Pasaje a la Ciencia > Número 11 (2008) > Esteban Terradas y el lenguaje científico y técnico

Esteban Terradas y el lenguaje científico y técnico

por Antoni Roca Rosell
Universitat Politècnica de Catalunya
La trayectoria compleja y rica de Esteban Terradas incluye, como es sabido, una gran preocupación y un compromiso firme con el lenguaje en general y con el lenguaje científico y técnico, en particular (Roca Rosell, Sánchez Ron, 1990). Terradas era catalán y conocía muy bien el castellano. Pasó un periodo largo de su niñez y adolescencia estudiando en Alemania, lo que le hizo incorporar el alemán como tercera lengua. Además, conocía bien el francés, el inglés, el italiano e incluso el ruso, según escribió en 1908 en una solicitud de pensión a la Junta para Ampliación de Estudios. Hay que recordar que el conocimiento de una lengua no es algo pasivo, que se posee y no hay que hacer nada más. Al contrario, las lenguas exigen una dedicación permanente, tanto de lectura como de escritura y comunicación oral. En la familia Terradas se explica que él y su mujer se hablaban (y se escribían) en varios idiomas, generalmente en francés, con el objetivo de ir ejercitándolos. Por otro lado, su biblioteca refleja el interés por la literatura universal, particularmente la alemana, la francesa y la inglesa. Igualmente, encontramos clásicos de la literatura española y catalana y también obras científicas en ruso.

En el inicio de su carrera, Terradas tuvo muy pronto la oportunidad de jugar un papel protagonista en el desarrollo académico de un idioma, en particular, del catalán. En efecto: fue nombrado miembro de la nueva Sección de Ciencias del Institut d’Estudis Catalans en 1911, el mismo año en el que el Institut creó la Sección Filológica. Esta última preparó un primer documento en el que se normalizaba por primera vez el catalán. El Institut en pleno aprobó estas normas en 1912. A pesar de que inicialmente no se libraron de la controversia, esas normas consiguieron pronto un consenso muy amplio, cosa que permitió al catalán incorporarse a las lenguas académicas modernas. No nos consta ninguna reacción personal de Terradas como coprotagonista de este proceso, pero la podemos deducir del hecho de que nunca se separó del Institut, incluso durante el franquismo, cuando vivía en Madrid y en un ambiente quizás hostil. Es más: su familia recogió su voluntad expresada en esa época de que su biblioteca personal fuese a parar a la biblioteca del Institut.

Sobre la personalidad de Terradas, tenemos el testimonio del escritor y autor teatral Josep M. de Sagarra, que escribió en sus memorias su impresión sobre Terradas y la sección de ciencias del Institut (Sagarra, 1954). Traducimos del catalán:

Los que controlaban[1] aquella sección eran Eugeni d’Ors y el doctor Terradas. Sobre este último habíamos convenido que era el hombre más sabio del país; no dejaba de sonreír, pero, al recitar de tanto en tanto un verso de Racine, con cierto cabotinage,[2] que no le iba nada mal.

Sagarra menciona, pues, la doble condición de Terradas, como científico y como amante de las humanidades. Racine es uno de los grandes autores clásicos franceses y Sagarra apreció el hecho de que Terradas lo recitara de memoria con un cierto distanciamiento irónico.

El interés de Terradas por la literatura y por el lenguaje se puede adivinar en muchos de sus escritos, donde no faltan referencias eruditas. En realidad, esta erudición formaba parte de su personalidad y marcó su trayectoria científica y humana. En una de las pocas entrevistas periodísticas que Terradas concedió, a raíz de su gira latinoamericana del verano de 1927 (Roca, 1989), declaró a las Noticias de Arequipa el 9 de agosto que cuando llegaba a un país compraba un libro de historia, uno de geografía y una antología poética, porque:

El pasado vigoroso, la situación y condiciones de vida del país y la dulcedumbre de la poesía forman agradable marco para mis horas de viaje. Las tardes las dedico al estudio y al trabajo.

