Pasaje a la Ciencia > Número 09 (2006) > La visita de Einstein a Barcelona

La visita de Einstein a Barcelona

La visita de Einstein a España
por Antoni Roca Rosell (1) y Emma Sallent Del Colombo (2)
(1) Centre de Recerca per la Història de la Tècnica, ETSEIB, Universitat Politècnica de Catalunya).
(2) Departament de Física Fonamental, Universitat de Barcelona.
El curso impartido por Einstein en Barcelona en 1923 no fue un hecho aislado. Se enmarcaba en el proceso de renovación académica y científica, impulsado por diferentes sectores de la sociedad catalana. La figura de Einstein representó un apoyo importante a todos estas iniciativas, a pesar de que los cambios políticos que se avecinaban (el golpe de estado de Primo de Rivera de septiembre del mismo año) diluyeron, o al menos retrasaron, los efectos que había producido. En los primeros años del siglo xx, Barcelona vivía un proceso de regeneracionismo, paralelamente a lo que ocurría en otros lugares de España, con la característica singular de la reivindicación de la identidad cultural y política catalana. Uno de los objetivos de este movimiento era la modernización de la enseñanza, que debía extenderse a toda la población con una orientación laica y científica. Después de unos años de influencia creciente, Enric Prat de la Riba, dirigente de la Liga, el partido que representaba la burguesía industrial catalana, llegó a la presidencia de la Diputación de Barcelona que a partir de ese momento se convirtió en una plataforma de desarrollo cultural y político, constituyendo junto a las otras tres Diputaciones provinciales catalanas, la Mancomunidad de Cataluña, en 1914.

La Comisión de Cultura de la Diputación de Barcelona se transformó en 1913 en Consejo de Investigaciones Pedagógicas, denominado poco después Consejo de Pedagogía. Este organismo fue el coordinador de la política educativa, científica y técnica de la Mancomunidad. Uno de los proyectos del Consejo fue establecer los Cursos Monográficos de Altos Estudios y de Intercambio. Estos cursos, de nivel superior -hoy diríamos de postgrado o de doctorado- pretendían, por un lado, suplir la falta de este tipo de enseñanza especializada en Barcelona, ya que los cursos de doctorado podían impartirse sólo en la Universidad Central de Madrid, y por otro, invitar a personalidades de la élite científica europea a cambio de la visita de profesores locales a las universidades extranjeras. Este intercambio resultó prácticamente irrealizable a causa del estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914; dada la necesidad de atraer a personalidades de alto nivel científico a España, se optó, especialmente a partir del final de la guerra, por invitar a profesores extranjeros. Es en este marco en el que aparece un personaje clave en la visita de Einstein a Barcelona. Esteve Terradas Illa (1883-1950) era catedrático de Acústica y Óptica de la Universidad de Barcelona desde 1907. Cuatro años más tarde sería uno de los fundadores de la Sección de Ciencias del Institut d’Estudis Catalans e intervino muy activamente en el diseño de los Cursos Monográficos, que se iniciaron en 1915. En la sección de Ciencias Exactas de ese año intervinieron el mismo Terradas y Julio Rey Pastor. Fue en el marco de estos cursos que se organizó la visita de Einstein de unos años más tarde.

Desde 1915 hasta 1924, tuvieron lugar once «estaciones», como entonces se dijo, de los Cursos Monográficos con un amplio espectro de disciplinas, que iban desde la filosofía, psicología y pedagogía, hasta la historia, el arte y literatura, las ciencias biológicas, o las ciencias físico-matemáticas. En este último ámbito, gracias a la intervención decisiva de Terradas, visitaron Barcelona algunas de las personalidades más destacadas de la física y las matemáticas del momento, como Tullio Levi-Civita (1921), Jacques Hadamard (1921), Hermann Weyl (1922), Arnold Sommerfed (1922) y por supuesto Albert Einstein (1923).

