Rafael Hinojosa Serrano Concejal de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Alcalá la Real |
|||||||||||||||||||||||||||||||
Breve teoría
Me parece percibir cómo mis lectores se extrañan del título, creyendo que intento inventarme una relación entre ciencia y literatura, como algo que sólo se le puede ocurrir a los escritores, fruto de su invencible imaginación, mientras que la teoría y el número, o sea, la exactitud, rige el imperio de las ciencias. A primera vista parece razonable ver la ciencia y la literatura como dos materias contrarias. Esta visión tiene cierto fundamento: el escritor se ocupa de conmovernos con mundos imaginados; el científico intenta descifrar el mundo real. Inteligencia y emoción serían independientes, por tanto, con lo que las relaciones entre ciencia y literatura serían impensables. Pero esto no está tan claro, al menos, no tan diferenciadamente. Porque sólo hay que darse un paseo por la ciencia y la literatura y se podrá comprobar que muchas obras literarias dirigen miradas profundas a la realidad, mientras que grandes avances científicos redefinen los límites de la imaginación. No es descabellado pensar, pues, que las dos disciplinas puedan establecer relaciones de tipo general. El origen de la división entre creadores y sabios, aceptada como normal, tiene su origen en la antigua Grecia. Homero era el sabio y el científico a seguir precisamente por ser poeta. En los versos de Homero se despertaba la ambición de ser y de conocer y eran seguidos como ejemplo moral y manual de vida para los griegos. Viene Platón y dice que no, que es inaceptable que Homero, un poeta, sea tenido como sabio y como científico. Entonces lo expulsa de su «polis» (ciudad) ya que, para él, los poetas eran unos «mentirosos» (fantasiosos) que nada tenían que ver con los filósofos y científicos, que eran los “verdaderos”. Así se inaugura la oposición entre los poetas (que dominan los sentimientos), los filósofos (que organizan las ideas) y los científicos (que investigan los rincones del mundo natural y fijan las leyes y números del universo). La disputa se amplió después pasando a dividir las dos grandes áreas de humanidades y ciencias y colocando una barrera entre el corazón y el cerebro. Pero después, ya con los helenistas, se rompen las barreras y ciencia y literatura se abrazan nuevamente. Pensemos, por ejemplo, en el Renacimiento, en donde Leonardo de Vinci representa el ejemplo más evidente del poeta, pintor, médico, escultor, biólogo, físico, etc… Y se afirma rotundamente aquello de que el saber es uno. Tiene que llegar el XIX para que la fractura entre ciencia y literatura se consolide y se considere finalmente aceptada. El positivismo científico, la industrialización y el romanticismo sociológico deslindan los campos de la literatura y de la ciencia dando -además- mayor prestigio a los científicos, consideración que no sé por qué se ha ido aceptando sin más argumentos. En todo este tiempo, se ha tenido como principio que la ciencia iba dirigida a descubrir la verdad, mientras que la poesía pretendía la belleza. Esta brecha entre intelectuales y científicos domina hasta hoy en día, notándose cierta “disposición” a establecer algún abrazo entre ellas. Colaborar en ese propósito es el modesto motivo de estas páginas. Sé que estoy simplificando mucho la cuestión, pero este trabajo no pretende exponer grandes teorías, sino ofrecer un punto de reflexión a nuestros estudiantes, jóvenes y adolescentes. ¿Acaso la imaginación literaria no es un acercamiento a la realidad y un estudio de ella? ¿No necesita la investigación científica cada vez más de la imaginación? ¿Se conoce la realidad sólo a través del entendimiento? ¿No crean también los inventores y descubridores? Ya Edgar Alan Poe, un gran novelista romántico, se atreve a decir que “cuando la ciencia llega hasta el borde mismo del conocimiento, necesita imaginación más que otra cosa, y la imaginación la tiene que recoger