Arquitecto
En 2005, el Ayuntamiento de Alcalá la Real nos pidió redactar un proyecto para recuperar la traza original del paso en la torre-puerta de la Imagen en la fortaleza de la Mota y dotarlo de unas puertas nuevas. Aunque la construcción era conocida de sobra, estudiarla para su reconstrucción supuso analizarla de un modo que no nos habíamos planteado previamente.
La primera visita tras el encargo se produjo una mañana del mes de diciembre. La puerta que siempre había estado ahí, con su reja carcelaria de hierro, presentaba numerosos desperfectos y pérdidas; pero también sugería que, en algún momento previo, hubo un arco bien trazado y una sólida puerta que daba paso y protección a la ciudadela que hubo tras las murallas.
La primera fase del trabajo consistió en fotografiar todas las partes que formaban la construcción, acotar con la mayor precisión posible las medidas generales y concretas de cada pieza, y estudiar tanto los elementos que se encontraban en buen estado de conservación, como aquellas piezas o sectores que habían desaparecido por alguna causa.
Con todo este material, realizamos un levantamiento geométrico del conjunto, identificando cada elemento, valorando el estado de conservación, reconociendo volúmenes y dimensiones. De esta manera, determinamos que la estructura de paso estaba formada por un arco de entrada exterior, con un vano de 2,18 m y una altura total de 4,02 m, rematado en la parte superior por un alfiz. A continuación, un tramo recto de gran espesor con un ancho continuo de 2,55 m, cubierto con una bóveda semicircular flanqueada por arcos, y una altura intermedia de 6,20 m, considerado el desnivel del terreno. Por último, un segundo arco interior, con el mismo vano que el pasillo y altura 4,16 m.
Construido en su totalidad con la piedra arenisca habitual del resto del conjunto castrense, presentaba un estado de deterioro generalizado provocado por varios factores. En primer lugar, la propia degradación temporal, que afectaba a la totalidad de la construcción, y se manifestaba en la pérdida de material superficial por ciclos higrotérmicos y fracturaciones con pérdidas en determinados elementos salientes. En segundo lugar, la arenización de algunas piezas interiores, por efectos climatológicos, que había producido cavidades de importantes dimensiones en algunas dovelas. En tercer lugar, la desaparición de las jambas exteriores hasta cierta altura del vano exterior, que ofrecía una imagen incoherente con la de una puerta normal; y, por último, la fijación de la reja de cierre, que también había horadado determinadas piezas interiores. Por el contrario, encontramos varias reposiciones de dovelas superiores del arco exterior.
Tras los datos obtenidos in situ, iniciamos una labor de investigación histórica en torno a la cronología de la torre y los episodios que hubieran podido afectar su configuración en algún momento.
Los historiadores la datan originariamente en el segundo cuarto del S.XIV, durante el reinado de Yusuf I, años antes de la conquista cristiana. Aunque, por el tipo de elementos de composición que encontramos actualmente: arco apuntado no túmido, tipo de paramento mural, y acceso recto (no en zig-zag), la consideran una modificación, en época posterior, de una construcción previa musulmana.
Documentalmente, se conoce que el cambio de denominación a Puerta de la Imagen, se produjo tras la conquista de 1341 y al colocarse una hornacina en su parte alta interior con una imagen de Santa María. Igualmente queda recogida en documentos la existencia de una sala superior, hoy en día desaparecida, donde se administró justicia durante el siglo XVI.
De los testimonios de personas relacionadas directa o indirectamente con el conjunto monumental, conocimos las obras de rehabilitación que se ejecutaron en los años setenta y ochenta. En ellas, se realizaron tanto las reposiciones de algunas dovelas del arco exterior que estaban muy deterioradas, como la eliminación de las jambas originales del hueco exterior para que pudiera entrar la maquinaria pesada de obra. La colocación de la reja fue posterior a estas obras, y como medida de protección del conjunto.
Otra línea de investigación que iniciamos fue la búsqueda de imágenes previas a la ejecución de las obras. En archivos localizamos numerosas fotografías del conjunto, pero las relativas a la torre siempre estaban tomadas desde el interior, y ninguna desde donde pudiésemos ver el estado original del arco principal de entrada, el más deteriorado.
Al no localizar pruebas gráficas suficientes, recurrimos a investigadores locales que nos dieron su propia versión del diseño original de la torre, basada en la interpretación de algunas descripciones documentales. Pero de la lectura de estos textos, sólo se deducía que la puerta estaba conformada por dos arcos gemelos separados por un paso abovedado.