Recepción en el Consejo de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona

Albert Einstein visita Barcelona el 23 de febrero de 1923. Recepción en el Consejo del Ciento del Ayuntamiento de Barcelona (Foto J.M. Segarra). Cortesía del Arxiu Fotogràphic de l’Arxiu Històric de la ciutat de Barcelona

 

La primera invitación a Einstein la realizó Rey Pastor en 1920, escribiendo en nombre del Institut d’Estudis Catalans y de la Junta para Ampliación de Estudios y la Universidad de Madrid. Sabemos que Terradas le escribió de nuevo en marzo de 1921. Einstein contestó en una carta conservada en el Fondo Terradas del Institut d’Estudis Catalans, que no podía aceptar la invitación por compromisos anteriormente adquiridos, pero aseguraba “podré aceptarla durante el curso 1922-23, si todavía se mantiene la invitación”. Evidentemente la invitación se mantuvo. Las últimas gestiones las hizo Terradas reuniéndose con Einstein en Berlín, tras concretar algunos detalles con el director de instrucción pública de la Mancomunidad, el ingeniero Rafael Campalans.

Einstein salió de Alemania en octubre de 1922 con destino al Japón, donde hizo una larga visita, con cursos y seminarios donde tuvo oportunidad de conocer la comunidad tan avanzada de los físicos japoneses. Desde Japón volvió a Europa pasando por Palestina. Aquí la visita tuvo un carácter más personal, al conocer la cuna del pueblo judío, al que se sentía tan vinculado. Unos días más tarde llegó a Toulon, cerca de Marsella, y desde allí cogió el tren directamente hacia Barcelona. Como se puede leer en la prensa de Barcelona, Einstein había enviado un telegrama desde Singapur confirmando la visita, pero no tuvo tiempo de comunicar ni qué día ni en qué tren iba a llegar. Por consiguiente, nadie fue a recibirle a la estación cuando llegó el día 22 de febrero. Los descendientes de Terradas conservan una nota manuscrita en la que Einstein escribe, curiosamente en francés –quizás había olvidado que Terradas dominaba el alemán a la perfección– lo siguiente: “Querido señor Terradas: ¡Excúseme! No tuve tiempo de anunciarme por telegrama. Así es que le saludo y le ruego que me diga a qué hotel debemos ir. Espero verle muy pronto. Suyo, Albert Einstein.”

Einstein se hospedó finalmente en el hotel Colón, que entonces estaba en la plaza de Cataluña. En el archivo de Protocolo del Ayuntamiento de la Ciudad se conservan, entre otras cosas, las facturas del hotel, las de las flores que se ofrecieron en distintas ocasiones a la esposa de Einstein, Elsa, y el discurso que pronunció el alcalde en el Salón de Ciento, salón principal del Ayuntamiento de la ciudad. También se conserva una nota de agradecimiento del sabio alemán al alcalde de Barcelona. El Ayuntamiento se hizo cargo del alojamiento y la Mancomunidad le entregó un total 4.717,50 pesetas en concepto de honorarios convenidos y gastos ocasionados.