de la poesía”. El crítico francés Roland Barthes, en su ensayo «Literatura versus Ciencia», sostiene que la diferencia insalvable entre ciencia y literatura es el lenguaje. Y así dice que “mientras para la literatura el lenguaje constituye su propio mundo, para la ciencia sólo es un simple instrumento”. Pero, entonces, ¿cómo explicar los distintos tipos de literaturas científicas (ciencia ficción, gastronómica, ecologista, alquimista, económica, etc…)? ¿Acaso los escritos (científicos) de Galileo, sobre todo los párrafos en que describe la luna, no son auténtica literatura? ¿Cómo explicar que Baroja llegue a la novela a pesar de su formación médica, o que León Felipe construya sus poemas desde su condición de farmacéutico? Hay cientos de ejemplos de cómo ingenieros, arquitectos, matemáticos, biólogos, etc. han cultivado la literatura. Literatura y ciencia, es cierto, tienen campos diferentes, pero ambos comparten la imaginación quizás porque, a veces, aunque las miradas son distintas, los grandes misterios convergen en el mismo foco; tal vez porque, en definitiva, “todo lenguaje científico es metafórico”, idea que nos brinda Italo Calvino, uno de los grandes críticos del pensamiento del siglo XX. Así que no, no es tan descabellado pensar en una “amistad” entre ciencia y literatura. ¿Y no creéis que sería deseable? Pero la cuestión se hace mucho más razonada si leemos el siguiente apartado. |
|||||||||||||||||||||||||||||||
Literatura de la ciencia = Ciencia ficción
Cuando llegamos a la era de la comunicación, la ciencia se da cuenta de que tiene que salir del laboratorio y ser divulgada entre el público en general. Un público que no entiende la terminología científica ni las fórmulas de la astrofísica. Y entonces no hay más remedio que echar mano de los literatos. Entonces, la literatura presta su lenguaje al campo de la divulgación científica, y así nace la literatura de la ciencia, que dará una de las manifestaciones literarias más importantes de la sociedad actual. El primer gran escritor moderno de la ciencia se llamó Julio Verne, quien realizó una impresionante labor como divulgador científico, fomentando el interés por la ciencia a través de la herramienta que mejor dominaba, la literatura. Dedicará más de cuarenta años de producción literaria a una sola tarea, la de expresar los avances científicos y tecnológicos de su tiempo a través de sus relatos. La mayoría de las veces se le recuerda como el gran fabulador sobre el submarino, el helicóptero, el teléfono, el fonógrafo, etc., pero esto no es cierto. Las novelas de Verne tienen menos ficción de lo que a primera vista parece y, desde luego, no se adelantó a los avances de la ciencia como –a veces- se dice. Su verdadero mérito fue su gran proyecto de novelar la ciencia y ahí sí resultó ser un verdadero renovador, superando así cualquier intento anterior a él. Comentemos brevemente, por ejemplo, sus Viajes extraordinarios. Son relatos científicos que tratan de resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos amasados por la ciencia moderna. No sólo porque los protagonistas de sus aventuras son los científicos, los ingenieros y los industriales sino porque, sobre todo, sus relatos están basados en misterios científicos a los que da soluciones científicas, a través de un argumento que sigue al pie de la letra el método científico. Julio Verne eleva el maquinismo y la tecnología a su máximo nivel, y dirige al hombre nuevo del XIX hacia el progreso. El autor consigue explotar la Tierra, dominar la distancia y el tiempo y colocar el planeta en las manos del hombre. A lo largo de los Viajes Extraordinarios van apareciendo las diversas ramas del saber científico del momento: la botánica, zoología, geología, mineralogía, etnografía, paleontología, astronomía, y en menor grado la física, la óptica, electricidad, química, matemáticas, etc. Pero sobre todo la geografía, la ciencia que mejor respondía al nuevo gusto romántico de la