Pasaje a la Ciencia
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Inicio->Número 11 (junio 2008)->Los
planes de estudio del magisterio primario (1845-1936). Acotaciones a la
enseñanza de las Ciencias Naturales
Introducción
Buscar una edad dorada o de plata, por semejanza a
como se denomina la literatura española entre 1898 y 1936, en la
enseñanza de cualquier materia no es tarea fácil y en particular si nos
centramos en las disciplinas científicas.
No comparto la idea de que cualquier tiempo fuera
mejor; los tiempos son como paradigmas inconmensurables, gracias
Feyerabend, y cualquier intento de comparar los sistemas educativos de
diferentes “tiempos” fracasará si no entendemos el contexto histórico y
social en que se sitúan. Sólo podemos aspirar a comprenderlos y quizás
a extraer algunas conclusiones que nos ayuden a no tener errores
similares, siempre que realicemos la adecuada aproximación al contexto
histórico y social pasado y presente. Como tal tarea es ardua y los
cambios educativos son una demanda continua, el resultado actual es, a
mi subjetivo parecer, que todo no fue mejor en otros tiempos, ni que
todo es posible de empeorar en el futuro, según la expresión de una ley
científica “no formal” bien conocida por todos los que desayunan
tostadas con mantequilla y además se dedican a revisar la legislación
educativa, bien por obligación o devoción. Antes bien, el repaso de
nuestra historia educativa nos lleva a recordar, salvo en algunas
excepciones, la idea clásica de “no hay nada nuevo bajo el firmamento”.
En las siguientes páginas, y de forma condensada,
trataré de aproximar al lector los cambios en la enseñanza que recibían
en su formación los maestros de primera enseñanza durante el periodo
1845-1936. Como indicábamos anteriormente, situaremos histórica y
socialmente estas enseñanzas y revisaremos los planes de estudio de las
Escuelas Normales, en un periodo que abarca aproximadamente la vida de
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). Acotación especial merecen las
ideas que la Segunda República intentó trasladar a la enseñanza de las
ciencias naturales, ideas que, como muchas otras de ese momento, aún en
la actualidad son utópicas de trasladar al aula.
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Desde
los orígenes: un enfrentamiento bien conocido
La política
educativa en los reinos de España
nace, a finales del Antiguo Régimen, en la Real Provisión de 1771[1]. En
ella se reconoce que “de dar la mejor instrucción a la infancia, podrá
experimentar la causa pública el mayor beneficio”. Los que dieran tal
instrucción debían ser examinados y aprobados de Doctrina Cristiana,
con acreditación mediante testigos de su fe, costumbres y limpieza de
sangre; y haber sufrido examen sobre el arte de leer, escribir y
contar, exámenes controlados por la Hermandad de san Casiano.
Desde 1812 el pensamiento liberal recoge el
optimismo ilustrado y la fe en la instrucción pública como elemento
imprescindible para la reforma y las mejoras de la nación. El objetivo
no se discute, resulta diáfano en todo momento. El debate es otro: toda
la historia de la educación española del siglo XIX y de gran parte del
XX, y bien podemos decir de su totalidad y aún continuamos en ello, es
la historia del control de la escuela. Esta lucha se cubrirá de ropajes
diversos, según el momento y coyuntura, del derecho privado a la
enseñanza, de la libertad de cátedra o del derecho a la elección de
centro.
La
desaparición de las instituciones religiosas
encargadas de formar y examinar a los maestros llevó a una situación
muy deficiente y que trató de paliarse con la creación de la Escuela
Normal Central de Madrid, abierta en marzo de 1839. Esta escuela es
consecuencia de la Ley de Instrucción Primaria del Marqués de
Someruelos de 21 de julio de 1838[2]. Asistimos a una
fiebre de
fundaciones que lleva a la creación de hasta 42 Normales de maestros en
1845, con una posterior reordenación en Escuelas Normales Superiores,
en las capitales de distrito universitario, y Escuelas Normales
Elementales en el resto.
Mas allá de
las fiebres fundacionales y de los
grandes discursos retóricos de los políticos de turno, el turno entre
liberales y conservadores que se estableció, y más allá de las diversas
leyes que se fueron sucediendo[3], la realidad “a pie
de aula”, esa que
pisan los maestros pero no políticos, es que las Escuelas Normales y el
sistema de enseñanza primaria sufrirán un continuo abandono por falta
de infraestructuras y de presupuesto económico.