El curso de tres conferencias, cuya matrícula, de admisión limitada, costaba 25 pesetas –una cantidad respetable para la época- empezó el sábado 24 de febrero de 1923 a las siete de la tarde. La segunda conferencia tuvo lugar el lunes 26 y la tercera, el miércoles 28. La primera conferencia trató de relatividad restringida, la segunda, de relatividad general, y la tercera, de problemas actuales de la relatividad. Se puede ver, pues, que Einstein repitió durante su gira mundial el mismo patrón de conferencias. Las conferencias tuvieron lugar en el magnífico salón de sesiones del palacio de la Diputación de Barcelona, entonces sede del Institut d’Estudis Catalans, salón que estaba lleno de gente, más de un centenar de personas, según varias fuentes. Uno de los comentaristas en la prensa, JXP, que identificamos con el filósofo Joaquim Xirau Palau, afirmó que, en relación con las conferencias de Einstein, “del centenar de asistentes quizás cuatro o cinco personas siguieron la explicación completa, quizás una docena adivinaron algo con bastante esfuerzo y el resto de gente no entendió nada”. Xirau Palau publicó en 1925 en la Revista de Pedagogía un trabajo titulado “Cultura relativista” en el que defendía, en la línea de Ortega y Gasset, que la teoría de la relatividad nada tiene que ver con el relativismo filosófico. Otra brillante relación sobre una de las conferencias de Einstein es la que nos ofrece el escritor catalán Josep Maria de Sagarra, que acudió al acto, según nos dice, movido por la curiosidad; su texto consigue plasmar perfectamente el evento social que representó la conferencia del sabio científico. No pierde ocasión de mofarse de algunos supuestos intelectuales que acudieron a ver a Einstein sólo por esnobismo. Acaba comentando, en tono evidentemente irónico, que hubiera sido muy acertado conservar intacta como recuerdo la ultima pizarra escrita por Einstein, del mismo modo que se solía hacer con las zapatillas del Papa.

El domingo 25 de febrero, Rafael Campalans, Casimiro Lana Sarrate y Bernat Lassaletta, entre otros, llevaron a Einstein al Monasterio de Poblet, en el sur de Cataluña, cerca de Tarragona y Montblanc. Lana era ingeniero químico de la compañía Hispano Suiza y Lassaletta era catedrático de electrotecnia de la Escuela de Ingenieros Industriales. El lunes 26 fue acompañado por el presidente de la Mancomunidad, el arquitecto Josep Puig i Cadafalch, a una visita a las iglesias paleocristianas y románicas de Terrasa, a unos 40 km de Barcelona. El mismo día consta que Terradas le acompañó a visitar al rector de la Universidad de Barcelona. El martes 27 visitó dos escuelas municipales, representativas del esfuerzo pedagógico de la ciudad: la Escuela del Mar y el Grupo escolar Baixeras. A mediodía, como hemos mencionado, tuvo lugar una recepción solemne en el Consejo de Ciento del Ayuntamiento de la Ciudad, que lo había declarado huésped ilustre.

La recepción fue muy emotiva y en el transcurso de la misma, el alcalde accidental, Enric Maynés, alabó no sólo la figura científica de Einstein, sino también su compromiso ético y pacifista. Maynés dijo: “la ciencia no tiene patria, que es lo mismo que decir que pertenece a todos los hombres. Y usted, profesor Einstein, es en este siglo xx el más sublime representante de esta ciencia que es suya, nuestra, y de todos”. Einstein contestó agradecido, pero aprovechó la oportunidad de reivindicar a toda la comunidad científica en su conjunto: “Honorable Sr. Alcalde, señores, gracias por vuestro cordial recibimiento. A menudo he escuchado palabras de elogio por mi trabajo, elogios que han sido superiores a mis méritos. El progreso de nuestro conocimiento se erige en un grupo de hombres trabajadores que, en cada generación, conservan el fuego sagrado del estudio, trabajadores escondidos muchas veces en medio de privaciones de todo tipo, y que pasan muchas veces desapercibidos a la opinión pública […] Deseo con toda mi alma que esta bella ciudad tan espléndidamente situada, tan soleada, pueda participar de manera firme y eficaz, en realizar este altísimo ideal [de la ciencia]”. La tarde del mismo martes 27, Einstein dio una conferencia adicional en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Esta conferencia tuvo un enfoque distinto al de las otras tres, ya que discutió las implicaciones filosóficas de la relatividad.

