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La tortuga de Darwin

Leandro Sequeiros San Román
Catedrático de Paleontología
Instituto METANENUX para la ciencia y la religión. Granada

El 23 de junio del año 2006, falleció Harriet. La noticia no hubiera tenido trascendencia si no fuera porque Harriet tenía una edad estimada en 176 años. Posiblemente, uno de los seres vivos más longevos que vivían sobre la Tierra en ese momento. Si hubiera podido, Harriet habría sido testigo del nombramiento de once Papas en Roma, de 35 presidentes de los Estados Unidos, de dos guerras mundiales, de la Revolución Rusa, de la guerra de Cuba, de la guerra civil española, de la llegada de los humanos a la Luna y de la caída del Muro de Berlín, entre otros acontecimientos históricos. Pero no sabemos si Harriet lo sabía. Porque Harriet era una tortuga. Y según una leyenda urbana, era la tortuga del naturalista Charles Darwin (1809-1882).

La leyenda sobre Harriet

Harriet, la tortuga de DarwinSegún cuentan las leyendas urbanas sobre Darwin, cuando éste llegó a las Islas Galápagos, la tortuga a la que luego llamarían Harriet debía tener el tamaño de un plato. Era una cría de tortuga de pocos años. Se calculó que habría nacido hacia el año 1830. Curiosamente, durante más de un siglo se dio por supuesto que la tortuga era un macho, siendo llamada Harry, hasta el momento en que se desveló su verdadero género.

Harriet es el nombre de esta famosa tortuga hembra procedente de las islas Galápagos (posiblemente una Geochelone nigra porteri). En el parque zoológico de Australia, siempre se ha dicho a los visitantes que Harriet había sido capturada por el mismo Charles Darwin en 1835 en las islas Galápagos y regalada al pueblo australiano.

Sin embargo, la historia respecto a Darwin es probablemente apócrifa. Si bien Darwin capturó tres tortugas y las llevó consigo de vuelta al Reino Unido a bordo del HMS Beagle, las pruebas genéticas indican que Harriet pertenecía a una subespecie endémica de una de las islas del archipiélago de las Galápagos que no fue visitada por Darwin. El ADN ha sido determinante para demostrar la falsedad de esta leyenda sobre la tortuga de Darwin. Éste no la pudo recoger, transportarla en el Beagle y regalarla después.

Durante 99 años Harriet vivió en los Jardines Botánicos de la ciudad de Brisbane, en Queensland (Australia), siendo posteriormente trasladada al Zoo de Australia, propiedad del cazador de cocodrilos Steve Irwin, lugar donde vivió hasta sus últimos días.

El 15 de noviembre del año 2005 se celebró solemnemente su 175 cumpleaños en el Zoológico de Australia con una fiesta que había sido muy promocionada por la prensa. Harriet falleció pacíficamente unos meses más tarde, el 23 de junio del 2006, debido a un fallo cardíaco tras una breve enfermedad.

Darwin goza de buena salud: cumple 200 años y sigue vivo

La historia de la tortuga de Darwin es una de las muchas leyendas que circulan sobre el gran naturalista, del que el 12 de febrero se han cumplido 200 años de su nacimiento en la pequeña localidad inglesa de Shrewsbury.

Y el 24 de noviembre hemos celebrado los 150 años de la publicación de uno de sus libros, considerado como uno de los más revolucionarios en la historia del pensamiento científico: Sobre el Origen de las Especies por la Selección Natural (Londres, 1859). Las Asociaciones Científicas y las Universidades de todo el mundo celebran en este año Congresos, Conferencias y reuniones. Se están publicando cientos de libros en todas las lenguas. Y los periódicos dedican páginas extra a glosar al gran científico. Esto justifica que nuestra revista también se sume a este acontecimiento.

Porque Darwin es más que un naturalista. Construyó una imagen del mundo diferente. Algo similar a lo que sucedió con Galileo, cuando hace 400 años orientó su rudimentario catalejo hacia la luna y los planetas. Desde Darwin, la mirada humana sobre la naturaleza ya no es la misma. Por eso, para algunas personas, nombrar a Darwin es algo así como mentar al mismo demonio.