Manuel Bartolomé de Cossío, Director del Museo
Pedagógico, escribía en 1889 que “en nuestro país no existen institutos
de enseñanza, ni oficiales ni libres, en que pueda hacerse la
preparación general en la medida y con el carácter que el futuro
maestro necesita”.
Y es que el “carácter”, el ambiente común a toda
la formación de las Normales, era la formación religiosa. La inercia
cultural y social española, ya marcada en la provisión de 1771, y
reforzada en el Concordato con el Vaticano de 1851, seguía presente en
los Reglamentos de las Escuelas Normales. En el Reglamento de 1843 se
indica que: “De todas las enseñanzas la principal, la que más cuidados
merece es la moral religiosa. Todas podían suprimirse excepto ésta: sin
saber leer y escribir puede ser un hombre buen padre de familia,
súbdito obediente, pacífico ciudadano; nada de esto será si le faltan
los principios de la moral, y si desconoce los deberes que la religión
prescribe”.
Este carácter imprimía al magisterio un perfil de
“sacerdocio civil”, incluso era frecuente denominar seminaristas a los
que estudiaban en las Normales, de medianía mediocre, con escasa
consideración social, y bajos sueldos que precariamente cobraban (era
popular el dicho de “pasar más hambre que un maestro”).
De esta edad primigenia, nada brillante, el
desastre de 1898 provocó una conmoción. La intelectualidad y los
políticos creyeron ver, de nuevo, en la instrucción pública la solución
que sacara a la nación del desastre. El conservador García Alix y el
liberal Romanones mantuvieron una cierta continuidad que se plasmó en
1900 en la creación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas
Artes. Las propuestas de mejora llevaron a la creación de la Escuela de
Estudios Superiores del Magisterio (1909), la Junta de Ampliación de
Estudios (1907), el Museo Pedagógico, los Congresos Pedagógicos, la
Residencia de Estudiantes, etc., todos ellos impulsados por los
innovadores de la Institución Libre de Enseñanza, con Francisco Giner
de los Ríos a la cabeza. Todos los movimientos del primer tercio del
siglo culminarían con las reformas educativas de la II República, sólo
ella intentará renovar el sistema escolar y la formación de los
maestros. Los cambios promovidos desde el 98 sólo serán intentos que
afectarían a las enseñanzas medias o al bachillerato de la época,
alcanzable solo para las reducidas elites de la burguesía de entonces,
pero nunca llegarían al magisterio primario. La escasez de recursos
económicos y la oposición cerrada de la Iglesia evitaba cualquier
mejora real de la preparación de los maestros, a no ser que fuera la
propia de la religión.
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Los
planes de estudio en las escuelas normales: la Historia Natural , sólo
para los maestros
Con anterioridad a las Escuelas Normales era la
Comisión Superior de
Instrucción Primaria de cada Provincia quien determinaba la capacidad
para ser maestro de escuela elemental primaria y maestro de escuela
superior de instrucción primaria. Las materias de las que había de
examinarse se detallaban en los documentos de la época y se iniciaban,
evidentemente, con “Principios de Religión y Moral”. En el listado de
materias de la escuela superior aparecían “Nociones generales de Física
e Historia Natural, aplicables a los usos comunes de la vida”.
Estos
programas se mantuvieron en las Escuelas
Normales desde los
primeros reglamentos de 1843 y sucesivos[4]. Este Reglamento,
similar en
todas las Escuelas, se mantuvo hasta 1898 con algunas modificaciones
fruto de la Ley Moyano de 1857.