Así, con todos estos datos, nos dispusimos a trabajar en la recuperación de la forma original del conjunto de arcos, bóvedas y puertas, con el fin de realizar una reconstrucción que nos devolviera la percepción espacial del paso que tuvieron los habitantes medievales de la fortaleza.
Recuperando el trazado
En primer lugar, repasamos los conocimientos que teníamos sobre los arcos en general: una estructura de piezas regulares que forman un trazado curvilíneo y que sirve para cerrar superiormente un vano. Las diferentes piezas que van formando el trazado se denominan dovelas, la dovela superior se llama clave, y la de arranque de la curva, salmer. Entre ésta pieza y la inferior, se define la línea de impostas, por ello esta segunda pieza se nombra del mismo modo, imposta. Por debajo, se desarrolla el tramo vertical del hueco, llamado jamba. El número de centros de curvatura y su posición determina el tipo de arco, así encontramos arcos de medio punto, rebajado, carpanel, apuntado, abocelado, etcétera.
Con el fin de determinar las proporciones que usaron en su construcción los canteros que tallaron los arcos de nuestra torre, comenzamos estudiando el interior, que se encontraba en un estado de conservación mejor. A primera vista, reconocimos un arco apuntado peraltado: denominación correspondiente a los arcos que trazados con dos curvas simétricas, lo que hace que acaben en punta, se prolongan por debajo de la línea de los centros hasta la línea de impostas, que no es coincidente con ellos. El trazado resultante recuerda la forma de una herradura, al estrecharse por debajo.
Al dibujarlo exactamente en alzado, localizamos un módulo de trazado de unos cincuenta y cinco centímetros, correspondiente con el llamado codo rasasí de la época medieval. Esta base métrica nos mostró que el hueco tenía cinco codos de ancho, y ocho de altura. El uso de medidas enteras era habitual en la construcción islámica, la mayoría de los edificios de cierta importancia se basaban en modulaciones generalmente cuadradas. Incluso la decoración tan compleja que encontramos en palacios como la Alhambra tiene siempre una base geométrica de cuadrados y triángulos equiláteros.
Pero no todos los arcos de herradura apuntados tienen la misma forma, pues depende de la distancia entre los centros y de éstos con la línea de imposta, segmento éste denominado peralte. Sabemos que el peralte guarda siempre una proporción exacta con la altura del arco; y en este caso descubrimos que era un tercio. Los centros, por lo tanto, estaban situados a una distancia de la línea de imposta igual a un tercio de la distancia que guardaban con la clave, y esa medida correspondía con la longitud de un codo. De nuevo, todas las medidas que habíamos tomado nos llevaron a dar con el módulo que usaron en el siglo XIV para diseñar la puerta.
Considerando como válidas las modulaciones anteriores, nos dispusimos a recuperar el trazado del otro hueco, más deteriorado y con menos indicios de su estado original por sus importantes pérdidas. Superpusimos para ello una malla cuadrada de módulo un codo sobre el alzado que teníamos dibujado, y obtuvimos una proporción de siete por cuatro. Tanto las dimensiones como las proporciones eran diferentes de las del arco interior, lo que ya nos hizo sospechar que se trataba de arcos con distinto trazado, pero esto es algo que descubriríamos después.
Con una proporción del hueco tan clara, sólo quedaba recuperar el trazado completo del arco de cierre; pero en este caso era algo más complicado, faltaba casi la mitad inferior.
La imposta, clave del arco
La localización de los dos centros de curvatura del arco exterior fue sencilla pues se conservaban segmentos circulares de dimensión suficiente para permitirnos una determinación fiable del foco conociendo tres puntos de la curva; un problema básico de geometría plana.
Sin embargo, bajo la línea de los centros y hasta las jambas del hueco, las piezas estaban, en su mayor parte, perdidas. Se conservaban los arranques en el muro pero no podíamos distinguir entre dovelas y piezas que no formasen ya parte del arco.
Cabía la posibilidad de que el arco fuese de las mismas proporciones que el interior, así que calculamos el peralte de un tercio y trazamos la curva completa hasta determinar la línea de arranque, bajo ésta se situaría la imposta, que serviría de apoyo al salmer y establecería la transición con la jamba vertical, conservada aún en su parte superior. Pero este método no funcionó: ni la línea cuadraba con juntas de piedra, ni la jamba calculada coincidía con la real y además resultaba una figura extraña, poco elegante. Había que encontrar otra evidencia que nos proporcionara una solución inequívoca.
