Daniel Jiménez Pérez
I.E.S. Antonio de Mendoza. Alcalá la Real

Entre las actividades encaminadas a conmemorar el Año Internacional de la Astronomía, el I.E.S. Antonio de Mendoza convocó un certamen literario dedicado al relato de ciencia ficción. El trabajo premiado, Cambio de rumbo, es obra de Daniel Jiménez Pérez, alumno de 1º de E.S.O.

Había un niño llamado Tomás al que le encantaba la Astronomía. Un día se enteró en su instituto que la NASA iba a organizar un viaje en cohete para conocer la Luna. Sólo podría ir un niño por cada continente que fuera seleccionado por un jurado después de hacer una gran prueba donde preguntaban cuestiones variadas sobre el Universo. Tomás se preparó muy bien para realizarla. Y llegó el día esperado. Tomás tuvo que viajar junto a su tutora a Suiza, donde se iba a realizar la prueba. Allí se encontró con tal cantidad de niños que no podía ni contarlos. Todos ellos venían de un país diferente de Europa.

Tomás estaba muy nervioso pero cuando se sentó y empezó a rellenar el cuestionario se relajó porque vio que todas las preguntas las sabía.

Al terminar el examen, todos se dirigieron a un gran salón para esperar el resultado de las pruebas. Mientras esperaban, podían jugar a muchas cosas, conocerse unos a otros y hasta compartir una deliciosa comida que la organización les había preparado.

Al cabo de dos horas aproximadamente, la puerta del salón se abrió y comenzó a entrar el jurado. Ahora sí que se pusieron todos nerviosos.

En pocos segundos se conocería quién iba a ser el ganador que representara a Europa. Esto mismo estaba ocurriendo en los demás continentes.

Un portavoz subió al escenario y con un micrófono dijo el nombre del ganador: «Tomás, de Alcalá la Real, Jaén, España».

Un montón de aplausos sonaron en la sala. Tomás no se lo podía creer hasta que su tutora lo abrazó y muy emocionada le dijo que se lo merecía. Pero no quedó ahí la cosa, Tomás tuvo que salir al escenario para recibir el billete que le llevaría a conocer la Luna.

El presidente del jurado lo felicitó, le deseó todo lo mejor y le dijo que aprovechara esta experiencia única en su vida. Tomás dio las gracias en inglés como pudo y todos le aplaudieron.

Cuando llegó a su pueblo, sus amigos, su familia y sus profesores lo recibieron con una gran fiesta.

En dos días tuvo que prepararlo todo. Los de la organización lo recogieron y lo llevaron a la Central de la NASA. Allí conoció al resto de los ganadores: Amina de Asia, Peter de Oceanía, Kethio de África y Pancho de América.

Amina era una chica morena, de estatura mediana, delgada y con unos ojos muy azules que resaltaban en su cara. Parecía tímida y muy callada, aunque cuando se fueron conociendo era más simpática.

Peter era un chico pelirrojo, de tez muy blanca y con muchas pecas. Era bajo, algo gordito, muy alegre y amable.

Kethio era un negrito muy extrovertido, tenía una nariz ancha y labios gruesos. Era el más alto de todos y muy delgado. No paraba de moverse, parecía estar nervioso.

Pancho era un chico argentino y con un acento muy gracioso. Era alto pero no tanto como Kethio, pero sí más musculoso. Era muy tranquilo y simpático.

Tomás fue el primero en presentarse. Les dijo que venía de España, concretamente de una zona muy bonita del sur del país.

Todos se fueron presentando y contando sus experiencias sobre la prueba de selección, el viaje, etc. Conforme se iban conociendo, iban siendo más espontáneos y la situación se iba animando.

Les dieron un traje espacial a cada uno. Les explicaron cómo iba a ser el viaje y las normas que debían seguir para su seguridad. Una vez resueltas las dudas, se dirigieron a la nave y cada uno se sentó en el lugar indicado por el instructor del vuelo. De repente, empezaron a sonar los motores y el cohete parecía que se iba a romper. Todos estaban muertos de miedo pensando que aquello iba a explotar. Tras despegar la nave, todo se estabilizó y volvió a la normalidad. Entre ellos decidieron hablar en inglés para entenderse. Ya en el espacio fue el capitán de la nave el primero en hablar dándoles la bienvenida y tranquilizando a todos.

Mientras los niños hablaban entre ellos, Amina escuchó una conversación entre el capitán y el instructor. El ordenador de a bordo se había estropeado, no reconocía las coordenadas de la Luna y habían perdido la conexión con la tierra. Según el capitán iban sin rumbo, estaban perdidos en el espacio. Tomás vio a Amina muy preocupada y se acercó a ella. Ésta le comentó lo que había oído pero decidieron no contárselo a los demás para no alarmarlos.