El Plan de Estudios comprendía las siguientes
materias y reparto de horas lectivas:
Materias de
estudio (dos primeros cursos para el nivel Escuela Elemental y tercer
curso para nivel Escuela Superior) |
Horas lectivas semanales en 1º (total 30 h) |
Horas lectivas semanales en 2º (total 30 h) |
Horas lectivas semanales en 3º (total 41 h) |
Religión, Doctrina cristiana e Historia
sagrada |
3 |
1.5 |
4.5 |
Teoría y Práctica de la Lectura y escritura |
9 |
10.5 |
4 |
Pedagogía: Principios generales y métodos
de enseñanza |
3 |
1.5 |
3 |
Gramática y lengua castellana |
3 |
1.5 |
3 |
Aritmética ( y Álgebra en 3º curso) |
1.5 |
1.5 |
4.5 |
Práctica de Dibujo Lineal |
4.5 |
4.5 |
- |
Elementos de Geografía e Historia de España |
1.5 |
1.5 |
- |
Geografía e Historia Universal |
- |
- |
3 |
Geometría y Dibujo lineal (y Agrimensura en
3º) |
1.5 |
1.5 |
3 |
Escuela Práctica (Prácticas de enseñanza) |
9 |
3 |
1.5 |
Teoría y práctica de la Agricultura |
- |
3 |
3.5 |
Conocimientos comunes de Ciencias Físicas y
Naturales |
- |
- |
3 |
Nociones de Industria y Comercio |
- |
- |
3 |
Estudio |
- |
- |
6.5 |
El programa está centrado en la práctica de la
escritura y la lectura, con poca presencia del componente profesional
pedagógico, con una sucesiva reducción de las prácticas, y una
implantación progresiva de elementos de la vida cotidiana (Agricultura
y Agrimensura necesarias para una España eminentemente rural en ese
momento), “Conocimientos de Física, Química e Historia natural
indispensables para tener un conocimiento general de los fenómenos del
universo o hacer alusiones a los usos más comunes de la vida” como
aparecía en los prólogos de los programas de la época; y las nociones
de Industria y Comercio.
El Programa de Física era muy completo, para la
época, pues incluía el estudio de los cuerpos en sus tres estados,
higrometría, electricidad, magnetismo, lumínico y nociones de química.
En el apartado de Electricidad se incluía: Fenómenos generales de los
cuerpos electrizados, hipótesis de Flanchin y Simmer, electroscopios,
electrómetros, electricidad por influencia, máquinas eléctricas,
electróforo, electricidad acumulada, cuadro fulminante, botella de
Leyden, baterías eléctricas, electricidad atmosférica, pararrayos,
modos de desarrollar la electricidad, electricidad por contacto, pila
de Volta y sus aplicaciones.
El Programa
de Historia Natural se dividía en
Mineralogía, Geología, Botánica y Zoología, desglosando en cada parte
los elementos más importantes. Así, en Botánica se estudiaban las
características distintivas entre vegetales y animales, órganos de
nutrición, germinación y reproducción de las plantas, su clasificación
y descripción de las familias más importantes. En Zoología se estudiaba
la organización de la vida animal, nutrición, respiración, circulación
y reproducción; y grandes grupos de animales por sus condiciones
anatómicas: vertebrados, moluscos y articulados. En Mineralogía: los
caracteres de los seres orgánicos e inorgánicos, caracteres físicos de
los minerales, clasificación, situación y descripción de los más
importantes, metales de mayor uso, combustibles. En Geología: opiniones
sobre la formación del globo terráqueo, historia primitiva del globo,
caracteres y materiales de los distintos terrenos[5].
La materia
de Pedagogía se dividía en tres partes
principales: Fisiología Humana, Principios generales de educación y
Sistemas generales y métodos particulares de enseñanza. Esta división
puede parecernos extraña en la actualidad[6] pero por entonces la
Fisiología Humana era antepuesta como soporte de toda la educación,
siendo necesario conocer los órganos humanos de digestión, circulación
de la sangre, respiración, funciones del cerebro, piel, músculos,
huesos, e influjo recíproco de unas funciones en otras. Así, los
principios generales de educación desarrollaban inicialmente la
educación física, el vestido, nutrición, descanso e higiene; para pasar
posteriormente a la educación intelectual.
Este plan
de estudios no satisfacía a los más
liberales de la época puesto que en la práctica el peso de la enseñanza
puramente teórica era abrumador y no se seguía la “enseñanza realista y
viva” que demandaba las actividades en la naturaleza o en el
laboratorio propias de las ciencias físicas y naturales y como se
indicaban desde otros países europeos[7]. En un intento de
paliar estas
trabas se fueron constituyendo los gabinetes de Ciencias
Físico-naturales, en particular en los institutos de Enseñanza
secundaria de las capitales de provincia.