Sin embargo, una de las muestras más explícitas de su compromiso con el lenguaje es su discurso de entrada a la Real Academia Española, pronunciado el 13 de octubre de 1946. No conocemos nada más de sus actividades como académico hasta su muerte en mayo de 1950, pero sólo este texto ya le sitúa en un lugar muy relevante en la historia del lenguaje científico y técnico en España.

Lectura del discurso de ingreso de Esteban Terradas en la Real Academia Española el 13 de octubre de 1946.

El discurso de Terradas es una pieza excepcional en la historia de los estudios sobre la terminología científica española (Martí, 2004). El texto del discurso tiene 277 páginas, muchas más de las que pudo leer en la sesión pública. Disponemos de un testimonio singular de este hecho en el ejemplar que conserva el Fondo Terradas de la Biblioteca de Catalunya, en Barcelona. Está anotado por el mismo Terradas, señalando no sólo las páginas que había seleccionado para leer, sino también con indicaciones sobre el tono de la lectura, como si se tratase de una partitura musical.

Las motivaciones de Terradas al ingresar en la Academia se reflejan en el texto siguiente, una declaración de intenciones que casi no necesita de comentarios:

El rápido progreso de la Ciencia y de la Técnica introduce conceptos nuevos y unidades de medida cuya expresión requiere nombres adecuados: nomina consona rebus, novis rebus, nova nomina [‘Faltan nombres para muchas cosas, no cosas para nombres’]. Algunos, entre tales vocablos, proceden de investigaciones recientes, otros son debidos a progresos fundamentales en el arte de la guerra, en la industria, en el laboreo de minas, en el transporte, etc. Interesa seguir de cerca el proceso de consolidación, restablecer voces en desuso entre gente ciudadana pero acaso con reservas en labranzas o tradiciones constructiva, forestal, minera, y de artesanía; unificar criterios y pareceres, en suma, para convenir en el significado de voces nuevas y en los márgenes de vaguedad de las afines que requieren precisa interpretación.

Esta tarea corresponde al segundo de los verbos imperativos en la terna de deberes que señala el lema de la Real Academia [‘Fija, limpia y da esplendor’], y en tal empeño confío en lograr un lugar modesto que no desmerezca de la tradición que crearon académicos ilustres al iniciar el rumbo y la trayectoria a seguir.

Tales son mi propósito y mi esperanza: trabajar dignamente, poseído de humilde reverencia y de alentada ilusión.

El texto que elaboró al tomar posesión del sillón “g” de la Real Academia Española está compuesto de tres partes bien diferenciadas. La primera es una introducción en la que, además de los agradecimientos por su nombramiento, realiza el preceptivo elogio al académico fallecido cuyo sillón él ocuparía. Recuerda haber asistido a una sesión pública de la Academia siendo estudiante en Madrid (1905), en la que el ingeniero José Echegaray daba la bienvenida al poeta Emilio Ferrari.

La segunda parte es el cuerpo del discurso y se inicia con un estudio de antecedentes, un pequeño ensayo de unas 10 páginas sobre la terminología científica española. A continuación, desarrolla en cinco apartados lo que titula como “De vocablos empleados en la técnica moderna y su procedencia”. Son unas 160 páginas en las que recorre la “Maquinaria y herramental”, las “Obras e hidráulica”, la “Electricidad y Física contemporánea” y la “Aerodinámica, Forma y propulsión de aviones”. Estas secciones, de unas 30 páginas cada una, están compuestas de partes dedicadas a vocablos o familias de vocablos, en los que Terradas analiza el origen y el uso de cada uno de ellos. Se enfrenta tanto a palabras tradicionales, que adquieren un nuevo uso, como a palabras tomadas de otros idiomas –el inglés, el alemán…- que deben incorporarse al castellano moderno. Por citar algunas de estas partes, mencionemos las dedicadas a “Pivote, gonce o gozne, quicial, bisagra y charnela” (págs. 29-32), “Lámina, laja, placa, lancha, losa, casco, cáscara” (págs. 66-73), “Del spin, magnetón, mesón, quanta y otros conceptos” (págs.105-111) o “Sweepback, borneer; hidrominio, plexiglas; cracking, alkilación”.