Y la clave del misterio fue la imposta. En un arco no peraltado, esta pieza tiene una función puramente de transición hacia el tramo vertical, por lo que está tallada de la misma manera que las piezas de aquel, incluso puede considerarse inexistente; pero en un arco peraltado, la imposta trabaja de otra manera: tiene que soportar, en voladizo, las dovelas superiores que forman la parte estrecha del arco, pues la jamba queda retranqueada del extremo inferior de la curva, y por tanto no le da apoyo directo, teniendo que transmitir la carga en horizontal.
Todas las piezas de un arco trabajan apoyándose unas sobre otras siguiendo la curva, por ello se construyen fácilmente con un material como la piedra, que soporta bien las compresiones. Pero para transmitir la carga lateralmente había que introducir una pieza diferente, y la experiencia de aquellos constructores les dio una posible solución: usar una mucho más larga que el resto, garantizándose, de alguna manera, la integridad de la misma al ser sometida a un trabajo de carga diferente.
Había por tanto que encontrar una pieza diferente entre los restos que quedaban, y efectivamente allí estaba, la tercera pieza bajo la junta horizontal de las dovelas era casi la mitad más larga que la inmediatamente superior. Consideramos entonces la parte superior de esta pieza como la línea de arranque del arco y hasta ella prolongamos las dos curvas, obteniendo la forma buscada del arco apuntado peraltado.
El trazado que obtuvimos guardaba una proporción más acorde con el conjunto, pero había que comprobar la modulación: el hueco tenía, como antes mencionamos, siete por cuatro codos, y el arco tenía un peralte de un medio, con una altura total de tres codos, por lo tanto era un trazado distinto al del interior, pero igual de coherente y válido.
La reconstrucción
La siguiente fase, una vez demostrados geométricamente los trazados de los arcos que formaban el conjunto, consistía en recuperar las piezas perdidas siguiendo unos criterios de restauración adecuados y que devolviesen al conjunto un estado completo lo más parecido al momento de su construcción.
Habíamos demostrado geométricamente el trazado del arco exterior, pero seguíamos teniendo una duda, la forma original de la imposta. Esta pieza, por su posición de transición entre el arco y la jamba, solía diferenciarse en su talla con algún tipo de adorno e incluso con un material diferente. En el arco interior, la solución de remate de la imposta era un cuarto de circunferencia convexo, denominado medio bocel, pero no nos parecía lógico copiar esta solución, puesto que ya sabíamos que se trataba de arcos diferentes. Teníamos que buscar otra pista que nos ayudase a definir la pieza.
Y esa pista estaba un poco más arriba, en la torre del Homenaje. La puerta de entrada del patio de armas estaba hecha con otro arco apuntado peraltado, y conservaba las impostas. Al comprobar la modulación que usaba, descubrimos que era del mismo tipo que el que estábamos buscando, un peralte de un medio. Con esta referencia tan inmediata, y siendo conscientes de que no era una prueba irrefutable aunque más probable, usamos la misma solución de remate, un cuarto de circunferencia cóncavo.
Una premisa fundamental a la hora de restaurar algo, ya sea una construcción, pintura o escultura, consiste en dejar constancia de que lo aportado es nuevo, y que queda claramente diferenciado de lo original de alguna manera. El grado de distinción depende, en cada caso, del nivel de percepción que vaya a tener la obra. En nuestro caso, lo más importante era recuperar la forma volumétrica completa y dar armonía al conjunto.
Usando el mismo material original, la piedra arenisca, completamos las piezas que faltaban según los trazados geométricos que habíamos deducido de los vestigios originales, y con el fin de diferenciar nuestra intervención, rayamos todas las piezas que pusimos nuevas. Este procedimiento permite tener una percepción global unitaria, a la vez que mostrar, a una distancia menor, que la obra es una reconstrucción posterior. El paso del tiempo oscurecerá la piedra nueva que pusimos nosotros, mimetizándola con el conjunto, pero el rayado permanecerá, revelando su ejecución posterior.
El trabajo de reconstrucción se completó con el diseño de las puertas de cierre, protegidas con lamas metálicas y con un sistema de giro de tecnología actual, y una propuesta de iluminación para la visita nocturna.
Gracias a esta intervención, hoy en día, al atravesar la puerta de las Lanzas y hacer el doble giro de las «Entrepuertas», nos recibe un arco hispanomusulmán en la puerta de la Imagen, como lo hiciera en la época medieval, para darnos paso a la ciudadela fortificada de la Mota.