Hay un
hecho significativo, y diferencial con la
actualidad, en la formación de los maestros de esta época: la enseñanza
de la agricultura. La enseñanza impartida en las escuelas rurales, la
gran mayoría de una España agrícola por entonces, no mejoraban las
prácticas de los campesinos; preocupados por subsistir en su pobreza
ignoraban o rechazaban las enseñanzas de los maestros rurales que eran
tan pobres como ellos. La introducción de la materia teórico-práctica
de agricultura en la formación del magisterio responde a los problemas
de la época y desde sus inicios se insiste en que el profesor de
Agricultura no debe explicar las teorías científicas, propias de las
clases de Geología, Botánica, Zoología o Química, sino que su papel es
dar una enseñanza aplicada de la ciencia de la agricultura, así como
inspirar a los niños el amor al campo y el interés por la naturaleza[8].
Sin embargo, los resultados no fueron los esperados debido a dos
razones. En primer lugar, y aunque a los ayuntamientos no les fuera
nada difícil contar con un terreno adjunto a la escuela para destinarlo
a la experiencias agrícolas, por falta de presupuesto para costear
materiales, semillas, abonos. En segundo lugar por la falta de
preparación de los maestros que sólo estudiaban de forma teórica la
materia de Agricultura. ¿Cómo pedirles que enseñaran lo que no habían
aprendido?
|
Las
tareas propias de su sexo y condición
Muchos de nosotros recordaremos que en los
documentos de identidad de nuestras madres aparecían las siglas S.L.
rellenando el campo correspondiente a Profesión. Mi padre era Sastre y
mi madre S.L., lo cuál tenía su misterio pues en algún momento teníamos
que preguntar qué profesión era aquella. Para aclarar a los lectores
más jóvenes diremos que S.L. correspondía a “Sus Labores”, es decir las
propias de la condición femenina; digamos que cocinar, lavar la ropa,
planchar, coser, parir, criar a los niños, respetar al marido y un
largo etcétera. Esta denominación tiene orígenes amplios y asentados en
la consideración social del trabajo de la mujer.
Hay que
especificar que todo lo dicho hasta ahora
sobre las Escuelas Normales hace referencia a las Escuelas Normales de
Maestros, sólo del género masculino. Cuando en 1849 se reorganizaba las
Escuelas Normales de maestros en España, aún no se contemplaba los
estudios para las maestras, que venían siendo examinadas de una forma
similar en las Comisiones de Instrucción Primaria de cada Provincia, al
igual que los maestros antes de 1839. En estos exámenes, que no eran
públicos por recato para las aspirantes, se las examinaba de “religión,
moral, lectura, escritura, cuentas por números enteros hasta la
división de pequeñas cantidades por divisores simples, y en las labores
propias de su sexo, especialmente en las más usuales y de inmediata
utilidad para las familias pobres. A las que tengan nociones de
gramática castellana, y especialmente de ortografía, de geografía e
historia, se les preguntará también sobre estas materias; y las que en
ellas estén instruidas, merecerán siempre la nota de sobresaliente, si
en las materias de rigurosa enseñanza no estuviesen atrasadas”[9].
No será hasta la Ley Moyano de 1857 en que se
recomienda, pero sin carácter obligatorio, la creación de las Escuelas
Normales de Maestras “para la mejor instrucción de las niñas”. Esta
posibilidad se desarrolla en una Orden posterior que viene a organizar
las diversas Escuelas ya existentes desde 1847. Aunque con cierta
autonomía según las Escuelas, los planes de estudio, divididos en dos
años (escuela elemental) y desde 1877 en tres (escuela superior),
comprendían las siguientes materias:
- Doctrina cristiana e Historia Sagrada (3
horas/semana)
- Lectura y Escritura (7 horas/semana)
- Lengua castellana (1,5 horas/semana)
- Geografía e Historia de España (1,5
horas/semana)
- Pedagogía (1,5 horas/semana)
- Aritmética (1,5 horas/semana)
- Geometría y Dibujo lineal (1,5 horas/semana)
- Higiene y Economía doméstica (1,5 horas/semana)
- Labores (15 horas/ semana)
Queda claro el reparto de tareas y labores.