Después de los estudios sobre vocablos modernos, Terradas incluye una sección que trata “Del lenguaje técnico en el siglo de oro del lenguaje literario”. Aquí hay dos apartados, uno sobre “Artillería y Fortificación”, y otro sobre “Artesanía”. Esta sección tiene una extensión de unas 30 páginas, en las que el autor puede desplegar su erudición histórica y literaria.

Esteban Terradas junto a Gregorio Marañón (dcha) y a José María Pemán (centro).

Después de esta sección sobre el siglo de oro, Terradas habla “Sobre el progreso de la Técnica por el estudio y la medida”. En unas 15 páginas comenta las condiciones que hacen que el lenguaje técnico esté en evolución constante, tanto por el progreso de las ciencias físicas, como por la actividad de experimentación, observación y medida, reflejada en los nuevos laboratorios de la Técnica. Aquí incluye un ejemplo de lo que el técnico moderno va necesitando en las condiciones tan cambiantes del mundo moderno, un texto que hemos creído adecuado reproducir, porque su lectura todavía es aleccionadora. Vale la pena repetir aquí la conclusión de este apartado:

El magnífico desarrollo de la industria sólo es posible por el trabajo conjunto, por el esfuerzo de todos, la Ciencia avanza por la polarización de voluntades a un mismo fin y en este fin anhelado por todos los que trabajan, coronado por el éxito, está el motivo intrínseco del trabajo y la satisfacción que brinda a la voluntad de esfuerzo.

La sección final de esta segunda parte, de unas 10 páginas, se titula “Culteranismo literario y exotismo técnico” y en ella analiza las relaciones entre la Técnica y la Filología y entre la Ciencia y el Lenguaje.

La tercera parte del discurso presenta el plan de trabajo que se propone realizar en la Academia y un comentario final. Son unas 8 páginas en las que detalla una serie de objetivos que él no llevó a cabo, muchos de los cuales, según nuestra perspectiva, todavía están pendientes. Propone la reedición de textos y diccionarios técnicos antiguos, la revisión y discusión de neologismos, la promoción de la publicación de diccionarios de neologismos a cargo de las distintas asociaciones profesionales, la traducción de glosarios técnicos, la exigencia de corrección de lenguaje a los técnicos, traductores y editores, la implicación de las autoridades académicas y su coordinación en todo el dominio lingüístico del castellano y el estímulo del conocimiento del idioma en las escuelas técnicas. No es que la Academia no haya hecho nada en estos campos, ya que, por ejemplo, publicó hace unos años un utilísimo diccionario de ciencias, pero, por ejemplo, no ha publicado que sepamos un diccionario de tecnología. El proyecto de Terradas era tan ambicioso que era casi irrealizable, pero vale la pena tenerlo en cuenta para la acción futura.

Después del final del discurso, aún encontramos 11 notas que ocupan unas 40 páginas. Son pequeños ensayos complementarios del discurso, algunos desarrollando comentarios sobre nuevas palabras, otro con la bibliografía complementaria a la que se cita extensamente en el texto. También añade pequeños ensayos sobre, por ejemplo, “Minería del siglo XVI. La Mesta. La Hermandad de las Marismas, etc.”, sobre “Navegación aérea actual” o sobre “Quanta y cuasi”. Podemos concluir, pues, que el trabajo lingüístico que Terradas preparó para ingresar en la Real Academia Española merece un lugar destacado en la historia de la lengua castellana.

En el ejercicio de las responsabilidades que Terradas ejerció en la España de la postguerra, encontramos otras acciones de tipo lingüístico. Por ejemplo, el Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (INTA), cuyo patronato presidía desde su constitución en 1942, publicó en 1947 una Guía de Traductores para orientar y unificar los criterios de las publicaciones científicas de la institución. En la Guía no consta autor, pero sabemos a través de documentos de su archivo personal que fue el mismo Terradas. En la presentación de la publicación, se anuncia que tendrá continuidad, pero desgraciadamente no fue así. La Guía, se dice, no pretendía imponer nada, sino convencer a los traductores de las mejores opciones de traducción. El campo abarcado por la Guía era muy amplio,

se extiende alrededor del concepto de máquina (engine) y abarca obras, buques, armamentos, transportes y toda transformación de energía captada por la ‘máquina’ y utilizada por mecanismos diversos, incluyendo en la noción de mecanismo la diversidad de sistemas transmisores de movimiento o del esfuerzo y, entre tantas cosas, la múltiple variedad de transportes que constituyen la Electrónica con su riquísima gama de aplicación a todos los campos de la técnica, por ejemplo a la generación de ondas electromagnéticas, a su propagación y recepción, las transformaciones de corriente de diversa clase y proyecto, construcción y funcionamiento de órganos de maniobra.