época. No es una geografía que se limita a describir el mundo, sino la geografía entendida como la gran aventura del hombre para la construcción política y humana en beneficio del propio hombre. ¿Y qué decir de Isaac Asimov, o E. Punset o A.Clarke? Isaac Asimov, escritor y bioquímico, dirige una importante serie de ciencia-ficción en donde, con gran visión de futuro, mezcla tecnología y sociología. Recordemos que participó, como escritor, en ‘Venture Science Fiction’, y cubrió el lanzamiento del Sputnik en 1957. Su dedicación a la ciencia hizo que en 1981 nombraran a un asteroide con su nombre (5020 Asimov). Otro ejemplo final sería la gran «invención» científica de A. Clarke (1945), cuando predice en sus novelas la comunicación mediante satélites geoestacionarios. |
|||||||||||||||||||||||||||||||
Literatura para pensar sobre la ciencia
Como profesor que he sido durante 40 años, me interesa que este breve estudio tenga alguna aplicación escolar. También viene a cuento porque ha sido redactado para la revista “Pasaje a la ciencia”, una publicación sobre la ciencia que edita el Instituto de Enseñanza Secundaria “Antonio de Mendoza”, de Alcalá la Real. Por ello quiero que mis lectores, alumnos adolescentes, vean algunas de las novelas más representativas sobre el tema de la ciencia. Acompaño una pregunta – reflexión para el que esté interesado en estas cuestiones. Y si este trabajo motiva a algunos a leer, mejor que mejor.
Esta es una pequeña lista de relatos y autores, pero podríamos continuar. Para ello acompaño un apéndice final con otros títulos. En un país en donde se lee tan poco, tal vez este género híbrido de ciencia y literatura pueda ser el elemento motivador a la lectura de los jóvenes de hoy. Estas obras nos ofrecen el interés incuestionable por los avances y dudas de la ciencia y, al mismo tiempo, nos sumergen en un lenguaje literario lleno de gran fuerza expresiva. Imaginación y realidad, corazón y cerebro, unidos en una tarea educativa apasionante. |
|||||||||||||||||||||||||||||||
Para terminar
Probablemente, como dice el poeta Orly, la física nuclear nunca nos explicará por qué se llora por amor, pero tal vez sí consiga que los físicos también lloren por amor. Y una reflexión final: es imposible que vuelva el hombre renacentista, entre otras cosas, porque el saber es ahora tan diverso, tan amplio y tan especializado que el hombre – enciclopedia sería un dios de inteligencia y voluntad ilimitadas. La vida del siglo XXI exige la especialización, es decir, el conocimiento lo más profundo posible de una parcela de la ciencia, lo menos extensa posible. Pero lo que sí sería deseable es que dejaran de ser irreconocibles. Cada vez hay menos científicos aficionados a la literatura y menos literatos que se acerquen a la ciencia. ¿No sería mejor que el físico nuclear se preocupara algo más por la poesía y que el poeta lo hiciera bastante más por la química? La literatura de ciencia-ficción podría ser un buen instrumento para ello. Os lo dice alguien que, entusiasmado con el mundo estético de las Letras, ha desoído el sonoro mensaje del mundo de las Ciencias. Pero… ¿qué digo? ¿Acaso no hay belleza y música y corazón en el peregrinaje universal de las estrellas? La Historia de la Ciencia sería otro camino igualmente sugerente para facilitar el acercamiento entre las humanidades y la ciencia, pero esto lo dejaremos para otro día. En el poema que cierra este pequeño estudio, el autor nos introduce en un sugestivo mundo de sensaciones cordiales a través de una reflexión sobre las matemáticas. El autor es un joven de origen argentino, afincado en Granada. Su nombre es Andrés Neuman. Como dedicatoria a todos los que leáis estas páginas con cariño e interés.
|
|||||||||||||||||||||||||||||||
Apéndice. Novelas de ciencia–ficción
Además de las obras arriba indicadas, se acompaña una bibliografía fundamental sobre la literatura de ciencia – ficción. A lo marciano. Martínez Roca, Super Ficción nº 61 |