Habría que
aclarar que tanto maestros como
maestras podían iniciar sus estudios del Magisterio con solo catorce
años y que los que piensen en cursos académicos como los actuales andan
algo descaminados. Los horarios que hemos proporcionado, entre 30 y 41
horas semanales, se cubrían en ocasiones sólo durante 4 o a lo máximo
seis meses, debido a múltiples causas de organización, climatología,
falta de profesorado, huelgas diversas, etc. Hasta 1899 no se legisló
que el curso se extendiera desde el 16 de septiembre al 31 de enero y
del 16 de febrero al 30 de junio, los habituales 10 meses de
escolarización que conocemos en la actualidad. Las clases eran de lunes
a sábado con horarios habituales de 7.30 a 12 y de 14 a 17 horas[10].
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Las
Reformas del nuevo siglo
La pérdida de las últimas colonias en el horrible
año de 1898 espoleó, como indicábamos anteriormente, los cambios en la
enseñanza. Desde 1881 había diversos informes que denunciaban la
situación de las escuelas Normales; la Institución Libre de Enseñanza
venía reclamando que las Normales fueran centros de cultura e
institutos profesionales. Con ello se evitaría que “muchos llegaran a
la posesión del título de Maestros con escasa cultura y falta de
vocación”, en palabras del ministro de Fomento Germán Gamazo.
En 1899 se impone la reforma de este ministro, que
junto con las modificaciones de Bergamín en 1914 supondrán un cambio
profundo, sobre el papel, en la formación del magisterio. El nuevo Plan
se mantuvo desde 1914 hasta 1931.
El Plan de Estudios comprendía las siguientes
materias y reparto de horas:
|
Horas lectivas semanales en |
Materias de estudio |
Curso 1º
(25 horas) |
Curso 2º
(28 horas) |
Curso 3º
(32 horas) |
Curso 4º
(28 horas) |
Religión |
3 |
3 |
- |
- |
Teoría y Práctica de la Lectura |
3 |
- |
- |
- |
Caligrafía |
3 |
3 |
- |
- |
Pedagogía |
- |
3 |
3 |
3 |
Gramática castellana |
- |
3 |
3 |
- |
Literatura Española |
- |
- |
- |
2 |
Francés |
- |
- |
2 |
2 |
Aritmética y Geometría |
3 |
3 |
- |
- |
Geografía Universal y de España |
3 |
3 |
3 |
3 |
Historia Universal y de España |
3 |
3 |
3 |
3 |
Derecho y legislación escolar |
- |
- |
- |
3 |
Álgebra |
- |
- |
3 |
- |
Física |
- |
- |
3 |
- |
Química |
- |
- |
- |
3 |
Historia Natural y Agricultura |
- |
- |
3 |
- |
Música |
2 |
2 |
- |
- |
Dibujo |
2 |
2 |
- |
- |
Labores (plan femenino) |
3 |
3 |
3 |
- |
Economía doméstica (plan femenino)
Gimnasia e instrucción (masculino)
|
- |
- |
- |
3 |
Prácticas de enseñanza |
- |
- |
6 |
6 |
Los estudios de maestros y maestras se unificaron
en sus planes de estudio, salvo en dos materias propias para hombres:
Agricultura y Gimnasia e Instrucción; y otras dos sólo para mujeres:
Labores y Economía Doméstica. Esta unificación fue solo de planes, pues
los estudiantes se mantenían en centros separados.
Se incluyeron nuevas materias de carácter
profesional como la Legislación Escolar y se fomentaron las Prácticas
de Enseñanza. El nuevo plan era fuertemente culturalista con
asignaturas de Letras (Geografía, Historia, Gramática, Literatura,
Lectura), algo menos en Matemáticas (Aritmética, Geometría y Álgebra),
y con una presencia muy reducida en las Ciencias (Física, Química,
Historia Natural y Agricultura). Se introducen tímidamente algunas
nuevas materias como el Francés y la Música, reduciéndose la presencia
de la Teoría y Práctica de lectura y escritura y las materias
religiosas.
Y
como novedad absoluta era la ampliación a cuatro años de estudio,
limitación en el número de alumnos por clase, examen final de reválida
y un mínimo de 14 años para el ingreso. Desaparecía el grado elemental
y superior, dándose un único título de Maestro de Primera Educación.
Era el mejor plan posible hasta la fecha[11].