Saliendo de la conferencia, Einstein se entrevistó con Ángel Pestaña, dirigente de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), en la sede del sindicato de Distribución, en la calle Sant Pere Més Baix, en la Barcelona vieja. La entrevista había sido facilitada por Campalans, fundador de la Unión Socialista de Cataluña. La entrevista causó una gran sensación y fue presenciada por diversos periodistas que recogieron su desarrollo en la prensa del día siguiente. Los periódicos reprodujeron que Einstein había declarado que “él también era revolucionario en el campo científico”. Todo indica que la entrevista no fue muy bien vista por los sectores bienpensantes del país, sobre todo por esta manifestación, que Einstein mismo tuvo que desmentir. En el diario ABC del 2 de marzo de 1923 apareció una entrevista concedida por Einstein al periodista Andrés Révész mientras viajaba en el tren hacia Madrid en la que Einstein, además de algunos comentarios curiosos sobre sus costumbres y aficiones, pide al periodista que desmienta lo comentado en la prensa, ya que él no se considera revolucionario ni siquiera en la ciencia.

Siguiendo con la visita, el miércoles 28 de febrero se organizó otra visita de interés social, pero en un contexto diferente. Einstein visitó la Escuela Industrial de Barcelona, uno de los proyectos más destacados de la Mancomunidad, y en general del catalanismo político y cultural. La Escuela incluía distintas enseñanzas técnicas y laboratorios muy bien dotados, que sin duda fueron mostrados al ilustre visitante. Campalans entonces dirigía la Escuela de Trabajo, un centro modélico de enseñanza profesional. Como culminación de la visita, Einstein presenció una demostración de canto y bailes populares y fue obsequiado con dos discos de música popular catalana. Años después, en 1933, recordaba en una carta a Adolfo Marx, conservada en el Archivo Nacional de Cataluña, los buenos momentos transcurridos durante su estancia en Barcelona y cómo le gustaba escuchar esos discos.

Rafael Campalans también estableció una relación muy cordial con Einstein, además de ser el anfitrión de una curiosa cena, de la que hablaremos más adelante. No sólo les unía el interés por la ciencia, sino también su compromiso político y social. En 1914, Campalans había figurado, junto con Terradas y otros intelectuales catalanes, entre los firmantes del Manifiesto de los Amigos de la Unidad Moral de Europa, promovido por el pensador Eugeni d’Ors, en la línea con las ideas del filósofo Romain Rolland. La declaración de Barcelona declaraba la guerra mundial como una “guerra civil” entre europeos y, por lo tanto, se manifestaba a favor de una paz inmediata. El Manifiesto causó cierto revuelo en Europa, cuando lo comentó Rolland, que se encontraba refugiado en Suiza.

La relación con Campalans continuó después de la estancia de Einstein en Barcelona. Ya hemos mencionado que en septiembre de 1923 el general Primo de Rivera dio un golpe de estado que acababa con las garantías constitucionales. El nuevo régimen dictatorial desencadenó una represión muy dura contra las manifestaciones del catalanismo y, entre ellas, contra la Escuela Industrial. En una carta del 17 de mayo de 1924, a raíz del despido masivo de 180 profesores y personal de la Escuela Industrial, Campalans, que se encontraba entre ellos, comenta a Einstein que un año atrás ya había sufrido un atentado: “¿Mi crimen? Haber osado protestar por los asesinatos policiales que todos los días cubren de sangre las calles de nuestra ciudad.” Explica a continuación que la única salida posible se encuentra en la solidaridad de los universitarios de los países civilizados. Al despedirse, Campalans le saluda en nombre de su esposa que “acaba de traer al mundo a un niño al que pensamos llamar Albert”, como así hicieron. Años más tarde, siendo diputado en las Cortes de la República, Campalans explicó que había discutido con Einstein sobre la posibilidad de un nacionalismo democrático. Después de la visita a Barcelona, Einstein admitió que era posible, pero le recomendó a Campalans que no le llamara nacionalismo, para distinguirse de los movimientos fascistas que estaban surgiendo entonces.