Durante estos dos siglos, Darwin ha sido acusado de materialista, de ateo, de enemigo de Dios, de corruptor de las buenas costumbres. Los que tienen más idea lo identifican con los monos y culpable de haber querido degradar al ser humano a la calidad animal. Otros lo ven enemigo de la religión y de la Biblia, al saltarse el relato del Génesis y explicar la aparición de los seres vivos y de los humanos a partir de un proceso de Selección Natural y supervivencia de los más aptos, reduciendo al hombre a simple primate.

Desde algunos cenáculos científicos, se acusa a Darwin de no fundamentar bien sus ideas y de dejar sin respuesta muchos problemas que invalidan, según éstos, sus conclusiones reduciéndolas a meras opiniones sin respaldo experimental. Tal vez ignoren que, desde la filosofía de las ciencias actual, un paradigma científico se caracteriza por ser un conjunto de metáforas e imágenes formalizadas y asumidas por una comunidad científica. Y en todo paradigma hay siempre «enigmas» sin respuesta a los que en el futuro otros investigadores podrán dar más sentido explicativo (basta con una lectura somera de Karl R. Popper y Thomas S. Kuhn).

La peligrosa idea de Darwin

Esto explica –aunque no justifica- que en Granada, en 1872, el catedrático de Ciencias Naturales del ahora Instituto Padre Suárez fue reprendido por el Arzobispo, D. Bienvenido Monzón, y su discurso inaugural del curso académico condenado y quemado por los poderes eclesiásticos.

Sin embargo –y es curioso – Darwin nunca fue condenado por la Iglesia católica institucional. Sólo un Sínodo celebrado en Colonia a finales del siglo XIX condenó algunas de sus ideas referentes al origen del la humanidad.

Hoy, sin embargo, las ideas básicas de Darwin forman parte de la cultura científica de todo ciudadano medio. Theodosius Dobzhanski, genetista ruso nacionalizado norteamericano y padre de la moderna Teoría Sintética de la Evolución escribió: «Al partir de Darwin, en biología nada tiene sentido si no es entendido desde la evolución». Sin embargo, todavía hay grupos religiosos que ponen en entredicho el hecho de la evolución biológica. En parte, por una visión cerrada y fundamentalista de la Biblia, y en parte por una concepción desenfocada de lo que es la ciencia, la verdad de la ciencia y lo que es una teoría científica.

Charles Darwin ha pasado a la historia del pensamiento científico (al igual que Aristóteles, Copérnico, Galileo, Newton, Freud y Einstein, entre otros) por su tesón y por su osadía al elaborar una explicación del mundo natural que tiene mucho mayor poder explicativo de muchos fenómenos naturales que las teorías creacionistas y catastrofistas de los siglos XVIII y XIX. Darwin no era en principio un hombre progresista. Ni por su familia ni por su talante. Pero fue honesto consigo mismo y con lo que su menta iba elaborando. Tuvo capacidad de cambio conceptual y metodológico en el modo de afrontar el estudio de la naturaleza. Utilizando rigurosamente el método hipotético-deductivo construyó nuevos conceptos científicos que predecían mucho mejor los fenómenos geológicos y biológicos. En su viaje alrededor del mundo, gracias a sus estudios geológicos, fue capaz de hacer en su mente un profundo cambio conceptual y una revisión del propio método científico.

Un viaje que cambió el mundo

Charles DarwinEntre 1831 y 1836, Charles Darwin, que entonces tenía 22 años, realiza un viaje científico alrededor del mundo a bordo del HMS Beagle, un buque pequeño e incómodo, adaptado para este fin por la marina británica. El Beagle estaba al mando del capitán Robert Fitz Roy, un hombre meticuloso, muy religioso y fanatizado que estuvo a punto de dejar a Darwin en un puerto de Sudamérica por las diferentes opiniones sobre la interpretación de la Biblia.

Cuando inició su viaje alrededor del mundo había leído los Viajes de Humboldt y la Teología Natural (1802) de Paley, y creía firmemente en la verdad científica de las Sagradas Escrituras y en la existencia de un «diseño» divino en el mundo natural. Pensaba que su viaje le serviría para confirmar científicamente las ideas tradicionales sobre el Diluvio, la fijeza de las especies creadas por Dios y el orden admirable e idílico de la Creación.

