusier, Ravel, Marie Curie, etc. Y, no podemos olvidar
a científicos españoles como los doctores Ramón y Cajal, Negrín, el
histólogo Nicolás Achúcarro, Severo Ochoa, Calandre, Paco Grande, Sixto
Obrador, del Río Ortega… Los más beneficiados dentro del grupo fueron
los futuros arquitectos, asesorados por Moreno Villa. Los alumnos de
ciencias tenían al lado el Instituto Nacional de Física y Química,
dirigido por Blas Cabrera, colaborador de la Residencia donde pronunció
conferencias y cursillos. También estaba al lado el Museo de Ciencias
Naturales dirigido por Ignacio Bolívar. Los de medicina tenían a su
disposición los famosos laboratorios de la Residencia dependientes de
la Junta y subvencionados por ella. Ya en Fortuny tuvieron un pequeño
laboratorio de "anatomía microscópica" dirigido por
Luis Calandre, que era el más distinguido cardiólogo de Madrid. Era el
médico de la Residencia y enseñaba Histología a los alumnos de primero
de medicina.
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La
Ciencia
En la Residencia se hallaban distintos
laboratorios: Química
General, Química Fisiológica, Fisiología y Anatomía de los Centro
Nerviosos, Serología y Bacteriología, aunque el más importante fue el
de Histología y Fisiología General. Se contaba sólo con 11 plazas para
22 estudiantes, por lo que deberían trabajar por turnos. Se estudiaban
siempre temas concretos de la especialidad. Para los estudiantes
cualificados, la Junta contó con becas en el extranjero. El acceso a
los laboratorios era libre. Podían acudir otros estudiantes que
acreditaban su preparación para ocupar las plazas que se ofrecían
De la capacidad organizativa, podemos ponerla de
manifiesto en este poema de Gabriel Celaya.
Recuerdo
a Don Alberto Jiménez
Fraud, tranquilo,
gobernándolo todo, como quien
no hace nada.
Recuerdo a Don Miguel y a Juan
Ramón, y a Ortega,
y el susto que me daban si de
pronto me hablaban,
y el interés humano que yo, estudiante
equis,
en ellos despertaba, conmigo levantaban.
¡Mi vieja Residencial ¡Mi España
siempre activa!
¡Mi verdad golpeando que no es
sólo un recuerdo
nostálgico, adornado de glorias
arrastradas,
sino algo siempre claro como
espejo y ejemplo!
Porque si fuimos fruto de un
árbol plantado,
también somos semilla de un
nuevo crecimiento.
La Guerra Civil significó un paréntesis de este
movimiento
científico español hasta la implantación de la democracia. Tras el
exilio, Alberto se dedicó a la docencia en las universidades y llevó a
cabo varios escritos, entre ellos “Ocaso y Restauración. Historia de la
Universidad de España” o la mencionada “La Residencia de Estudiantes”.
Alberto Jiménez Fraud y su familia fueron acogidos en Cambridge, donde
Jiménez Fraud tuvo una lectoría en el King's College y fue miembro de
la High Table. Luego fue Oxford, el New College. También su casa y el
ambiente anglosajón fueron foco de atracción de investigadores
españoles y extranjeros y fue definido por Caro Baroja de esta manera.
“Allí
encontré (en Oxford) un
hogar español. En un sitio céntrico, cerca de St. Giles, hay un vallado
que contiene dos o tres casitas y que se llama Wellington Place. En una
de estas casitas vivía, con su mujer, don Alberto Jiménez Fraud.
Don
Alberto era un hombre algo mayor
que mis padres, nacido en Málaga, con ascendencia francesa por el lado
materno. Había sido el último en edad de los discípulos predilectos de
Giner de los Ríos y se había casado con la hija de Cossío. El y su
mujer, doña Natalia, constituían una pareja muy singular, porque siendo
de caracteres muy diferentes entre sí, estaban muy compenetrados y
vivieron con un ideal común. Lo mismo en el destierro de la vejez que
en la época, más plácida, de la juventud".
Y por encima de todo hay que destacar lo que
referíamos sobre la
figura de Alberto Jiménez Fraud, un malagueño con sangre alcalaína “nos
viene a la memoria la esentura de Enrique Jiménez que debió influir en
la personalidad de su hijo Alberto, que, como él, no se ancló en los
localismos inocuos, sino que proyectó su amor a España con la entrega
diaria a un ideal que desgraciadamente le vio morir en el exilio como
traductor de la ONU: ser amante de la libertad”:
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