 

Einstein visita la Escuela Industrial de Barcelona

Einstein visita la Escuela Industrial de Barcelona el 26 de febrero de 1923. Fotografía cortesía de la Escuela Industrial de Barcelona

 

Volviendo a la visita de 1923, el diario de Einstein revela que en Barcelona pasó unos días intensos, pero agradables:

“22-28 de febrero. Estancia en Barcelona. Mucho cansancio, pero gente amable (Terradas, Campalans, Lana, la hija de Tirpitz), canciones populares, bailes, Refectorium. ¡Ha sido agradable!”

Como se ve, Einstein insiste en la amabilidad de la gente y destaca la sesión de música tradicional en la Escuela Industrial. También se recoge una referencia al “Refectorium”, que podría parecer críptica, pero se trata de un local entonces de moda en la Rambla de Barcelona. En el periódico satírico La Campana de Gràcia se describe el momento en que Einstein visitó dicho local, “la catedral, cuando menos por su arquitectura, de los cabarets de Barcelona […] lugar que nuestros sabios ni siquiera saben donde está.”, y parece que bebió “un modesto café con leche, la bebida de tránsito”. Quien relata los hechos nos cuenta que Einstein era objeto de un curioso examen por parte de los que le veían pasar. “Al pasar por delante nuestro, nos levantamos. Era todo el homenaje que le podíamos brindar y estamos seguros que el Profesor Einstein recogió este pequeño homenaje como uno de los más sinceros”.

La mención a la hija de Tirpitz, un antiguo almirante de la armada alemana, sorprendió a algunos historiadores, pero Ilse von Tirpitz era la esposa del cónsul alemán en Barcelona, Ulrich von Hassell, un diplomático y político que, tras una brillante carrera diplomática, pasó de ser uno de los promotores moderados de Hitler a conspirar contra él, siendo finalmente fusilado en 1944.

Los nombres mencionados en el diario corresponden a los asistentes a una simpática cena que organizó Campalans el 27 de febrero. El menú estaba impreso en letra gótica y en latín “relativista”, redactado en clave de humor. Según recoge el periódico La Veu de Catalunya fueron invitados a la cena: el economista y político Miquel Vidal Guardiola, y el cónsul alemán y su esposa. Probablemente también asistieron Esteban Terradas y Casimiro Lana. El menú contenía referencias irónicas a la relatividad así como a personajes históricos de la física y las matemáticas. Entre los platos servidos a Einstein tenemos canalones a la Fizeau, o habas a la Lorentz transformadas a la catalana o un curiosísimo “hombre platónico según Diógenes” –que no es otra cosa que pollo- (recordando la anécdota en la que Diógenes el cínico envió a Platón dicho animal desplumado, para burlarse de su definición del hombre como “bípedo implume”) con salsa de Michelson; también bebieron Champagne relativista o café de Sobral, población de Brasil en la que estuvo una de las expediciones de la misión británica para observar el eclipse de sol de 1919, donde se detectó por primera vez la deflexión de los rayos de luz debida al efecto gravitatorio solar, un efecto que había sido predicho por Einstein.

Como conclusión, podemos decir que la vista de Einstein a Barcelona estuvo rodeada de un ambiente agradable, a pesar de las múltiples actividades en pocos días. La invitación a un científico como Einstein se inscribía en una voluntad muy decidida de renovación científica. Aunque las circunstancias de ese momento no fueron las más favorables para la consolidación institucional de la investigación en física y matemáticas, la memoria del paso de Einstein por Barcelona, se ha mantenido muy viva, principalmente en el mundo de la física y de la ingeniería.


Bibliografía
[*]Glick, T.F. (1986). Einstein y los españoles, Alianza Universidad (Madrid, 1986).
[*]Roca Rosell, A. (2005). «Einstein en Barcelona», Quark, 36, 26-35.
[*]Sánchez Ron, J.M. (coord.) (2005). Einstein en España, Residencia de Estudiantes (Madrid, 2005).
[*]Sallent del Colombo, E y Roca Rosell, A. (2005). «La cena `relativista’ de Einstein en Barcelona», Quark, 36, 73-84.