Pero con frecuencia, la realidad es tozuda. La lectura de los Principios de Geología de Charles Lyell (acababan de publicar el primer tomo en 1830 y los siguientes le fueron llegando por el camino) y la observación minuciosa de los fenómenos geológicos interpretados a la luz del actualismo y del uniformitarismo fueron persuadiendo a Darwin de la autonomía de la realidad natural para cambiar lenta, gradual y continuamente movida por las leyes naturales formuladas por Newton.

A lo largo de este viaje alrededor del mundo, Darwin realizó observaciones científicas sobre el origen de los volcanes y de los terremotos, sobre la formación de los arrecifes de coral y sobre la interpretación de los fósiles de grandes mamíferos extinguidos. También sobre la diversidad de los tipos humanos y sobre la velocidad de depósito de los sedimentos de los Andes y el tiempo geológico. Finalmente, Darwin sintetizó sus datos en una teoría científica que explicaba los cambios biológicos irreversibles, lentos, graduales y continuos de los seres vivos. esto le llevó a acuñar el concepto biológico de evolución por selección natural.

Darwin en las islas Galápagos

Tal vez el punto culminante de su proceso intelectual se sitúa en las Islas Galápagos. Parece como si Darwin hubiera intuido que la visita a las Islas Galápagos habría de tener para él una significación decisiva. «Tengo más interés por las Islas Galápagos que por ninguna otra parte de mi viaje», escribe desde Lima en julio de 1835 a su primo William Darwin Fox.

El archipiélago de las Galápagos consta de diez islas principales, de diferente tamaño. Todas son e origen volcánico. La distancia al continente americano es de unos mil kilómetros. Hoy pertenecen a Ecuador. Darwin y sus compañeros estuvieron allí un mes (desde mediados de septiembre al 20 de octubre de 1835). Darwin calcula en 2.000 el número de cráteres en las islas.

Además de los galápagos, las iguanas, los pequeños ratones (los únicos mamíferos) y otros animales, fue el mundo de las aves lo que despertó el interés especial en Darwin. Con excepción de una, todas las demás aves que pudo observar eran autóctonas de las Islas Galápagos. Las 25 especies diferentes de aves, entre ellas el halcón, la lechuza, el abadejo, el papamoscas, la golondrina, la oropéndola, son todas análogas a las correspondientes especies americanas, pero al mismo tiempo había rasgos diferentes.

La clave la encontrará Darwin en un sencillo concepto: el de Selección Natural. Así como los aficionados a los perros van cruzando variedades para conseguir individuos exóticos, del mismo modo, la naturaleza implacablemente, selecciona aquellos individuos y grupos biológicos más capacitados para sobrevivir, alimentarse y reproducirse. Solo se necesita un escenario de muchos millones de años para que este proceso lento, gradual y continuo de lugar a la inmensa diversidad de seres vivos eliminando (extinguiendo) a aquellos menos aptos para sobrevivir.

La verdad científica es, a veces, un arma, pero un arma cargada de futuro

Recluido en su casa de Down, y sufriendo una misteriosa enfermedad tropical (sobre la que se ha especulado mucho), Darwin elaboró su síntesis a lo largo de más de veinte años. Sólo en 1858, cuando el naturalista Wallace le remitió un texto en que parecía que había adivinado su pensamiento, se decidió –animado por sus amigos científicos Lyell y Hooker –a publicar su obra más conocida y más polémica: El Origen de las Especies por la Selección Natural y la lucha por la Existencia. Sabía que para muchos iba a resultar escandalosa. Pero se armó de valor. Y el 24 de noviembre de 1859 salieron de la imprenta los 1.250 ejemplares de la primera edición que se agotó ese mismo día… Se abría así un nuevo capítulo en la historia del pensamiento científico sobre la naturaleza. Muchas de las ideas de Darwin pueden estar superadas. Pero el núcleo duro del programa de investigación permanece. Por eso, dos siglos más tarde, Darwin sigue siendo un referente en las ciencias de la tierra y de la vida.

Un profesor, muy amigo mío, experto en historia de las ciencias escribió: «la historia de la ciencia es un arma cargada de futuro». Tal vez Darwin es una bomba de efectos retardados que todavía no ha explotado del todo…