Sin embargo su efecto no fue positivo. La
prolongación a cuatro años de los estudios llevó a una pérdida de
alumnado masculino mientras que en las Normales femeninas se incrementó
el número de estudiantes, el magisterio empieza a verse como una tarea
básicamente de la mujer; por otra parte era casi el único centro de
formación al que podía acudir la mujer sin problemas. Las carencias de
locales adecuados, la falta de material de todo tipo, en particular
científico, y de prácticas adecuadas ahogaba una propuesta válida.
Los cursos no eran impartidos en su totalidad,
faltaba profesorado adecuado en las Normales, se ausentaban con
facilidad, no se cubrían bajas y las expectativas profesionales seguían
siendo de pobreza por los malos y atrasados sueldos que recibían los
maestros. En la imagen se reproduce una viñeta de una revista catalana
de la época en la que se satirizaba sobre los atrasos a los maestros.
En los años de la Dictadura de Primo de Rivera,
aunque se construyeron un buen número de escuelas, la formación del
magisterio continuó su declive y las penurias económicas se
mantuvieron, a pesar de que la economía general de España mejoró en
base a su neutralidad durante la Primera Guerra Mundial.
Desde la
Revista de Pedagogía se reclamaba con
insistencia que la formación del magisterio “debía llevarse a la
Universidad por razones teóricas y sociales”. Resaltando lo social se
indicaba que había que equiparar la formación de los maestros a la de
los profesionales universitarios como los médicos o los abogados[12].
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Las
esperanzas truncadas
La
República iba a iniciar una dignificación en la
formación inicial del magisterio. De hecho se equipara a cualquier otro
titulo universitario en sus exigencias de entrada, siendo necesario el
bachillerato de segunda enseñanza para la prueba de ingreso en la
Escuela Normal. Con ello se aseguraba una sólida cultura general de los
estudiantes que no necesitan cursar en la carrera esos contenidos
culturales y los planes de estudios se llenan de materias metodológicas
generales y específicas (didácticas, diríamos hoy)[13].
El nuevo plan es totalmente profesional, unificado
para maestros y maestras (estas mantenían una materia de enseñanzas de
hogar), se unifican los claustros de profesores y profesoras y se
trabaja, por primera vez en verdadera coeducación. Inicialmente el plan
contemplaba tres cursos y un cuarto año de prácticas de enseñanza, pero
se modificó en 1935 y las prácticas escolares se realizaban en el
segundo cuatrimestre del curso tercero, por lo que el plan finalmente
se recortó a la conocida estructura de tres años.
El acceso al cuerpo de maestros se limitaba por
una prueba de ingreso limitante, al terminar los estudios se salía con
plaza en propiedad y un sueldo de 4000 pesetas anuales. Este sueño iba
a durar poco, no más de tres promociones llegaron a salir de las
Normales con este plan. El baño de sangre de 1936 ahogaría todo el plan.
|
Las
Ciencias Naturales en la Segunda República
La enseñanza en la II República pretendía dotar de
unidad y coherencia a los períodos educativos y hacer una escuela
gratuita, obligatoria, laica y coeducativa, controlada por el Estado.
Sus métodos pedagógicos estaban inspirados en las ideas de “Escuela
activa” de María Montessori, que propugnaba una enseñanza que
respondiera a las necesidades de la vida.
Existía un gran interés por conseguir que la
enseñanza de las Ciencias Naturales fuese menos teórica y más práctica,
desde la escuela primaria a la Universidad. En una Circular educativa
de 12 de enero de 1932 se proponía que "los niños conozcan la zona en
la que está enclavada la escuela, aprovechando los valores educativos
del ambiente".
En otra Circular de la Dirección general de
Primera enseñanza, con fecha de 8 de agosto de 1934, se decía: "Que a
partir del día primero del curso próximo todos los Maestros nacionales,
cumpliendo un plan previamente trazado, realicen por lo menos una vez
al mes excursiones instructivas que sirvan para dar a conocer a los
niños los valores artísticos, históricos y monumentales representados
en la localidad por los Museos, archivos y monumentos que en la misma
existan". Se encargaba a la Inspección de Primera enseñanza que esta
circular fuese dada a conocer a todos los maestros y también que
resolviesen cuantas dudas y dificultades pudiesen surgir en su
aplicación.
