Pedro Sáinz Rodríguez, político, literato, que
siendo contemporáneo de Santiago Ramón y Cajal lo trató con asiduidad
desde la secretaría del Ateneo de Madrid, dijo en 1986: “Ramón y Cajal
estuvo siempre al margen de la política. Toda su preocupación pública
fue la del desarrollo científico de España”.
Si
aplicamos el término política a la actividad de
los que aspiran a regir los asuntos públicos, Ramón y Cajal no hizo
política. Si lo consideramos como actividad del ciudadano individual
que interviene en asuntos públicos con su opinión y con su voto, Ramón
y Cajal sí hizo política. Aquí, en el Senado, como senador electivo por
la Universidad Central y desde 1910 como senador vitalicio.
Nombramiento que aceptó por ser un cargo gratuito y con la condición de
ser independiente y no tener que adherirse a ningún partido, aunque él
se sentía liberal. Venía al Senado para votar siempre a favor de
Canalejas apoyando sus ideales democráticos. Ramón y Cajal le conocía
muy bien desde que fue presidente del Ateneo y Cajal socio de honor que
se encargaba de la sección de ciencias del mismo. De Canalejas admiraba
su sólida formación política, literaria, su oratoria y su capacidad de
trabajo.
Ramón y Cajal también hizo política aceptando en
1907 la presidencia de la Junta para la Ampliación de Estudios, o sea,
desde su creación, -cargo igualmente gratuito- dirigiéndola durante 25
años con eficacia y aplicando sus personalísimas ideas, expuestas en su
discurso de ingreso en la Academia de Ciencias, en 1898, para realizar
su sueño de europeizar y modernizar la ciencia y la cultura españolas,
apoyando con becas a jóvenes de valía. Al éxito de esa política
cultural a lo largo de esos 25 años de su presidencia se le llama hoy
la Edad de Plata de la Cultura Española.
Es difícil encontrar un español igual de español
que Ramón y Cajal: más, no existe. Cuando en 1900 recibe el Premio de
Moscú, en el homenaje que le dieron en la Universidad Complutense dijo:
“Mi fuerza fue el sentimiento patriótico; mi norte, engrandecer la toga
universitaria; mi ideal, aumentar el caudal de ideas originales
españolas circulantes por el mundo, granjeando respeto y simpatía para
nuestra ciencia”.
Sir Charles Sherrington, Nobel en 1922, dijo sobre
Ramón y Cajal: “Su ciencia fue una ofrenda a España, lo que constituye
un motivo más de admiración hacia el hombre para los que tuvimos el
privilegio de conocerlo”.
Y es que Sherrington vio a Ramón y Cajal muy
emocionado cuando al dar su conferencia Croonian Lecture en la sede de
la Real Sociedad, contempló juntas en el estrado presidencial las
banderas inglesa y española juntas.
Desde el siglo XVI en que Luis Vives había
visitado las universidades inglesas, ningún español había dado lección
ni discursos. Con Santiago Ramón y Cajal, se establecieron unos
vínculos culturales de conexión después de siglos de incomprensión.
Cuando en 1899 visitó EEUU invitado por la
Universidad de Clark, un año después de la humillación que había
sufrido España en la guerra de Cuba, las autoridades académicas
americanas homenajearon a España con su bandera e himno en la persona
de Santiago Ramón y Cajal.
Cien años después, en 1999, el laboratorio
espacial de la NASA, el primer Neurolab rinde un
homenaje universal al primer español presente en el espacio. Durante 24
horas se emitieron a todo el mundo desde el Neurolab
los dibujos científicos y preparaciones histológicas que representaban
la presencia física de Cajal en el espacio. Es de hecho un español
universal, aunque el Ministerio de Asuntos Exteriores no le haya dado
ese nombramiento.
Este hombre, al que el Senado se honra
homenajeándolo hoy, fue un bienhechor para la humanidad. Sus trabajos
iluminaron cantidad de campos, no solo para los histólogos, fisiólogos,
cirujanos, etc. sino que también han sido de enorme valor para
psicólogos, psiquiatras y para todos aquellos relacionados con la
educación, pues brindan indicaciones para lograr métodos para aprender
y enseñar cómo puede mejorar y desarrollarse la memoria. Temas de total
actualidad en el mundo de hoy día.
Si la historia de Occidente se puede dividir en
dos eras, antes de Cristo y después de Cristo, la historia de las
neurociencias, de los conceptos modernos acerca de las enfermedades
neurológicas y mentales, también se divide en antes de Ramón y Cajal y
después de él. Sus trabajos fueron una revolución científica.
Don Santiago, prestando poca o nula atención a la
política, ejerció una acción tónica sobre la vida pública de su país y
logró que en el mundo culto científico cambiaran los viejos tópicos
denigrantes para España. Su personalidad y su reconocimiento en el
extranjero y después, en nuestro país, puso en marcha mecanismos de
apoyo público y político para la investigación.
El recuerdo permanente que significa colocar hoy
su busto en el Senado, en el año que se cumple en centenario de su
concesión del Nobel, es algo que él nunca habría esperado y que,
precisamente por ello, le habría emocionado y conmovido profundamente
su corazón.
Excmo. Sr. Presidente del Senado, muchas gracias
en nombre de todos sus descendientes.
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