Pasaron varios días y el ordenador detectó un planeta cercano, así que decidieron ir hacia él. El ordenador informaba de que aquel planeta reunía las condiciones para que el ser humano pudiera vivir.

Miraron por las ventanillas y vieron que era un lugar muy parecido a la Tierra. Había mucha vegetación aunque era diferente a la que ellos conocían. Parecía haber un cielo azul muy claro pero no se veía el sol. Decidieron bajar y explorar un poco.

Cogieron sus mochilas con todas las cosas necesarias y emprendieron su viaje a través de la selva. Mientras la atravesaban veían plantas de distintas especies, algunas parecidas a las de la Tierra. Los árboles tenían unos frutos carnosos con muy buena pinta, pero no se atrevieron a comérselos hasta no analizarlos con el laboratorio móvil que llevaba el capitán.

Encontraron un riachuelo y analizaron el agua y vieron que era potable. Resultó que todo lo que iban encontrando a su paso era comestible. Les extrañó mucho porque parecía un planeta gemelo a la Tierra.

Siguieron andando hasta que encontraron un camino que parecía estar hecho a propósito. Pararon a comer y a descansar un poco.

Más tarde continuaron el camino y divisaron una especie de poblado. Se acercaron a él y vieron muchas chozas de barro y paja y en el centro una más grande sin paredes, sólo unos troncos enormes de árboles sujetaban la techumbre llena de hojas grandes de los árboles que habían visto por el camino. En ésta se encontraba un grupo de personas. Tomás se acercó a ellas, eran como humanos pero no podía reconocerlos. Todos se volvieron hacia él. Un anciano se le acercó y le preguntó que quiénes eran. Vicente le contó toda la historia y le extrañó que pudieran entenderse aunque cada uno hablaba en un idioma distinto.

Tomás le dijo que venía de la Tierra, de una zona llamada España, y el anciano le dijo que esperara un momento. Al rato, apareció acompañado de un hombre al que Tomás reconoció porque había visto su fotografía en el libro de Ciencias Naturales.

Asombrado y tartamudeando de la emoción le dijo: ¿Es usted Don Santiago Ramón y Cajal? El hombre sorprendido afirmó sonriendo y dijo: ¿Y tú quién eres? Tomás, emocionado, le contó toda la historia.

Santiago le dijo que llamara a todos los demás y que se sentaran con ellos a compartir su comida.

Los niños tenían muchas preguntas que hacerles: ¿Cómo existía un planeta tan parecido a la Tierra?, ¿cómo es que ellos estaban vivos si habían muerto hace mucho tiempo? Y otras muchas preguntas.

Antes de contestar, Santiago les fue presentando a una serie de personajes que ellos fueron reconociendo porque los habían visto en los museos, en pinturas, libros, etc. Allí estaban entre otros, Demócrito, Aristóteles, Leonardo da Vinci, Newton, Cervantes, Darwin, Colón, Einstein, pero el que más le llamó la atención a Tomás fue el escultor Martínez Montañés que era de su pueblo.

Les contaron que a la misma vez que se formó la Tierra, se creó un planeta paralelo con las mismas condiciones de vida.

Ellos estaban allí porque a la hora de morir el destino les había dado a elegir entre seguir con sus estudios experimentales de la Tierra en otro lugar similar o vivir una nueva vida.

El capitán comentó el problema que tenían con el ordenador de la nave y que no podían volver a la Tierra. Pero Einstein les dijo que no había ningún problema. Al crear el planeta paralelo, existía una puerta espacial que comunicaba con la Tierra. Sólo bastaba con arreglar el ordenador e introducir las coordenadas correctas.

Pasaron varios días hasta que todo estuvo solucionado. Mientras, los niños aprovecharon para conocer a sus científicos favoritos y todas las cosas nuevas que habían descubierto o creado en ese mundo.

Llegó la hora de la despedida, todos estaban tristes por abandonar aquel mundo tan maravilloso pero a la vez estaban deseando volver a la Tierra para ver a sus familias y amigos y contar esa maravillosa experiencia.

Antes de subir al cohete, Santiago llamó a Tomás y le dio su diario para que tuviese un recuerdo de él.

El viaje de vuelta fue más rápido de lo previsto. En la Tierra todos los esperaban en la estación espacial.

Al volver Tomás a su pueblo, fue recibido con grandes honores.

Cuando Tomás se hizo mayor, escribió un libro dedicado a su científico favorito: Don Santiago Ramón y Cajal.