En la práctica, las excursiones seguían sin
realizarse, o bien no se hacían con la frecuencia que era de desear,
desvirtuando así su eficacia. Las razones eran diversas:
- No se realizaban excursiones en las Escuelas
Normales, por lo que
difícilmente se podía pedir a los maestros que supervisaran algo que
nunca habían practicado durante su formación inicial.
- El
horario de trabajo de los maestros estaba sobrecargado, y sus sueldos
seguían siendo precarios, lo que les llevaba a buscar otros ingresos,
con la consiguiente inversión en tiempo y esfuerzo.
- Las familias de los alumnos no eran partidarias
de estas
innovaciones y consideraban las excursiones como una pérdida de tiempo
o una “chifladura” del maestro; tampoco las autoridades municipales las
facilitaban o fomentaban.
Sería labor del maestro conseguir que el alumnado
fuese capaz de ver y admirar las bellezas del medio natural, así como
dirigir su atención hacia los objetivos previstos para la excursión.
Durante el recorrido, además de la observación del medio, los alumnos
realizarían colecciones y herbarios y anotarían sus impresiones en un
cuaderno, que posteriormente leían en clase. También tenían tiempo para
jugar y contar cuentos. Se trataba de que el ambiente fuese distendido
y permitiese la relación del maestro con los niños. Este era el
espíritu, propio de la Institución Libre de Enseñanza.
Otras propuestas proponían un método experimental
para la enseñanza de las Ciencias Físico-Naturales, que debía basarse
en la acción, la manipulación, la labor de búsqueda e investigación y,
en definitiva, en la resolución de problemas que tuvieran relación con
estas ciencias.
También se proponía que las excursiones debían
tener por objeto resolver problemas que se hubiesen suscitado antes, o
bien recopilar materiales u observaciones necesarias para algún trabajo
ya comenzado, como la formación de un museo escolar, la confección de
herbarios y colecciones, o la búsqueda de materiales para experiencias
de laboratorio.
No se han
encontrado datos concretos sobre el
grado de realización de estas ideas pedagógicas tan novedosas en
aquella época[14].
Es difícil, por tanto, averiguar el grado de aplicación
de estas ideas pedagógicas en la práctica educativa cotidiana.
Probablemente sólo se pondrían en práctica en centros que contasen con
un profesorado cualificado y que apoyase estas ideas[15].
De lo que sí tenemos datos es del tipo de material
pedagógico que se utilizaba en la enseñanza de la Historia Natural en
los años 30. Se trataba sobre todo de láminas que representaban los
distintos animales en su medio, en el que aparecían los vegetales
propios de la zona; en otras aparecían los vegetales útiles para el
hombre y sus aplicaciones; otras representaban la organografía
botánica; y otras los fenómenos naturales de la tierra y los minerales.
|
Coda
final
En muchos casos, aunque en diferentes estados de
conservación y
catalogación, aún podemos consultar los textos de estudio que los
futuros maestros tenían en las Escuelas Normales. En la Escuela Normal
de Magisterio de Granada este legado bibliográfico ha sufrido avatares
muy diversos, traslados, perdidas, expolios, y en la actualidad una
falta apremiante de espacio que ha llevado al deterioro alarmante de
los fondos antiguos de la facultad de Educación. La mil veces prometida
nueva biblioteca de la Facultad se inaugurará en este curso, tras cinco
años de obras detenidas en dos ocasiones. Un centro con más de 6000
estudiantes sobrevive con las infraestructuras creadas para 2000.
Mientras, la Facultad de Medicina levanta sus quejas por un aumento en
25 alumnos para la matriculación de primer curso, eso provocará menor
calidad en la formación de médicos…lo dicho, nada nuevo bajo el sol.
En el anexo de imágenes se muestran las
presentaciones de dos textos
dedicados a los alumnos del bachillerato o a los propios estudiantes de
las Normales. Sus autores se encontraban entre los más eminentes de la
época, Celso Arévalo Carretero, Enrique Rioja Lo Bianco, Orestes
Cendrero Curiel o José Palop Ruiz. En sus prólogos encontramos
apuntados algunos de los problemas de la docencia de la Biología del
momento.
|
Nota
bibliográfica
Existen excelentes textos de historia de la
educación y de la enseñanza del magisterio en España, aunque en muchos
casos se pierden en las marañas continuas de la legislación educativa.