Esta mención a la Electrónica nos lleva al testimonio del ingeniero industrial Antonio Colino López (1914-2008), que colaboró con Terradas tanto en el INTA como en el Instituto de Electrónica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, creado y dirigido por Terradas en 1948. Colino ocupó en 1972 el mismo sillón que había ocupado Terradas hasta su muerte en 1950. En su discurso de ingreso a la Academia explicó los orígenes de su interés por el lenguaje científico y técnico (colino, 1972):

Fue entonces cuando don Esteban Terradas creó en mí la preocupación por el léxico científico, en aquellas reuniones que, bajo su presidencia y magisterio, tuvimos en el I. N. E. [Instituto Nacional de Electrónica]. Para algunos de nosotros no era una tarea puramente académica, sino una verdadera necesidad para nuestro trabajo diario: habíamos de entendernos entre nosotros.

En la declaración de Antonio Colino encontramos otro aspecto fundamental del lenguaje científico. Siendo un lenguaje que construyen los expertos y los usuarios (artesanos, técnicos, ingenieros, científicos), es necesario fijar con precisión las palabras y su uso, mucho más que en el lenguaje de cada día o incluso en el lenguaje literario, porque los científicos y los técnicos deben poder comprobar y repetir las nociones y procesos que encuentran en los trabajos, proyectos o informes. Para el mundo de la ciencia y de la técnica, el lenguaje es una herramienta de precisión y, por esa razón, el compromiso de personas como Esteban Terradas, no sólo se entiende por su amor a la cultura y al patrimonio de la humanidad, sino también por una necesidad de primer orden de la vida científica y técnica.

Referencias y lecturas

  • COLINO LÓPEZ, Antonio (1972) Ciencia y Lenguaje. Discurso de ingreso a la Real Academia Española. Hay una versión digital en el web de la Academia: http://www.rae.es yendo a “Publicaciones” y después “Discursos de ingreso” (consulta en mayo 2008).
  • MARTÍ, Jaume (2004) “Terradas y su contribución a la terminología científica”, Quark, número 31 (marzo), pp. 95-103.
  • ROCA ROSELL, Antoni (1989) “El viatge de 1927 d’Esteve Terradas a Latinoamèrica”, Actas del III Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias, Zaragoza, tomo3, 451-470.
  • ROCA ROSELL, Antoni (coordinador) (2004) Esteban Terradas Illa (1883-1950). Ingeniería, Arquitectura y Ciencia en el siglo XX. Barcelona, La Salle Enginyeria Arquitectura.
  • ROCA ROSELL, Antoni (2005) “Esteve Terradas and the Spanish Science in the Early Years of the Franco Regime”, Minerva, 43, junio, 147–162 (DOI 10.1007/s11024-005-2329-2)
  • ROCA ROSELL, A.; SÁNCHEZ RON, J. M. (1990) Esteban Terradas (1883-1950). Ciencia y Técnica en la España contemporánea. Barcelona, INTA/Ed. El Serbal.
  • SAGARRA, Josep M. de (1954) Memòries. Barcelona, Ed. Aedos.
  • SÁNCHEZ RON, José Manuel (ed.) (1988) Ciencia y sociedad en España: de la Ilustración a la Guerra Civil. Madrid, El Arquero/CSIC.
  • TERRADAS, E. (1946) Neologismos, arcaísmos y sinónimos en plática de ingenieros. Madrid, Real Academia Española.
Notas a pie

  1. En catalán dice una frase hecha: “remenaven les cireres”, removían las cerezas. [Volver a la lectura]
  2. En francés en el original, que significa acción de un actor veterano.[Volver a la lectura]