Quien desee una aproximación “ligera” pero crítica y rigurosa, léase
“La Educación en los siglos XIX y XX” de Claudio Lozano (Editorial
Síntesis, 1994). Recomiendo también la lectura de los trabajos
monográficos sobre Escuelas Normales provinciales como “Liberalismo
educativo: inercia y renovación en la formación de los maestros
altoaragoneses” de José María Nasarre López (2000, Diputación
Provincial de Huesca); La Escuela Normal de Granada (1846-1970) de
Miguel A. López (1979, Universidad de Granada). Estas obras junto al
trabajo doctoral “Naturaleza, Ecología y Enseñanza en España” de
Cristina Jiménez Artacho (2000) permiten una comprensión completa del
tema que he planteado condensadamente en este trabajo.
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Agradecimientos
Como en los versos de Bécquer, ¡Cuántas joyas hay
olvidadas! Silenciosos y cubiertos de polvo, en el límite del olvido he
podido rescatar algunos textos de Ciencias Naturales de los años
1920-1930. Esta dicha no hubiera ocurrido de no mediar el ofrecimiento
para escribir estas líneas del profesor D. Antonio Quesada Ramos,
gracias Antonio.
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Notas a
pie
- Real
Provisión
de su Majestad Carlos III y señores del Consejo, en que se prescriben
los requisitos, que han de concurrir en las personas que se dediquen al
Magisterio de las Primeras letras.[Volver a la lectura]
- En esta
Ley se establece que en cada provincia se creara una Escuela
Normal. [Volver
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- Plan
Pidal de 1845, Ley Moyano de 1857, etc, etc. ¿No nos resulta familiar
esta historia? [Volver a la lectura]
-
Pareciera que lo de mantener el programa aún
con diversas leyes educativas tiene vieja raíz en nuestro sistema
educativo [Volver
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- Este
programa aunque resumido da una idea de
que el maestro de primera enseñanza adquiriría una formación amplia
sobre las Ciencias Naturales de la época, aunque en su docencia hubiera
los problemas que luego se apuntan. Desde luego que a los alumnos
actuales de las Facultades de Educación les parecería (más bien les
parece) poco adecuado tener que “conocer” la panorámica actual de las
Ciencias Naturales. [Volver a la lectura]
- Quizás
no a los pedagogos, siempre un tanto
extraños, y que creen como primer mandamiento que lo importante es
saber enseñar aunque el maestro no conozca nada de ninguna materia;
asunto tan nocivo como saber mucho pero no saber enseñarlo, mal
endémico en otros colectivos bien conocidos por todos. [Volver a la
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- En esta
cuestión, diría que seguimos sin movernos un solo milímetro. [Volver a la
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- Esta
cuestión vendría a llamarse en la actualidad Educación
Ambiental. [Volver a la lectura]
- Como
vemos una particular forma de aplicar discriminación positiva a la hora
de las calificaciones. [Volver a la lectura]
- Este
horario era solar, los atrasos y adelantos actuales son cosa muy
reciente.[Volver
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- Y
diremos que en cuanto a los cuatro años de
estudio, es el único Plan que lo contempló. Debemos esperar al 2009
para que los estudios de Magisterio, por imperativo europeo, tengan tal
duración. [Volver a la lectura]
- No
estaría de más que los estudiantes
actuales de Magisterio se creyeran ellos mismos este valor, en
particular al valorar el esfuerzo académico relativo de estas
carreras. [Volver a la lectura]
-
Metodología de la Física y Química, y
Metodología de las Ciencias Naturales y Agricultura aparecen en los
planes desde el curso 1931-32 [Volver a la lectura]
- Y en
la nuestra. Son múltiples las
referencias del alumnado de primaria y secundaria que indica la falta
absoluta de actividades prácticas en las clases de Ciencias Naturales.
En los de primaria por la escasa formación de los maestros y en los de
secundaria por la falta de medios y disponibilidad horaria. [Volver a
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- Una
vez más nos encontramos con la cuestión
del voluntarismo del profesor. En palabras de muchos alumnos: “vamos al
laboratorio si el profesor quiere”…es aquello de que la escuela es lo
que el maestro quiere. [Volver
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